DEPORTES › CRONICA DE LOS DIEZ AÑOS QUE CONDUJERON AL HISTORICO DESCENSO

El final de la década perdida

La crisis terminal de Independiente arrancó con una debacle económica, que luego derivó en el declive deportivo. A medida que aumentaban las deudas, hasta los actuales 330 millones, se achicaba el promedio. La gestiones de Ducatenzeiler, Comparada y Cantero.

En un club que se va al descenso, el derrumbe de su economía suele anticiparse al declive futbolístico. Es muy difícil que suceda al revés. Independiente confirma esa ecuación dolorosa y, por ser tan grande como su gloria pretérita, hace más ruido en la caída. Cuando las deudas se disparan –329,8 millones de pasivo en la actualidad–, lo más probable es que los números del temido promedio se achiquen. En tres temporadas sucesivas, el equipo sacó 43 puntos, 47 y 38 en la actual 2012-2013, que ya es la peor de este ciclo. Hace casi diez años, cuando esta crisis terminal se anticipaba, Andrés Ducatenzeiler, el presidente que llegó al poder con el 76,5 por ciento de los votos, antes de salir eyectado, declamaba: “Que quede claro, estamos ante una opción de hierro: el año que viene iniciamos el jubileo del centenario o jubilamos los sueños de muchas generaciones de independentistas”. Lo decía en las vísperas del centenario, el 1º de enero de 2005. La segunda posibilidad fue la que se cumplió.

Por la misma época, y cuando un visionario como Ray Bradbury sólo podía anticipar el descenso, Ricardo Bochini afirmaba: “Es muy fácil interpretar lo que pasa. El fútbol está manejado por gente que no tiene capacidad. Es como si a mí me pusieran a construir un edificio si no soy ingeniero o arquitecto”. Corría 2004 y decía que el problema venía de más lejos. “Diez o doce años” según el ídolo más grande en la historia del club. Aquellas palabras encajan a medida en este presente.

Cualquier hincha de Independiente podría situar donde quiera el primer antecedente de éste, el peor momento de su vida deportiva. O colocar nombres como si fueran mojones en un largo camino de responsables: Julio Comparada, Julio Grondona –que lo impulsó a aquél como su candidato para suceder a Ducatenzeiler– y Javier Cantero. Personajes que no llegaron a ser presidentes, aunque influyeron en la vida interna del club, hubo más: los empresarios Daniel Grinbank y Samuel Liberman y los sindicalistas Hugo Moyano y Luis Barrionuevo; por citar a los más famosos. También hicieron su agosto a costilla de la institución, intermediarios y barrabravas que Cantero enfrentó con valentía. Consultoras como Deloitte & Touche y hasta la UOM tuvieron una presencia cuestionada por diferentes razones. Casi nadie se salva de las críticas, aunque Comparada y Cantero son a Independiente y a la mayoría de las opiniones, lo que José María Aguilar y Daniel Passarella a River en vísperas del descenso.

San Lorenzo había señalado el camino de los grandes caídos en desgracia en 1981 y lo siguió Racing en 1983 cuando descendió. Con dos años de diferencia, igual que en la década del ’80, ahora se repite la historia. A mediados de 2011, lo inimaginable pasó: River bajó a la B Nacional. Independiente completa hoy esa cuadratura del círculo.

A este presente futbolístico, en suma, puede caberle la definición con que la tesorería del club describió su pasivo de casi 330 millones de pesos: “La inercia con que venía la institución no permitió ponerle freno a la situación”. La deuda crecía mientras el promedio del descenso se empequeñecía. En 2006, el Rojo debía 26 millones de pesos, que en la temporada 2009-2010 se fueron a 144.394.145,54 pesos y en el ejercicio siguiente a 190.676.709. Cuando Cantero le ganó las elecciones en diciembre de 2011 al oficialismo de la Nueva Generación Roja –que llevaba como candidato a Baldomero “Cacho” Alvarez, un ex intendente de Avellaneda apoyado por Moyano–, acusó que el pasivo ascendía a 338 millones.

¿Cómo pudo crecer tanto en apenas unos meses, de mediados del 2011 a fines de ese año o principios del 2012? Comparada supo dar una respuesta: “Hubo que endeudarse para crecer”. La reinauguración del nuevo estadio Libertadores de América el 29 de octubre de 2009 podría explicar en parte esa lógica de endeudamiento. Como también las innecesarias contrataciones de jugadores (llegó a tener 47 profesionales en una temporada) o apuestas a proyectos futbolísticos que fracasaron con César Luis Menotti como manager y Américo Gallego y Daniel Garnero como técnicos.

Nunca hay una sola razón que explique la magnitud de un derrumbe total como el de Independiente. La combinación de problemas deportivos y económicos es evidente. Los dirigentes pueden haber reforzado tarde y mal el plantel, como Cantero. Pero el actual presidente se hizo cargo de un club donde en un año y medio no cobró un peso de los derechos televisivos que sí se había gastado a cuenta su antecesor, Comparada, el propietario de la compañía de seguros El Surco, que contrata la AFA para cubrir los accidentes que se producen en los estadios.

Lo de Independiente, claro, no fue un accidente. Se pudo prever: Por eso, ¿qué hizo Grondona para impedir el derroche cuando estaba en condiciones de evitarlo por ser el máximo responsable del fútbol argentino? ¿Por qué aquel dirigente que había sido presidente de la AFA y el club simultáneamente entre 1979 y 1981, no tuvo un rol más activo en una institución que sigue concursada desde 2005 y con una deuda post concursal abrumadora?

En la cancha, también le fue mal a Ramón Díaz como técnico, quien no sacó ni el 40 por ciento de los puntos en juego. En su tercer regreso al club, Américo Gallego ilusionó a los hinchas, pero sus números finales resultaron lapidarios: cinco victorias, nueve empates y diez derrotas. Lo sucedió Miguel Brindisi cuando otros candidatos esquivaban a Independiente como si les pesara la responsabilidad de dirigirlo. Parecía que enderezaba el rumbo y consolidaba una remontada que hacía temblar a Argentinos Juniors. Pero decayó en las últimas cuatro fechas y sacó dos puntos de doce (empates con Belgrano y Estudiantes, derrotas con River y San Lorenzo).

Siete técnicos dirigieron al equipo en apenas tres temporadas. Un goleador de eficacia probada como Ernesto Farías pasó de un comienzo alentador a un rendimiento preocupante. Algo parecido sucedió con Daniel Montenegro, quien prometió seguir en el club aunque el equipo descendiera. Terminaron jugando demasiados pibes. Tomaron la responsabilidad de afrontar el último tramo de un campeonato que anticipó la crónica de una muerte anunciada, al decir de García Márquez. La Copa Sudamericana ganada en diciembre de 2010 fue un espejismo. Ese mismo año, Independiente salió último en el torneo Apertura con apenas 14 puntos. Fue el preanuncio de lo que vendría dos años y medio después: este descenso histórico.

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Unos lloran, otros no quieren mirar, otros se abrazan. Los hinchas de Independiente sufrieron con el descenso.
 
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