ESPECTáCULOS › JORGE LAVELLI HABLA DE “LA HIJA DEL AIRE”, LA PUESTA QUE PREPARA PARA EL AÑO PROXIMO

“Calderón muestra la complejidad del alma humana”

El director y régisseur, radicado en Francia desde hace años, vino a Buenos Aires para realizar audiciones con vistas a la puesta que llevará a cabo en el San Martín. “La hija del aire” es una pieza poco transitada de Calderón de la Barca, un autor que se especializó en retratar personajes del poder.

 Por Hilda Cabrera

Los poderosos suelen ser buenos estrategas, y en el ámbito teatral esa habilidad ha sido mostrada infinidad de veces, de modo violento o en mixturas que reúnen elementos filosóficos, poéticos y políticos, tal como sucedió en algunas de las numerosas obras que escribió Calderón de la Barca, uno de los poetas y dramaturgos más importantes del Siglo de Oro español. Llevar a escena las piezas de este autor del siglo XVII, que retrató al poder controlando hasta los sueños (como lo hace el rey Basilio respecto de su hijo Segismundo en La vida es sueño), implica siempre una aventura. Quien ahora prepara el terreno para un nuevo abordaje es el director y régisseur argentino Jorge Lavelli, radicado en Francia desde hace más de treinta años, con una obra poco transitada de Calderón. Se trata de La hija del aire, pieza calificada de mitológica, de la cual el artista nacionalizado francés en 1977 montará sólo la segunda parte, en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín. En viaje previo al estreno, que tendrá lugar recién en agosto de 2004, Lavelli se ocupa estos días de la elección de los intérpretes para este trabajo que protagonizará la actriz española Blanca Portillo (le está asignado el papel de la reina Semíramis y el del hijo de ésta, Ninias). Llegó trayendo las maquetas del dispositivo escénico, realizadas por Pace, quien se ocupó también de la escenografía de Mein Kampf (una farsa), de George Tabori, una puesta anterior de Lavelli en la misma sala.
El público porteño tuvo ocasión de apreciar la originalidad de este director en varias oportunidades. Lavelli explora con pasión de experimentador en el repertorio clásico y contemporáneo, abogando por un “teatro vivo”. Así lo demostró durante su permanencia al frente del Théâtre National de la Colline de París (fue su director entre 1987 y 1996) y en sus puestas en ciudades europeas, americanas y de Medio Oriente. Entre los últimos montajes en Buenos Aires se recuerdan Macbett, del rumano-francés Eugène Ionesco, Seis personajes en busca de un autor, de Luigi Pirandello, y su régie de la ópera Pelléas et Mélisande, de Claude Debussy, en el Teatro Colón. Portador de varios galardones, entre otros el Gran Premio de las Artes Escénicas, otorgado por la ciudad de París a su trayectoria, Lavelli mantiene reserva sobre la elección del elenco para La hija del aire.
En diálogo con Página/12 explica su situación: “Si pudiera ver teatro todos los días de la semana sería más provechoso. Hay intérpretes que probablemente me interesarían pero no actúan o están trabajando en TV. Por eso organizamos estas audiciones. Así puedo formarme una idea del que se presenta, porque el actor o la actriz elige aquello que cree puede hacer bien”.
–¿Cuál es en este aspecto su experiencia en Buenos Aires?
–Cuando uno pregunta por una actriz que sea inteligente y bella, con imaginación en su trabajo y que sepa mostrar gran violencia, por ejemplo, no me saben responder. Sobre las audiciones no puedo dar todavía nombres definitivos. Sí en cambio anunciar que la española Blanca Portillo va a ser la protagonista. Es una actriz excepcional. Con ella hice una versión de Slaves, de Tony Kushner.
–¿Qué importancia le otorga a la práctica de la audición?
–Una audición es siempre un punto de vista. Sea cual fuere el gesto que el actor hace, o la situación que él mismo produzca, es siempre consecuencia de una elección personal, y ese es, para mí, un principio de gran valor. Hay motivos para que una persona elija una cosa y no otra. Esa es otra prueba de que en el teatro se dan los códigos de la vida. Uno mismo está siempre creando situaciones que lo condicionan como persona. Es una actitud, y no solamente un rasgo de claustrofobia, entrar a un lugar totalmente cerrado, por ejemplo, y pedir que se abra una ventana.
