DEPORTES › MARTINO EN EL PEOR MOMENTO DE SU CICLO

Socio de la frustración

Desde que se hizo cargo de la Selección, el Tata intentó reivindicar con un título a esta generación de jugadores que lidera Lío Messi. En ese tozudo derrotero chocó dos veces con la misma piedra: Chile.

 Por Miguel Hein

“Perdedor, como los once que salieron a la cancha”, fue el calificativo más liviano que recibió Gerardo Martino al perder la final de la Copa América Chile 2015 y que probablemente vuelva a enfrentar cuando regrese al país. Sin duda, aquel resultado lo hundió en el peor momento en su corto trayecto como técnico de la selección argentina, iniciado el 12 de agosto de 2014, una herida que se profundizó anoche, con la segunda caída consecutiva en una final ante el mismo rival, aunque esta vez la geografía fuera la de Estados Unidos. A la luz de los hechos de ayer, el Tata puede asegurar que el infierno siempre sorprende con un nuevo círculo, al que descendió con el duro golpe de quedar segundo en la Copa América Centenario 2016.

Mucha agua ha corrido debajo del puente, antes y durante estos dos momentos tan amargos de la trayectoria como entrenador nacional de este hombre de 53 años, nacido y criado en Rosario, una ciudad donde se respira, se come y se bebe fútbol.

Cuando sucedió a Alejandro Sabella, Martino tomó un equipo que tras perder frente a Alemania la final del Mundial de Brasil 2014 quedó preso de una frustración cuyo alcance es notorio inclusive hoy en algunos futbolistas que estuvieron en ese partido. El aire fresco que siempre aporta un cambio de entrenador pareció suficientemente motivador en el principio del ciclo del Tata, que debutó en un amistoso que la Selección le ganó 4-2 a Alemania, promocionado como la revancha de la final jugada en Río de Janeiro un mes y medio antes.

Desde el comienzo de su gestión, el técnico que había clasificado a Paraguay al Mundial de Sudáfrica 2010 eligió ratificarles la confianza a la mayoría de los integrantes del plantel subcampeón del mundo, ni más ni menos porque consideraba que eran los mejores. Fueron esos jugadores los encargados de interpretar en la cancha una idea futbolística bastante más ofensiva que la pregonada por Sabella, criticado por refrenar los ímpetus ofensivos de varios seleccionados en aras de un mayor equilibrio.

En menos de un año, la idea del Tata fue sometida a una prueba exigente. En la Copa América de Chile, Argentina terminó líder en su grupo, luego de empatar 2-2 con Paraguay y de vencer a Uruguay y Jamaica, en ambos casos por 1-0. En cuartos superó en los penales a Colombia luego de igualar 0-0 en los noventa minutos reglamentarios y en las semifinales obtuvo un 6-1 histórico frente a Paraguay. Más allá de los desniveles en el juego, la Selección llegó con mucha ilusión a la final ante el dueño de casa, que estaba jugando un gran torneo. La historia ya conocida muestra que Argentina y Chile terminaron 0-0 y que la selección trasandina conquistó su primera Copa América al vencer en una definición por penales en la que fallaron Higuaín y Banega. Este fue el segundo gran golpe para un plantel casi calcado respecto del que estuvo en la Copa del Mundo 2014. Las consecuencias de la derrota parecieron devastadoras, tanto que Mascherano y otros hasta pusieron en duda su continuidad en la Selección.

Después de tamaña decepción, Martino no dijo mucho, pero hizo algo básico en su manual: le ratificó la confianza a esos jugadores, y como prueba de ello convocó a la mayoría para comenzar las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial de Rusia 2018. No fueron pocos los que juzgaron esto como una apuesta a perder siempre, y los resultados parecieron darles la razón: 0-2 ante Ecuador en el Monumental, 0-0 con Paraguay en Asunción, 1-1 con Brasil en River… Recién en la cuarta fecha, la Selección enderezó el rumbo y derrotó a Colombia por 1-0, en Barranquilla. Este encuentro pareció marcar la resurrección del equipo de Martino, que empezó a mostrar identidad aunque faltara Messi, el portador del ADN, perseguido por una racha de lesiones. Y ese afianzamiento encontró pilares en jugadores que pedían a gritos una oportunidad y que no la desaprovecharon. Mercado y Funes Mori en la defensa son los casos más emblemáticos, aunque también cabe señalar a Banega, quien pudo aportar desde esa nueva función en la que es utilizado en los clubes europeos.

Es cierto que no hubo muchos retoques de nombres, pero a Estados Unidos llegó una selección obligada a dar solidez a la idea con la conquista de un título que hace veintitrés años se le niega a la Selección. No pudo ser.Y son muchas las cosas que deberá replantearse Martino para corregir este rumbo de frustraciones, este verdadero síndrome de subcampeón que se apoderó de la Selección.

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Martino vuelve de Estados Unidos lleno de pena y sin gloria.
Imagen: afp
 
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