CULTURA

De cómo perder el tiempo en la búsqueda de Zavagno

En el Centro Cultural Recoleta se exhibe Malditas difíciles, álbumes y figuritas aparecidas entre 1920 y 1980.
Fútbol, personajes, estrellas del cine y la televisión son algunos de los temas de estas colecciones que hacen recordar la infancia.

 Por Angel Berlanga

Los visitantes dan dos pasos y, de repente, se encuentran con que las figuritas que tienen delante los conectan con retazos de la infancia, con dos o tres o siete décadas atrás, con algún patio o compañero olvidado, con el desvelo por conseguir la que faltaba. “Yo juntaba éstas”, “Mirá vos”, “¿te acordás”: esas son las frases que, acompañadas por gestos de sorpresa o nostalgia o alegría, más se escuchan en la pequeña Sala Espacio Historieta del Centro Cultural Recoleta, donde hasta el 28 de marzo pueden verse los materiales de Malditas difíciles.
Figuritas, álbumes y sobres de colecciones que aparecieron entre los años 20 y los 80 componen esta muestra armada por Rafael Bitrán. “Aunque no llegué a estas colecciones por una cuestión intelectual, la muestra constituye un rescate de la cultura popular en general”, dice este licenciado en Historia de 38 años, ex investigador del Conicet, profesor de colegios secundarios y librero que sostiene que, más allá de que la exposición puede resultar atractiva por cierta inquietud social de estos tiempos en buscar claves en el pasado, a lo que apuesta, sobre todo, es a generar emoción.
El fútbol se lleva una buena proporción de la muestra, con colecciones de figuritas de cartón, chapa, papel o autoadhesivas y títulos del tipo Golazo, Fulbito, Campeón o Crack: fotos, dibujos o caricaturas de planteles enteros de equipos de distintas épocas. Carrascosa, Mukombo, Pontorero, Ferrero Togneri y Zavagno tienen en común algo más que la profesión: fueron las figuritas inconseguibles en distintas colecciones, las que faltaban para cambiar el álbum completo por la pelota de cuero, las que se buscaban en cada sobre que se abría. De ahí viene el título de la muestra, que es también el de un libro con la historia de las figuritas de fútbol que Bitrán publicó dos años atrás junto a Francisco Chiappini.
La mayoría de las colecciones derivan de diversas popularidades: series de televisión, cantantes y grupos, personajes de historieta, dibujos animados. Ahí están Karadagian y los Titanes en el ring, La pantera rosa, The Beatles, Kiss y Village People (¿?), Hijitus, Cenicienta y Blancanieves, Tarzán y Batman. Las más antiguas de la muestra son de los años ‘20 y ‘30: acompañaban paquetes de cigarrillos o chocolates. Hay una colección llamada Astros del cine y la TV nacional, del año ‘60, de figuritas redondas con las caras de Marrone, Tato y Niní Marshall; otra del Capitán Piluso, el personaje de Olmedo; hay álbumes de criaturas extraterrestres, unos bichos estrambóticos entre los que está, por ejemplo, el Ser de Saturno, una especie de cafetera con ojos bajo la cual se lee que en ese planeta “podrían vivir seres metálicos”.
Cuando Pablo Sapia, a cargo del Espacio Historieta y curador de la exposición, le propuso hacer la muestra, Bitrán le vio a la idea tres virtudes que enumera: “Primero, compartir lo que tengo con la gente; segundo, conseguir más material; y tercero, ver si alguien se entusiasma y financia un libro con todos estos temas”. Hasta ahora, dice, sólo consiguió lo primero. “En parte, envidio a muchos de los que vienen, porque les pasa algo que yo no siento hace años: el reencuentro con algo totalmente perdido. Hay dos formas de pérdida; está el caso de la colección que se recuerda, que nunca se olvidó, y volver a verla es una hermosura. Pero hay algo que es más fuerte todavía, que a mí me pasaba al principio, y es cuando uno se reencuentra con una colección que no sólo no había vuelto a ver, sino cuya existencia, además, había olvidado: de esa manera, el puente del tiempo desaparece.”
Mucho de lo escrito en el cuaderno dispuesto en la sala para los visitantes refiere a esos viajes a la infancia: por qué la vieja no habrá guardado tal o cual álbum, que la difícil de Titanes en el ring era la de Di Sarli autografiada, o qué bueno reencontrarse con la colección de Marte ataca. Con un estilo que alude justamente a esa serie y a El Eternauta,con paisajes y protagonistas de Buenos Aires, el álbum Platos voladores al ataque!! es una de las perlas de la muestra: se trata de una colección de cien figuritas dibujadas por Alberto Breccia que ilustran una historia escrita por Héctor Oesterheld. “Aparecían como complemento de un álbum de figuritas de fútbol en 1971; al final el que salva a la Tierra es un pibe, un maestro de acá”, apunta Bitrán. “Las figuritas jugaban un papel clave en el deseo de completar, de conocer, y también en la relación con los otros chicos. Pasa algo extraño: durante mucho tiempo fueron centrales en nuestras vidas, luego fueron completamente olvidadas y, cuando se las reencuentra, causan emoción y sorpresa.”
Bitrán comenzó coleccionando figuritas de Boca, luego pasó al fútbol en general, después sumó las colecciones que le resultaban conocidas y finalmente amplió el marco hacia todo lo aparecido antes de la década del ‘80. ¿Qué le falta, cuál es la difícil para él? Zavagno, Hugo Zavagno, un jugador de Central en el ‘75. “También me falta el sobre que traía las figuritas de Kung-fu, y muchos álbumes de los ‘30 y los ‘40 –dice Bitrán-. Hay montones de cosas: creo que eso hace divertido este hobby. En el fondo creo que prefiero el misterio, la búsqueda más que la posesión. Metafóricamente, es una búsqueda arqueológica. Y no hay parámetros: puede venir alguien y ofrecerte por algo mil dólares, o un peso, o regalártelo. Coleccionar figuritas me llena un poco de una ansiedad y obsesión que no se puede calmar fácilmente. A veces... no es que tenga miedo, pero juego con el límite de la obsesión del coleccionista: no puedo estar perdiendo el tiempo buscando a Zavagno. Aunque a veces, demasiadas, efectivamente estoy perdiendo el tiempo buscando a Zavagno.”

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Rafael Bitrán, licenciado en Historia, profesor y librero, nunca dejó de coleccionar figuritas.
Es el curador de la muestra Malditas difíciles, montada en una sala del Centro Cultural Recoleta.
 
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