–En general, a los artistas con trayectoria les molesta participar de una audición...
–Lo comprendo. En Francia es bastante común que el artista que se presenta a una audición no vaya solo. Se acostumbra llegar acompañado de otro, para que le dé la réplica, por ejemplo. Es más tranquilizador tener cerca una mirada amistosa. Aquí, en cambio, no se busca ese apoyo. Quizá por falta de información, porque si uno observa atentamente la gente de teatro trabaja mucho en grupo. Yo espero no causar ningún trauma.
–Se ha escrito que La hija del aire es una obra semihistórica, mitológica y una meditación sobre el poder y la libertad. ¿Qué opina?
–No es histórica, puesto que está basada en un personaje de leyenda, la reina Semíramis, y en un espacio geográfico, como el de la antigua Babilonia, que no se sabe exactamente dónde estaba ubicado. Pero esto no significa que por la leyenda la obra sea íntegramente mitológica. La reflexión sobre el poder y la libertad universaliza esta pieza poética de Calderón, y yo diría que la convierte en obra política. Semíramis era una reina de ambición desmedida, primero secuestrada, como ocurre con algunos personajes de Calderón (el príncipe Segismundo de La vida es sueño, por ejemplo) y después liberada por un general que le guarda fidelidad. En mi puesta solamente se verá la segunda parte de esta obra, cuando ya han ocurrido varias muertes, incluida la del rey, y circulan fuertes rumores de que fue ella la que lo envenenó.
–¿Por qué dice que es una obra política?
–Política y filosófica, porque es interesante comprobar que la ascensión al poder de Semíramis se corresponde con un entretejido de compromisos pactados con los que la rodean. En ese sentido digo que es política. Esta mujer va armando su plataforma. El heredero natural es Ninias, su hijo adolescente, pero ella lo trata como un incapaz, como alguien sin nervio para gobernar, aunque el joven tenga apoyo popular.
–En Eco y Narciso, otra pieza de Calderón, simbólica y poética, se alude también a la despectiva actitud de una madre hacia su hijo. Esa tiranía sobre los hijos parece una constante en Calderón. ¿Cómo es en La hija del aire?
–Muy compleja, porque Semíramis no quiere desaparecer de la escena política, a pesar de un pasado sospechoso y de un presente en el que convierte a sus enemigos en perros. El tema del poder en esta obra es un asunto social y personal. Aparece otro elemento que me interesa desarrollar: el de la duplicidad. Esta se encuentra en los dos hermanos generales que la rodean y en ella misma. Ninias, el hijo, logra ejercer por un tiempo el poder. A diferencia de su madre, es sensible, humilde. En suma, un humanista. Pero no dura mucho en su función. La madre encarga que lo rapten. Se produce nuevamente ese ciclo reiterativo característico de las obras de Calderón, como el del rey padre Basilio y su hijo Segismundo en La vida es sueño. La duplicidad de La hija del aire aparece nuevamente cuando Semíramis se disfraza de Ninias, y con su gobierno destruye todo lo hecho por el hijo.
–Otra característica atribuida a Calderón es la de mantener un diálogo constante entre lo que se denomina artificial y lo real. ¿Cuál es su punto de vista?
–El teatro es ya un ámbito artificial, pero eso no le impide al autor ser transparente en su discurso. Ni Calderón ni Shakespeare reconstruyen la historia. Lo que muestran es la complejidad de la materia humana. En este aspecto, Calderón, que tuvo una vida increíble por las peripecias que debió afrontar, da prueba de una enorme percepción. Es evidente que en sus obras está hablando de su tiempo. Lo formidable es la idea que él se hace del ser humano, y que es finalmente por la que traspone los límites de una época. Desde este punto de vista, Semíramis es un pretexto para desarrollar el tema del poder.

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Lavelli, varias veces premiado, fue director del Théâtre National de la Colline de París entre 1987 y 1996.
 
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