CONTRATAPA

Bajas sin estruendo

Por Juan Gelman

Un ataque de la resistencia iraquí a la base militar de Marez o Al Ghizlani, tres kilómetros al sur de Mosul, terminó el martes 21 con la vida de 13 efectivos del ejército norteamericano. El coche bomba suicida segó la de otros nueve mercenarios yanquis y extranjeros y miembros del incipiente ejército de Irak, hiriendo a 69. El número de soldados y oficiales estadounidenses muertos desde la invasión asciende al 22/12/04 a 1324 y el de heridos a 9981 (Veterans por Peace, www.veteransforpeace.org). Las fuerzas armadas británicas –destinadas a zonas donde la insurgencia poco actúa– han sufrido 74 bajas mortales y casi 3000 heridos y enfermos de sus filas –muchos en estado crítico– fueron evacuados al Reino Unido. En el primer año transcurrido desde la invasión se han registrado más de 460 casos de soldados británicos con problemas mentales (The Independent, 19/12/04). La guerra también provoca bajas en el frente interno de los ocupantes. Por ejemplo, en materia de reclutamiento de tropas de refresco.
Varios jefes militares de Gran Bretaña no ocultan su preocupación: señalan que “el creciente movimiento público contra la guerra de Irak desalienta en los jóvenes el ánimo de emprender una carrera en las fuerzas armadas” (The Observer, 19/12/04). Claro está que la razón de esta crisis de reclutamiento, que es muy notoria en Escocia y se extiende por el norte y el oeste de Inglaterra, hay que buscarla ante todo en otra parte. “No se divisa el final de la guerra en Irak. Esto es lo que en realidad cohíbe a la gente”, señaló un comandante al periódico inglés. Los seis raleados regimientos escoceses se agruparon en uno solo a falta de carne de reemplazo. Muchos padres se niegan a firmar el consentimiento para que se enrolen los hijos que no alcanzan la mayoría de edad. Algunas autoridades municipales prohíben la instalación de puestos de reclutamiento en las calles de las localidades inglesas que administran. Idéntico fenómeno se observa en EE.UU.
El jefe de la Guardia Nacional norteamericana, teniente general Steven Blum, anunció el jueves de la semana pasada que, por primera vez desde 1994, las metas de reclutamiento de la fuerza se habían incumplido en un 30 por ciento en los últimos dos meses (The New York Times, 16/12/04). El dato es significativo: los oficiales, suboficiales y soldados que han terminado su contrato con las fuerzas armadas e ingresan luego voluntariamente en las filas de la Guardia Nacional constituyen más de la mitad de su tropa. La perspectiva de volver a Irak o Afganistán no entusiasma precisamente a muchos de los 100.000 veteranos de la Guardia que rotaron en esos países desde la invasión. Unos 42.000 efectivos de esa fuerza sirven actualmente en Irak y Kuwait por períodos de hasta 12 meses. Los guardias nacionales y los reservistas del ejército componen cerca del 40 por ciento de los 148.000 ocupantes estadounidenses de Irak.
El general Blum ofreció nuevos incentivos destinados a rellenar los huecos de las tropas que comanda: primas de hasta 15.000 dólares para veteranos que firmen un contrato de seis años y de 10.000 para los reclutas sin entrenamiento ni experiencia de combate; pidió además 20 mil millones de dólares para reemplazar las armas y los equipos de la Guardia destruidos o abandonados en Irak y Afganistán. Pocos días antes, el teniente general James R. Helmy, jefe del ejército de reserva, había declarado que el reclutamiento de reservistas padecía “una declinación abrupta” que, de no ser contenida, podría reavivar las intenciones de establecer el servicio militar obligatorio que algunos neoconservadores alimentan (The Dallas Morning News, 10/12/04). “El contexto dificulta más la tarea de reclutar”, reconoció el general Blum. Esto es particularmente claro en cuanto a los afroamericanos se refiere.
La población negra siempre aportó al ejército estadounidense un número ingente de voluntarios. Enrolarse es un modo de escapar de la pobreza y la desocupación: el ingreso mensual es estable, hay becas escolares, se aprende diferentes oficios y unos pocos tienen la posibilidad de hacer carrera en el ejército. Durante años la proporción de efectivos de la raza negra no bajó del 25 por ciento de las fuerzas armadas, aunque la población de color no supera el 13 por ciento del total de habitantes del país. Eso ha cambiado: en el 2001 dicha proporción descendió al 15,6 por ciento, del 22,3 por ciento registrado el año anterior (The Daily Telegraph, 18/12/04). “Las calles de Washington están llenas de negros sin techo, la mitad estuvo en el ejército –declaró Constance Allen, negra, al periódico británico–. Se preguntan para qué van a pelear la guerra del hombre blanco si nada sacan con ello.” Tampoco los norteamericanos blancos que pelean en esa guerra, y menos los iraquíes, sacan algo con ello. Son los grandes consorcios petroleros como Halliburton los que sacan algo con ello. Sacan mucho, en realidad.

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