DIALOGOS › ALEIDA GUEVARA, HIJA DEL CHE

“Al héroe lo define la gente que lo rodea”

“La heroicidad está también en no creerte que eres un héroe, ni siquiera que eres alguien importante”, afirmó a Página/12 Aleida Guevara al recordar a su padre, el Che Guevara. “Mi papá era argentino, era un hombre que nunca olvidó tampoco sus raíces”, señaló.

 Por Oscar Ranzani

–Si bien usted era muy chica cuando falleció su papá, pero por lo que pudo reconstruir o por lo que le contó su madre, ¿cómo era Ernesto Guevara como ser humano frente a la imagen más conocida de líder revolucionario? ¿Esos dos aspectos eran indisociables?

–Completamente indisociables. Es decir, para ser el revolucionario que fue tenía que ser un hombre con gran capacidad para amar, un hombre además romántico. Si tú no tienes esa capacidad de entrega, esa capacidad de sensibilidad humana no puedes arriesgar tu vida por un ideal, es muy difícil. Mi papá era un hombre muy consecuente, un hombre muy honesto. Antes de exigirle algo a alguien se lo exigía a sí mismo y ésa fue la norma de su vida siempre. Por supuesto que, en ese sentido, desarrolla toda una perspectiva humana extraordinaria en el trato con otras personas. Podía ser muy exigente como jefe militar pero siempre muy humano, muy justo. Y sus subordinados de muchos años, aun de la guerrilla y de cuando era ministro de Industria, lo recuerdan muchísimo con un cariño extraordinario. A mí me gusta compartir con ellos porque aprendo cada día algo de esa etapa que yo casi no viví. Y es lindo que muchos años después cuando un hombre ha desaparecido físicamente sus compañeros se reúnen el mismo día que cayó en combate para hacer un trabajo voluntario en su honor. Y al final de la jornada de trabajo recuerdan alguna anécdota de las que vivieron juntos. Y así me voy nutriendo de esa parte de mi papá que apenas conocí.

–Se cuenta que su papá estaba dispuesto siempre a realizar la misión más peligrosa y que eso generaba admiración entre sus compañeros...

–Yo pienso que la heroicidad es mucho más. La heroicidad es todo el conjunto humano en sí, es el no creerte que eres un héroe, el no creerte siquiera que eres un ser importante. Eso es más heroico todavía. Si cuando tú dedicas y entregas lo mejor de tu vida a una causa, sin creerte por ello ser merecedor de algo especial, eso te hace un héroe.

–El héroe no se autodefine.

–No, al héroe lo define la gente que está a su alrededor. Y es algo que mi papá dijo hace muchos años y que a mí siempre me ha gustado mucho: es preferible hacerte seguir que no tener que empujar. Y para realizar eso es necesario ser íntegro, ser consecuente contigo mismo. Y eso es algo que mi papá hizo todo el tiempo.

–El hecho de que Ernesto Guevara dejara a sus familiares por un ideal profundo, ¿le despertó una especie de molestia por no poder disfrutarlo usted?

–Cualquier hijo quiere tener cerca a su papá. Eso es una reacción humana y nosotros somos humanos. Pero cuando tú vas conociendo a la persona, cuando tú vas respetándola y admirándola, empiezas a amar a esa persona y la amas tal como es. La empiezas a entender también. Entonces, te das cuenta que quizás para él también fue un gran sacrificio tener que perderse el crecimiento de sus hijos, el convivir día a día con ellos, verlos florecer como seres humanos. Esto pudo haber sido muy duro para él también. Y, de alguna manera, piensas que hay cosas mucho más importantes todavía. Hay tantas cosas que hay que hacer en el mundo, hay tantas necesidades que hay alrededor nuestro que uno dice: ¿cómo empiezo?, ¿qué hago? Y él sabía qué podía hacer y lo hizo. Entonces, a ese tipo de hombre tú lo puedes añorar como papá pero, a la vez, sientes tanta admiración que tu papá haya sido un hombre así, que te compensa.

–¿Cómo recuerda el momento en que llegó a interesarse por la lucha de su padre? ¿Qué fue lo que más la motivó a conocerlo como hombre político a la distancia?

