CULTURA › UN PROYECTO RESISTIDO POR LA COMUNIDAD ARTISTICA DE TUCUMAN

¿Será un museo o un centro cultural?

Por Jorge Figueroa y Carlota Beltrame *
Desde Tucumán

La próxima conversión del Museo Provincial de Bellas Artes “Timoteo Navarro” de Tucumán en un centro cultural plantea un serio problema para la comunidad artística. Hace casi cinco años que el museo está clausurado, en principio por decisión del ex gobernador A.D. Bussi, y luego por el pésimo estado edilicio en el que se hallaba tras los primeros años de abandono presupuestario. Ahora está siendo refaccionado, a partir de que la casona que lo albergaba fue declarada patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad. Sin embargo, lo que resulta preocupante es el hecho de que en lugar de recuperar el único museo de artes visuales de la provincia y el más importante de la región, los tucumanos asistiremos a la creación de un nuevo centro cultural en nuestra ciudad.
Un museo y un centro cultural no son instituciones idénticas; sus diferencias afectan a la producción artística y a las condiciones y estándares de su difusión, sobre todo en una provincia donde los espacios son decididamente escasos, y dificultosos de obtener.
Un museo es –o debería ser– un lugar en el que se investigan, analizan, guardan, coleccionan, preservan y exhiben para la posteridad obras y documentos notables, vinculados con el valor histórico. En el caso del “Timoteo Navarro”, su función está fuertemente relacionada con el arte y la cultura de la comunidad en la que está inserto. Sin embargo, con el paso de los años y el vaivén de las estructuras filosóficas que tienden a “sostener” los fenómenos socio-culturales, el concepto “museo” ha dilatado sus fronteras para albergar el propio y curioso de “antimuseo”, que es lo que finalmente son los grandes museos de arte contemporáneo como los de la cadena Guggenheim o el prestigioso Malba en nuestro país, pues no están destinados sólo a albergar incuestionadas piezas históricas sino también las de la producción artística contemporánea. Además existen los “museos sin colección propia” que poseen salas debidamente acondicionadas para albergar muestras itinerantes, generalmente de arte moderno o contemporáneo, entre los que también se cuentan algunos de los ya célebres Guggenheim arriba mencionados o el IVAM de Valencia (España).
Un centro cultural es algo totalmente diferente. Intentar definirlo es importante para echar algo de luz sobre un fenómeno extensamente propagado y que, a nuestro juicio, no ha demostrado tener más ventajas que la de aportar diversión y/o distracción a un espectador perezoso y abrumado, sobre el que las voluntades políticas buscan ejercer su influencia bajo la pátina de una circulación cultural que, al final, siempre resulta cómoda y complaciente. Los centros culturales se caracterizan por no exigir políticas específicas de distribución de los productos que ofrecen. En ellos “todo vale”, al punto de que en sus salas es posible encontrar una muestra plástica, sillas para una conferencia, una exhibición de fotografía publicitaria u objetos de decoración de diversa índole. Independientemente de que todos y cada uno de los tipos de acontecimientos que mencionamos pudieran ser de calidad, lo que acontece es que el espectador llega a confundirse a tal punto que para él todo puede ser “arte”, o nada lo es. Lo mismo con la ciencia y con cada una de las disciplinas a las que aluden los dispares eventos que en un centro cultural pueden llegar a tener lugar. El centro cultural es por antonomasia la herramienta de distribución de los productos de la industria cultural que tanto denosta Theodor Adorno en su libro Dialéctica de la Ilustración.
A nuestro juicio, sólo las instituciones de carácter específico, con políticas de circulación cultural claramente orientadas, son capaces de despejar las confusiones generadas por una tendencia a la estandarización y producción en serie de fenómenos culturales. El museo es una de esas instituciones que, por tener la oportunidad de poseer una clara y rigurosaorientación disciplinaria, tiene en sus manos la posibilidad de formar públicos ávidos de profundizar en el tema que le propone la institución. El museo, la biblioteca, el teatro, son espacios a los que tanto iniciados como especialistas concurren asiduamente, no sólo para ver “qué pasa” sino para dejarse atravesar por las miradas que sobre un campo específico de la producción cultural puedan proponerse, que posibiliten la formación de juicios estéticos para enriquecerlos interiormente, ampliando su deseo por conocer y conmocionarse.

* Jorge Figueroa es crítico de Arte e investigador; Carlota Beltrame es artista plástica. Ambos son docentes de la carrera de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán.

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