DEPORTES › ENTREVISTA CON RONALDINHO GAUCHO

“En cada partido hay un jugador que me impresiona”

El mejor futbolista del mundo, elegido la semana pasada por los seleccionadores de la FIFA, admite que se entrena hasta en su casa y que trata de imitar y tener características de varios de sus colegas. “Tengo la vida que soñé”, asegura el delantero, que ya fue campeón del mundo con Brasil y que quiere repetir con el Barcelona.

Por Ramón Besa*
Desde Barcelona

Ronaldo de Assis Moreira, Ronaldinho, no pierde la sonrisa ni cuando se sienta en la silla del dentista. El 10 del Barça, ya campeón del mundo con Brasil, se siente dichoso y es capaz de compartir su felicidad, ya sea con un niño o con un periodista, sin que varíe la intensidad. Mucho más después de haber sido coronado como el mejor futbolista de 2004 por los seleccionadores de la FIFA, por encima del francés Thierry Henry y el ucraniano Andrei Shevchenko.
–¿Se considera el mejor jugador del mundo?
–Me considero un jugador que pasa por un momento muy bueno. Me siento feliz. Entiendo, de todas maneras, que soy joven, tengo 24 años, y que me queda camino por recorrer. Tengo mis virtudes y acepto que se diga que tengo imaginación y que intento inventar en la cancha, pero hay muchos jugadores que me gustan. Cada vez que pongo la televisión veo a un futbolista que me impresiona y del que me gustaría tener algo suyo, algo con lo que me quedo.
–¿Por ejemplo?
–Miro a Zidane y me digo que me gustaría hacer las cosas con tanta facilidad como las hace él. Me fijo en Puyol y me digo que me encantaría tener su fuerza. Podría seguir con otros. A veces veo a un futbolista rápido y pienso: “Si pudiera tener esa punta de velocidad”. Me basta con mirar a mi alrededor: qué facilidad goleadora tienen Eto’o o Ronaldo. Las pediría para mí y les contemplo para mejorar. Me digo: “Tengo que entrenarme para ser un poquito como aquél, otro poquito como aquél, otro...”.
–¿Cree que el talento se entrena? ¿No hay en su juego una parte entre intuitiva y natural que le permite aparecer como un futbolista singular cuya onda expansiva ha aportado un aire nuevo y extrovertido al juego? Más que entrenarse, ¿no juega para divertirse?
–Yo me entreno, y no sólo la parte física, sino también la técnica. El fútbol es entrenamiento. Hay que entrenarse todo el día y con dedicación, los gestos técnicos acaban por salir de forma natural. Yo, al menos, me entreno en el campo y en casa. Visualizo una jugada que me gustó, proceso la maniobra y la practico hasta que me sale. No sé si, al final, se parece o no a la que es el referente. En cualquier caso, no paro hasta que acaba por complacerme. Miro cualquier partido de la liga alemana, de la inglesa, de la argentina o de la brasileña. Si te fijas, siempre hay un futbolista que hace una jugada diferente. A veces es una gambeta; otras, un pase o incluso te puede emocionar una acción entera. A partir de ahí te das cuenta de cosas que no tienes y que puedes aprender si las practicas.
–Ronaldo es su referente, ¿sigue siendo su ídolo o ha pasado a ser uno más de los jugadores en los que se fija para procurar imitar las jugadas que le interesan?
–Es imposible que Ronaldo sea uno más. Es un ídolo en Brasil. Yo jugué con él y, además, soy su amigo y como persona es también un fuera de serie. Tengo una prueba de que para mí también es mi ídolo: una foto juntos cuando él tenía 17 años y yo 13. Un tiempo después tuve la suerte de competir a su lado. He jugado con Ronaldo, Romario, Rivaldo..., futbolistas que en poco tiempo pasaron de ser mis ídolos a convertirse en compañeros. Es bueno recordar, no parar de mirar y entrenarse para aprender, por creativo que uno sea.
–¿Pegan mucho los zagueros españoles?
–Normal. Los delanteros somos los que recibimos más faltas. Jugar de espaldas, como me ocurre a veces, también favorece el contacto porque el defensa acude a sacarte el balón y, si no lo encuentra, da con el tobillo. La parte del cuerpo que más sufre es el tobillo. Hay que saber jugar con dolor. Aguantarse. No cuesta tanto.
