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De los campos de concentración a Irak

Por Alicia Oliveira *

La coalición angloamericana invadió Irak en un arrasador avance que remeda la guerra de las galaxias: imágenes hollywoodenses de hombres robot en un lugar del planeta Tierra donde antiquísimas formas de organización social y política resultan absolutamente desconocidas para los cruzados galácticos. Justifican la invasión en nombre de “la democracia y la libertad”. Son palabras con fuerte contenido en el mundo de la ciencia política y de la filosofía pero frágiles y vacías cuando se usan al estilo de un slogan publicitario para vender un nuevo producto en el mundo globalizado. Algo así como “compre usted democracia y libertad de producción. angloamericana, y obténgala a precio módico: sólo a cambio de su vida y sus recursos naturales”. La democracia y la libertad en venta son monopolio de la coalición. La muerte y el dolor que siembran en su camino son sólo la muestra de su poder insaciable y de la pérdida de la propia dignidad.
Para justificar la muerte y el terror “informan” que quieren salvar a un pueblo donde las mujeres son maltratadas y los derechos políticos violados, donde sus religiones imponen sanciones no civilizadas. La propaganda dice que por ello los pueblos a redimir viven en condiciones indignas que los mantienen en estado de barbarie.
Con tales estereotipos no demuestran ninguna creatividad. Los nazis –al referirse a la condición jurídica de los judíos en las leyes raciales– también se sirvieron de un término que se refiere a la dignidad: entwürdigen. El judío es el hombre que ha perdido toda su dignidad –su Würde–; para ellos, es un no-hombre.
La glorificación o la justificación de la violencia sólo puede realizarse mediante consignas o spots televisivos porque carece de capacidad de argumentación. Para ello crean un estado de excepción que no es el caos que precede al orden, como muchas veces nos quieren hacer creer, sino que la situación que resulta de suspender el orden.
Como bien señala Giorgio Agamben –filósofo italiano–, el análisis de la estructura jurídico-política que posibilita la existencia de los campos de concentración resulta clave para comprender la extensión de los estados de excepción en el mundo contemporáneo. Dice este pensador que los campos no han nacido del derecho ordinario ni del derecho penitenciario, sino de la ley marcial y del estado de excepción. Remonta su origen a los campos de concentración creados por los españoles en Cuba en 1896 para reprimir la insurrección colonial, así como a los campos creados por los ingleses cuando el alzamiento de los boers, a principios del siglo XX, en Africa. Hoy la misma doctrina es aplicable a Irak.
En los lager nazis la base jurídica no era el derecho común, sino la “custodia protectora”, una medida de seguridad preventiva, institución de raigambre prusiana que fue la base ideológica de los campos. Esta seguridad protectora es la que hoy ofrece la coalición angloamericana. No es casual que la justificación de esta guerra sea justamente el carácter preventivo del ataque, más ilegal aún cuando no hay pruebas suficientes como para considerar la existencia de la legítima defensa.
Por eso nuestra postura ante esta guerra no puede ser tibia: estamos con ella o contra ella. Repudiarla nos coloca en el lugar del respeto del hombre y su dignidad. Apoyarla significa la búsqueda por imponer al nohombre, una creación de los nazis seguida hoy reverentemente por los angloamericanos.

* Defensora del Pueblo de la ciudad de Buenos Aires.

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