DEPORTES › POR QUE COMPRAR TICKETS PARECE MAS DIFICIL QUE GANAR EL MUNDIAL

Entradas para pocos, sorteos para muchos

El sueño de miles de argentinos de ver a Messi y Cía. en Brasil 2014 se derrumba cada día. Aquí algunas de las razones para entender los pormenores de un sistema de adquisición injusto.

 Por Gustavo Veiga

Los argentinos ofertaron por 228.959 tickets, recibirán apenas 4493.

La puesta en escena de una desusada transparencia en la venta de entradas para el Mundial de Brasil es tan fingida que muestra al sistema de sorteo como la panacea. Cualquier dirigente de la FIFA con cierto peso en las decisiones puede comprar boletos por miles de dólares y vendérselos después a familiares, amigos o a quienes desee. Ocurrió en Sudáfrica 2010 y nada garantiza que la experiencia no se repita en el 2014. “Yo pagué 70 mil dólares en tickets hace tres años”, confesó un ex directivo a Página/12. El sobrino del presidente, Philippe Blatter, tiene el cargo más alto en Infront Sports & Media AG, uno de los accionistas de Match Hospitality, que comercializa las localidades corporativas o incluidas en paquetes turísticos. Una relación mercantil de ese tipo no es muy diáfana que digamos. En la Argentina, por la venta anticipada de aquellas entradas VIP, Rotamund, la socia histórica de la AFA, ya habría vendido a razón de siete millones de dólares. El negocio a escala global está en manos de unos hermanos mexicanos, los Byron –Jaime es el CEO del grupo–, que tienen oficinas en Manchester y quieren recuperar el dinero perdido en el mundial anterior.

Primero se sortearon 889.305 entradas y los hinchas argentinos consiguieron arañar apenas 4493. No se tomó en cuenta la fecha del pedido, pero la demanda superó con holgura a la oferta. El lunes pasado, la FIFA colocó otras 228.959 localidades que se asignarán según el orden de llegada de las solicitudes, con plazo hasta el 28 de este mes. El 8 de diciembre, con el calendario de partidos del Mundial ya difundido (el 6 se sorteará en Costa do Sauipe, Salvador de Bahía), será la última oportunidad para hacerse de una entrada de manera masiva. Así nos hacen creer Blatter y sus socios que todo el mundo –todo el mundo que posea una tarjeta de crédito– puede ilusionarse con ver en Brasil a Lionel Messi, Cristiano Ronaldo –siempre que se clasifique con Portugal– o Neymar.

Pero los mecanismos de transparencia que difunde la FIFA y la posibilidad de adquirir una entrada en igualdad de condiciones parece una boutade. Como todo espectáculo que presume de su convocatoria, la popularidad planetaria del fútbol no lo diferencia de un recital de la banda de rock más conocida o de cualquier otro entretenimiento masivo. Cada uno tiene sus Very Important Person (VIP), que pueden pagar lo que exijan los dueños del negocio. En este caso, la pelota tiene su precio. Y las entradas para la gente de mayor poder adquisitivo pueden valer hasta 10.000 dólares incluidas en un paquete que contiene un crucero que recorrerá las sedes mundialistas marítimas que ofrece Brasil (Río de Janeiro, Bahía o Recife, por ejemplo).

En la Argentina, a esos tickets del sistema Hospitality, los comercializan cuatro empresas: Rotamund, Turicentro, Cartan Tours y MundoReps. La primera es la de más fluida y sostenida relación con la AFA. Está en el mercado desde 1963, la controla una familia (los padres, Roberto Petti y Laura Olivari y sus tres hijos varones). Julio Grondona, quien es apenas un poco mayor que Roberto, estaría asociado con él en un emprendimiento hotelero en la ciudad santacruceña de Calafate. Un socio más completaría el trinomio: uno de los hermanos mexicanos Byron, dueños de Match Services y Match Hospitality que controlan el multimillonario negocio de las entradas asociados a la FIFA y sin licitaciones que compliquen sus operaciones garantizadas.

Jaime Byron, la cara visible de estas empresas, se la pasó viajando por el mundo todo este año con la función de bendecir a los operadores de cada país que tienen la exclusividad para colocar las entradas VIP. Estuvo en México, Costa Rica, Colombia y la Argentina, entre otros, presentando el sistema Hospitality. Aquí fue recibido por el embajador brasileño Everton Vieira Vargas en la sede diplomática, donde también se reunió con Carlos Gianni, presidente de Turicentro, otra de las compañías que tiene una porción de las ventas por paquete en la Capital Federal y Rosario.

Este sistema para procurarse boletos en ubicaciones privilegiadas, Rotamund lo vende desde agosto de 2012. Ya habría colocado paquetes por siete millones de dólares y sólo le quedan entradas de las más baratas por 1700 dólares. Deben adquirirse de a cuatro y para un solo partido, según les informaron a interesados que marcaron el número telefónico de la agencia ubicada en Diagonal Norte al 800 y que fueron atendidos después de marcar la opción 4, “Mundial 2014”. Aquí o en el exterior, resulta evidente que el Hospitality es un negocio llave en mano para los buenos amigos del poder futbolístico. Según medios brasileños, Match Services le pagó a la FIFA un canon de 120 millones de dólares por los Mundiales 2010 y 2014.

Una agencia de turismo nacional o el mismísimo sobrino de Blatter, Philippe, presidente ejecutivo de Infront Sports & Media AG, accionista de Match Services junto a sus socios Byron Holding y Eurotech Global Sports demuestran lo apetitoso que es el negocio. Y no cualquiera ingresa a este círculo de elegidos sin permiso. Lo demás, o las entradas que los dirigentes de la FIFA se reservan, se pueden repartir entre los familiares, amigos o compromisos sociales que devienen del fútbol. “Cualquiera ahí adentro no puede comprar, pero un dirigente del nivel de Grondona sí, ni que hablar de Blatter”, comentó el directivo que para el Mundial de Sudáfrica se quedó con algunas entradas de clavo. “Las vendía al precio que las había comprado”, aclaró por las dudas.

Cada asociación afiliada a la FIFA también dispone de unos 700 tickets para ofrecerles a los integrantes de la selección nacional, sus familiares y allegados más cercanos. Esa cantidad –aseguran las fuentes consultadas para esta nota– se vende rigurosamente a los valores oficiales. En el Mundial 2010 quedó en evidencia que con esos boletos o con otros, no resultó así. Decenas llegaron a manos de barrabravas de Hinchadas Unidas Argentinas (HUA).

Un asesor del presidente de la AFA, que no es dirigente, la pasó muy mal en Sudáfrica la noche previa a un partido del seleccionado que dirigía Diego Maradona. Por error, un pesado de la barra confundió su habitación del hotel con la de un directivo que le había prometido el suministro de entradas. Casi le tira la puerta abajo. El atribulado colaborador de Grondona le confió la anécdota a este periodista hace un tiempo.

En la AFA sugieren que nada tienen que ver con el desarrollo de la venta, que la responsabilidad es íntegramente de la FIFA, aunque manejan cierta información. “La versión que tenemos es que a muchos argentinos que salieron favorecidos en el sorteo no pudieron cobrarles las entradas porque sus tarjetas de crédito no tenían respaldo en el banco.” No se dieron más precisiones cuando la consulta avanzó hacia los nombres de los compradores. Este sería un problema minúsculo, si se lo compara con las proyecciones que dio Byron cuando pasó por la Argentina: “Nuestro objetivo era igualar la magnitud de Alemania 2006, el Mundial más grande que se realizó hasta el momento, pero Brasil está explotando y será muy superior”.

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