–No ya de dolor, pero ¿lloró usted alguna vez?
–Muchas. Lo que ocurre es que yo lloro para adentro. Las lágrimas se meten en el cuerpo en vez de resbalar por las mejillas. Me enfado a menudo. Tengo un pronto... Pero se me pasa rápidamente. Puedo tener tantas ganas de llorar como de reír y no se aprecia.
–Usted le cambió la cara al Barça. En pocos meses dejó de ser un club triste para convertirse en risueño, como si su sonrisa contagiara al barcelonismo.
–Siempre me expresé de esta manera. Soy feliz por ser como soy. Me siento a gusto conmigo mismo. Desde que llegué a Barcelona, se me trató con mucho cariño y, por tanto, es imposible no ser feliz. ¿Por qué me tengo que poner serio? ¿Por jugar un partido de fútbol? ¿Por una entrevista? Tengo la vida que me gusta y soy transparente. Me gusta reírme, hacer bromas, hacer amigos a cada hora. Tengo la vida que soñé.
–A efectos numéricos, sin embargo, su final de la temporada pasada parece mejor que el inicio de la presente. ¿Perdió protagonismo, sobre todo goleador, en la misma medida que lo ganó el equipo? ¿O resulta que usted es imprescindible por la confianza que transmite al conjunto?
–Me resulta complicado hablar de mí y de mi importancia. Estoy contento en el campo. Me siento útil y procuro ayudar siempre. Independientemente de cómo me encuentre, pienso que en cualquier momento, sobre todo cuando las cosas son difíciles, puedo pedir la pelota y jugármela: a veces sale bien y otras no. El problema es cuando no juego: no puedo hacer nada que no sea chillar. Me es muy difícil estar fuera del campo porque siempre que juego creo que puedo hacer algo.
–Por lo que se ve usted sufre mucho más en el banco, como hincha, que como jugador, aunque esté lastimado.
–No sirvo para hincha. Si no estoy jugando, prefiero no mirar al campo. Se sufre mucho cuando no se puede jugar. No puedo.
–El Barça está completando una temporada espléndida, un factor decisivo para su continuidad. Más que la mejora de su contrato, usted pidió que el club armara un equipo competitivo.
–Sí. El objetivo del primer año era limitado porque había muchos cambios en el club y en el equipo. Había que asegurarse la clasificación para la Champions y garantizarse la formación de un buen conjunto. Las cosas han salido como estaban previstas. Tenemos un equipo fuerte y estamos contentísimos porque en cada partido adquirimos más confianza, sin reparar en los resultados.
–¿Hay algún otro equipo que le guste más que el Barça?
–Me gusta el estilo que tiene el Barcelona, pero también me gusta ver jugar a otros equipos. El Arsenal, por ejemplo, juega muy rápidamente; el Madrid es un equipo muy técnico; la Juve resulta muy compacta y fuerte tácticamente. Me gustan algunos de sus futbolistas. Al Madrid lo respeto por la calidad de sus jugadores. Hay que tenerlo en cuenta por el plantel. Pero el Barcelona no tiene miedo a ningún rival.
–¿La clave del Barça es la velocidad de ejecución de su juego?
–Nuestra fuerza está en el equilibrio. Tenemos defensas rápidos, centrocampistas técnicos, delanteros que se mueven bien. Unos marcan el tiempo de juego, otros le dan velocidad y también hay que contar con los que pelean para que podamos tener el balón.
–Usted lleva el 10, la camiseta mágica del fútbol, aunque al parecer su número fetiche es el 21.
–Sí. Cuando llegué al Paris Saint-Germain, el 10 ya estaba dado. Entonces, una niña de Porto Alegre, mi ciudad, me empezó a mandar cartas diciéndome que pidiera el 21 porque era mi número. La documentación que me envió aseguraba que casi todo lo que me ocurre tiene algo que ver con 21. Mi nombre tiene 21 letras, marco goles el día 21, firmé mi contrato con el Barça un 21. Todo acaba en 21.

*De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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