CONTRATAPA

El siglo de la paz perpetua

 Por Eduardo Subirats *

–Pretender que el llamado fracaso de la guerra de Irak vaya a detener la fuerza militar de Norteamérica, y que la posibilidad de una extensión mundial de las guerras que comenzaron en los Balcanes y hoy se extienden hacia Asia central y el noreste de Africa vaya a ser conjurada gracias a la victoria electoral de los demócratas es una típica ilusión izquierdista –me interrumpió abruptamente mientras exponía en una universidad de Texas una conferencia sobre modificaciones en la “Representación del Holocausto en América latina a partir del Deterioro de la Situación Palestina” y “Los Derechos de la Mujer y la Expansión Democrática en Oriente Medio”.

Nunca doy con la respuesta cierta en el momento cierto, lo confieso. Me falta esta habilidad. Soy un simple profesor. Y en un momento tan dramático titubeé. No supe qué decir. Por otra parte, esta clase de preguntas comprometedoras me irritan. Al fin y al cabo soy un profesional, un especialista en teoría de las representaciones. Cualquier compromiso con una supuesta realidad es una mera ficción. Soy un hombre de convicciones deconstruccionistas. Por lo demás esta clase de provocaciones estaban fuera de lugar en mi campo, que son los estudios culturales. Pero debía de haber parado los pies a mi interlocutor. Y sin duda el hombrecito percibió mi debilidad y volvió a arremeterme.

–¡Más de seiscientas cincuenta mil víctimas civiles en la guerra de Irak, y un costo de más de trescientos mil millones de dolores! ¡Ja! ¡Eso es todo lo que la izquierda sabe mascullar! ¡En su patético sentimentalismo no quieren reconocer que esto sólo es una parte mínima del lubricante necesario para mantener en funcionamiento la máquina económica y tecnológica mundial de la que usted mismo vive con su magnífico salario de profesor global!

Aparentaba sesenta. Sus ojos menudos enterrados en rugosos párpados y su sonrisa delgada daban una expresión cínica a su rostro, pero también reflejaban una cierta inteligencia.

–La guerra civil que ha estallado en Irak no es el fracaso que ustedes pretenden –añadió con un gesto adusto–. Es un hito trascendental en el proceso de liberación de ese desdichado país y el primer paso del asentamiento de un sistema institucional dependiente en la región... Desde el comienzo de la guerra los líderes del Pentágono han mencionado ese espectro de la guerra civil como un peligro necesario y la verdadera prueba de fuego de la victoria final.

Todo eso dijo. Pero luego prosiguió: –Cualquier estudiante de historia sabe que de César a Hernán Cortés las guerras civiles han sido un arma fundamental en todo proceso de dominación imperial. La última función de las clamorosas bombas suicidas que todos los días estallan en Bagdad es legitimar más soldados y más armas para ensanchar hoy la guerra a Irán y mañana a la Península de Corea. ¡“Extended Middle East”: ésta es la cuestión estratégica fundamental de la Guerra global del siglo 21!

No podía contenerme ante tanta insolencia. Hubiera debido de activar el circuito de cámaras secretas y llamar al servicio de seguridad académica. Pero tampoco lo hice. Mi contrincante debió percibir en este nuevo titubeo un signo de mi debilidad: –¡La clave para entender esta guerra son las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki que inauguraron la Era Americana! ¡Y los cerebros de esta guerra se forjaron en Vietnam! Ustedes nunca querrán aceptar que esta guerra responde a una necesidad histórica, a un destino trascendente, a una voluntad incuestionable. Es la expresión última del choque de civilizaciones y el final de la historia que Occidente ha concebido como su último sentido universalista desde su fundación apostólica –llegó a decir en su ataque final.

Aquello era realmente demasiado y, encendido por un masculino sentimiento de orgullo, puse a mi interlocutor en su debido lugar:

–¡Ustedes han practicado masivamente el escarnio de las masas, han mentido ostensiblemente, han minado la democracia en América, han puesto fin a los derechos humanos y están acabando con civilizaciones enteras..!

–Se equivoca profesor –me repuso con una entonación más suave–. Claro que la probeta con harina para demostrar la existencia de armas de destrucción masiva en Irak en el escenario de las Naciones Unidas y las subsiguientes pruebas fotográficas de las bombas nucleares que Irán no puede ni soñar es un perfecto acto circense. Pero desde los césares paganos a los autos de fe de la monarquía cristiana la gran política siempre ha sido un circo –repuso con conciencia de su superior visión de la historia mundial.

–¡Cinismo! –exclamé con firmeza–. Le condeno en nombre de la moral, en nombre del humanismo, en nombre de la civilización, en nombre de la justicia y la paz... –pero sentía que mis palabras flotaban en el aire como papelitos de seda.

–Lo contrario es lo cierto, profesor –me advirtió con un tono casi insolente–. Rumsfeld, héroe nacional, lo formuló con impecable claridad filosófica. Por eso lo han sacrificado. Precisamente por exponer lo obvio. Por confesar que ésta es una guerra global indefinida. Por haber constatado que es una guerra diferente a todas las guerras del pasado. Por formular que su enemigo es virtual, que es una guerra contra los terroristas que ella misma genera, una guerra pura que no tiene definición, guerra posthistórica y posthumana, nacimiento del nuevo milenio, epifanía de la paz perpetua...

* Filósofo catalán, autor de Contra la razón destructiva, La ilustración insuficiente, Metamorfosis de la cultura moderna, El continente vacío y El alma y la muerte.

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