DEPORTES › LA GENTE SE ACORDO DE RIVER, LA SELECCION Y JULIO GRONDONA

La vuelta olímpica vino con dedicatoria

 Por Facundo Martínez

Boca festejó ayer su octavo título bajo la conducción de Carlos Bianchi: seis durante su primera etapa, entre 1998-2001, y dos, el de ayer y la Libertadores desde su regreso al club en diciembre de 2002. Lo hizo a lo grande: con vuelta olímpica, avioncito, corridas y trepadas al alambrado, frente a la euforia de sus hinchas, que no paraban de agitar sus remeras, y a un pequeño grupo de simpatizantes de Arsenal, que permaneció en la cancha de Racing y hasta se animó a aplaudir durante un momento a los nuevos campeones.
Cuando Héctor Baldassi anunció el final del partido, los jugadores de Boca alzaron los brazos y comenzaron a saltar y gritar en el centro de la cancha, mientras los que estaban en el banco de suplentes salieron como disparados para reunirse con los demás; entre ellos, Carlos Tevez, quien no pudo disputar el encuentro debido a la lesión que sufrió ante Independiente y que desató la polémica entre el club, la AFA y el seleccionado Sub-20.
Cuerpo técnico y jugadores corrieron luego desde el círculo central hacia el alambrado que los separaba de la popular y allí compartieron sus alegrías con los hinchas. Sorprendió ver a Tevez treparse de un salto al travesaño del arco, para desde esa posición arengar y prenderse en los cánticos que proponía la hinchada: “Boca ya salió campeón, se lo dedicamos a River, la rep...”. También hubo cantos contra la Selección y contra Julio Grondona, en la que se prendieron prácticamente todos: “La Selección//la Selección//se va a la p.../que lo parió” y “Borombombom/ borombombom/ Carlitos Tevez/ se va a Japón”.
La tradicional vuelta olímpica se dio con los jugadores corriendo en medio de una nube de reporteros gráficos, dirigentes y allegados. Empujones por aquí, empujones por allá, los jugadores completaron el perímetro saltando y cantando, mientras el público aplaudía y la Bonaerense custodiaba que los hinchas no saltaran hacia el campo de juego; durante todo el partido, unos 60 uniformados le habían dado la espalda al público y disfrutado del espectáculo.
En realidad, hubiera alcanzado con media vuelta olímpica, porque la apretujada parcialidad de Boca dispuso apenas de una parte de la capacidad del estadio; la de Arsenal ocupó una parte menor y varios sectores se mantuvieron vacíos.
A su tiempo llegó el avioncito, ya una marca registrada de los festejos boquenses desde la llegada de Bianchi al club. Todos los jugadores y el entrenador corrieron desde el área hacia el mediocampo para volver corriendo abrazados y tirarse al suelo, emulando lo que sería un aterrizaje pintoresco. La euforia y la falta de sincronización, y las alocadas corridas de los reporteros, hicieron que el gesto quedara algo desdibujado, aunque la intención estuvo y los hinchas festejaron igual.
Por último, llegó el turno del uno por uno: Tevez, Battaglia, el Flaco Schiavi, ¡Cascini! –antes resistido y hoy figura– y, especialmente, el brasileño Iarley. Brazos arriba y abajo para el ex Paisandú, que devolvió la atención a los hinchas, para más ovación.
Bianchi fue el primero en bajar al vestuario. Caminó directamente hacia el túnel, mientras al paso, sin mediar detenciones, le sacaban algunas fotos más. Lo siguieron, al rato, Battaglia, el colombiano Perea y Cascini... Entre los últimos en irse estuvo Estévez, demorado por el requerimiento de un cronista, apenas un detalle.

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