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El “triunfazo” de Boca en Ecuador no debiera engañar a los hinchas

La calificación que mereció el resultado, logrado en los minutos finales, no alcanza al rendimiento del equipo, que no consigue levantar vuelo desde los últimos días de Bianchi.

 Por Facundo Martínez

El triunfo de Boca en Guayaquil, 2-1 ante el Emelec, sobre el final y gracias a dos errores groseros de los deslucidos ecuatorianos, puede tranquilizar a los boquenses en función del resultado, ya que ahora el equipo de Oscar Tabárez comparte la punta del Grupo 6 de la Copa Libertadores junto al Wanderers de Montevideo, aunque con una menor diferencia de gol, pero no puede dejar de preocupar si se analiza la producción en sus últimas actuaciones, caracterizada por la falta de orden y alternativas en ataque y por el nerviosismo reinante en el momento de resistir los asaltos rivales. La caras del entrenador Tabárez, que la televisión logró capturar en la madrugada del jueves, fueron convincentes: desconcierto, porque el equipo está lejos, demasiado lejos de la contundencia de los años pasados y aunque pueda hacer buenos partidos, como contra Belgrano y Colón, también puede sufrir con facilidad.
Boca ganó en Guayaquil, pero estuvo muy cerca de caer frente a un equipo tan pobre en ideas que una derrota de los argentinos hubiera significado la puerta de entrada a una nueva etapa de desesperanza. La clave fue quizás el ingreso de Marcelo Delgado y del repatriado Héctor Bracamonte, quien tuvo incidencia en los dos goles del equipo argentino: en el primero saltó a cabecear junto al defensor Zambrano que estiró la mano para desviar la pelota (el penal lo ejecutó y convirtió el Mellizo Guillermo Barros Schelotto) y fue el autor del cabezazo que marcó la diferencia, tras aprovechar otra torpeza defensiva de los locales. “Era increíble, salté ahí con el arquero, le erró el manotazo y la cabeceé, pegó en el defensor, entró y no lo podía creer”, recordó ayer el delantero procedente del Badajoz.
Hablar de “triunfazo”, mientras perdura la sensación de que de no ser por los errores del rival Boca podía continuar sin encontrar el gol hasta el final, es injustificado. Porque, valga la comparación, lo que se vio de Boca ante los ecuatorianos no pareció distinto a lo que se había visto en el empate frente a San Lorenzo y la agónica igualdad ante Gimnasia en la Bombonera. Y con esto queda claro que la baja producción del equipo –que comenzó en los últimos meses de la era de Carlos Bianchi y continúa ahora con Tabárez– nada tiene que ver con las ausencias de Mauricio Serna y Juan Román Riquelme, que no viajaron a Ecuador, pero sí estuvieron presentes en las otras actuaciones igualmente opacas.
En estos momentos, el problema no es que el equipo no tenga recambio; al contrario, parecen sobrar los jugadores, muchos de ellos juveniles aunque en su gran mayoría con bastante experiencia. Se sumaron refuerzos que están rindiendo bien, como Diego Crosa, y otros que aún no han podido alcanzar un nivel digno, de jerarquía. También llegó un croata, Antonio Franja, quien desde hoy estará a las ordenes de Tabárez; un zurdo habilidoso –dicen– que estará a prueba para ver si se queda o no.
La velocidad con que se juegan los torneos actuales impiden que se pueda pensar todo el tiempo en los errores, pero Boca está obligado, al menos hasta que la mejora sea notable, a la autocrítica tanto como a la proyección. El domingo, en la cancha de San Lorenzo, el rival será Chacarita; no estará Guillermo porque Tabárez decidió cuidarlo para el superclásico, ya que tiene cuatro amarillas, pero volverán Riquelme y Serna.

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Boca llegó ayer a la mañana y se entrenó en Casa Amarilla, bajo la llovizna.
El que está detrás de Delgado es Héctor Bracamonte, el pibe que convirtió el gol de la victoria.
 
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