DEPORTES › BOCA VENCIO A RIVER EN EL SUPERCLASICO REANUDADO Y CON POCO VUELO FUTBOLISTICO

Ganó en la red y goleó en la actitud

Con dos tantos de Gary Medel, una actuación interesante de Riquelme y un marcado deseo de protagonismo, el equipo de Alves logró su segundo triunfo del Clausura ante un rival muy limitado que ni siquiera arriesgó cuando cayó en desventaja.

 Por Ariel Greco

Boca pudo lamerse las heridas. En su peor momento, golpeado por las luchas internas, hundido en los últimos lugares con la valla más vencida del campeonato, justo se le cruzó en el camino River, para dejar de lado, al menos por unos días, todos sus problemas. Entonces, ayer, la defensa estuvo firme, a ninguno de los jugadores les faltó actitud, no hubo reproches de falta de solidaridad, Riquelme fue el líder que se le reclama y buscó de todas las maneras que Palermo marcara el gol 219... Incluso Diego Maradona pareció sumarse a la fiesta, en la tarde que se reconcilió con la gente de Boca. Y hasta los dirigentes deben haber festejado unidos por una victoria tan importante como necesaria. Como nunca, lo mejor que le pudo pasar a Boca fue River.

Desde que terminó el juego, todas las preguntas a los protagonistas pasaron por la actitud. Si Boca puso más, si River metió menos. Y si bien es cierto que hubo una actitud distinta entre ambos equipos, esa diferencia no pasó por quién levantó más la pierna o quién corrió dos metros menos: la actitud diferente estuvo en la manera de encarar el partido, de asumir el protagonismo en los instantes claves del juego, de saber superar los malos momentos y de sacar provecho de los buenos ratos o de las circunstancias favorables. En todos esos aspectos, Boca estuvo por encima de River y, por eso, ganó con justicia en un clásico que dejó muy poco fútbol y que estuvo acorde con la realidad que viven ambos equipos.

La primera diferencia entre ambos radicó en que Boca, con todas sus limitaciones, con una defensa improvisada que invitaba a ser atacada por todos los flancos y con una estructura que no ofrecía garantías, arrancó dispuesto a asumir el riesgo de ir a ganar el partido. Para ello, Riquelme se paró decididamente como tercer delantero, saliendo del embudo que pretendían armarle los dos volantes de contención de River y evitando que los laterales visitantes pudieran adelantarse.

Por el contrario, River salió enamorado del empate, con un esquema que muy pronto quedó al descubierto. Cuando Medel, en un offside de TV, aprovechó la avivada de Riquelme –al ejecutar un tiro libre por abajo de la barrera– y metió el puntazo goleador, el planteo de Astrada quedó rengo. Borrado Rojas, con Almeyda y Ahumada jugando de lo mismo y con los dos laterales obligados en posición defensiva, Gallardo quedó como único generador de juego, con dos centrodelanteros que buscaban por el medio, tentados por la aparente fragilidad de los centrales de Boca. Y lo cierto es que más allá de mostrarse rústicos y expeditivos, tanto Bonilla como Luiz Alberto se las ingeniaron para neutralizar los tibios intentos por arriba de River. Y en la única que el equipo de Astrada intentó por abajo, Canales se retrasó y dejó en posición de gol a Funes Mori, que se nubló ante García y, literalmente, le entregó la pelota en las manos.

El inconveniente para River es que ni siquiera con un gol en contra intentó cambiar. Con el 0-1 siguió con la misma postura. Y ahí radicó el principal mérito de Boca. A pesar de la ventaja, en el arranque del segundo tiempo Boca salió dispuesto a liquidar el partido, ante un adversario que proponía muy poco. Con más fluidez en el trato de la pelota, con los toques de distensión de Riquelme y con el empuje que le daban Medel y Méndez en la mitad de la cancha, el equipo de Alves no dejó pasar la oportunidad. Riquelme le marcó el camino a Monzón, que dejó desparramado a Ferrari y tocó al medio para la llegada de Gaitán. En una de sus pocas acciones productivas del juego, el delantero dejó pasar la pelota para la llegada vacía de Medel, que no dudó para sacar un remate potente para someter a Vega.

Recién ahí pareció reaccionar River y, en especial, Astrada. Pero ya era tarde. Boca tenía la situación controlada con el manejo de Riquelme, sus defensores y García habían ganado otra confianza y ni siquiera la expulsión de Medel lo hizo tambalear, más allá de un remate de Gallardo y otra entrada mal resuelta de Funes Mori. Sólo quedó tiempo para que la hinchada de Boca festejara un nuevo clásico y le recordara a su adversario el flaco promedio con que arrancará el próximo torneo al grito de un inimaginado hace un tiempo “el que no salta, se va a la B”.

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Riquelme lleva la pelota ante la marca de Díaz.
Imagen: Gonzalo Martinez
 
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