–Yo siempre lo conocí como un hombre muy humano y mi mamá me lo acercó todos los días. Mamá no hablaba de él así: “Si tu papá estuviera haría...” No, no. Nunca usó ese mecanismo. De pronto, como si no viniera al caso, ella hablaba de mi papá y dejaba caer algo con todo el peso de la verdad con relación a la actitud de mi papá ante la vida. O nos contaba algo que había pasado en un momento determinado. Y de alguna forma, ella fue sembrando ese respeto y esa admiración a él como hombre. Mamá lo amó extraordinariamente. Lo notas a través de cartas, de fotos, de mirarla a ella cuando habla sobre él. Hay un amor profundo que no pudo borrarse nunca. Entonces, ella fue capaz de llevar ese amor a sus hijos, de educarnos así, de forjarnos así. Pero ella tuvo una gran responsabilidad porque quedó educando a muchachos muy pequeñitos sola pero también quiso que fueran hijos dignos de su papá y que si él estuviera vivo se sintiera orgulloso de sus hijos. Entonces, mi mamá asumió una responsabilidad tremenda, un compromiso moral con mi papá muy grande. Ella fue la que más sufrió todas estas cosas. Si nosotros teníamos un fracaso en la escuela, ella se sentía responsable. Si teníamos una indisciplina, ella se sentía responsable. Es decir, ella quería educar a sus hijos de forma tal que el hombre que no pudo hacerlo físicamente, si estuviera presente, estuviese complacido. Yo creo que mi mamá hizo un trabajo útil porque nosotros somos cuatro hermanos y los cuatro estamos integrados al proceso revolucionario cubano; de una u otra manera pero todos estamos dentro del proceso revolucionario y todos trabajamos junto al pueblo cubano. Y mi papá dijo que él no quería que sus hijos fueran nadie especial, él quería que sus hijos fueran dignos del pueblo donde vivía. Entonces, esto nos da la posibilidad también de cumplir con él. Es decir, no nos exigió mucho más de lo que nosotros podíamos dar como seres humanos: simplemente ser consecuente con tu gente, ser solidaria. Y eso uno lo va mamando desde que nace porque lo vas viendo en tu mamá, en la gente que está a tu alrededor, cómo se comporta con los demás, cómo actúa, cómo era mi mamá, por ejemplo, con sus padres. Eso lo vas aprendiendo desde el primer momento, y después lo vas integrando a tu propia vida, con mayor o menor grado, depende de tu personalidad. La cosa más importante es que cuando ella creyó que nosotros teníamos edad suficiente, comenzó a darnos poco a poco dosis del comandante, dosis del ministro, dosis del economista. Poco a poco ella fue poniendo en nuestras manos escritos de él, documentos, notas de viaje. Entonces, yo me fui identificando con ese papá mío. Y en ese sentido, lo fui aprendiendo a conocer.

–El Che decía que para ser revolucionario lo primero que había que hacer era una revolución. Es decir, que de nada servía el esfuerzo aislado, individual si se hacía solitariamente. Hablaba en relación con la necesidad de que todo un pueblo se movilizara. ¿Cómo piensa esta idea cuando cada vez más gente está desinteresada de la política?

–Una de las cosas que decíamos en distintas actividades con distintos compañeros es que yo no puedo dar una receta a ningún pueblo del mundo de cómo resolver sus problemas. No puedo porque yo no vivo esa realidad. Por lo tanto, sería una falta de respeto de mi parte. Lo único que yo puedo decir es lo que yo he vivido. Para que Cuba sobreviva a esa presión de Estados Unidos, lo único que nos posibilitó eso fue la unidad del pueblo cubano. Cuando un pueblo se une no hay fuerza capaz de detenerlo. Pero eso sí: tiene que tener claros sus objetivos y tiene que olvidarse del “yo”. Ahora, lo que vale es el “nosotros”. Y eso puede ser que la gente no lo acabe de entender. Pero hasta que no lo entienda como algo intrínseco no podremos seguir adelante porque nos van a comprar, nos van a dividir, nos van a utilizar y perdemos la fuerza como pueblo. Por lo tanto, la unidad es fundamental: el olvidarse de tus cosas personales y buscar un objetivo común para todos. ¿Cómo lo vas a lograr? Eso yo se los dejo a ustedes. Tienen que ser ustedes los que lo decidan: qué camino tomar. Pero eso sí, sin apoyo del pueblo, no hay posibilidades de triunfo.

–¿Por qué el Che siempre renunció al poder?

–El problema no es renunciar al poder. El problema es continuar caminando. Fidel no pudo salirse de Cuba, tenía una gran responsabilidad sobre sus hombros y, por lo tanto, tiene esa presión sobre él. El Che cuando habla con Fidel en México, lo primero que le dice es: “Si yo sobrevivo a la batalla de Cuba, debo estar libre, entonces, para seguir mi camino”. Y mi papá era argentino, era un hombre que nunca olvidó tampoco sus raíces. El se identificó con el pueblo cubano, él se sentía hijo del pueblo cubano pero nunca olvidó sus orígenes. ¿Y qué haces entonces? ¿Te quedas allá en otro pueblo cuando ves al tuyo sufrir, cuando ves que hay necesidades y que tú puedes hacer algo como ser humano por ese pueblo? ¿Qué harías tú? Es lo que hizo él. Es decir, hizo lo que creía que tenía que hacer. No es un problema de poder, es un problema de necesidad. Es un problema de hacer algo más que tú sabes que todavía tiene fuerza, energía para hacerse. Y eso es lo que intentó hacer.

–¿Cuál es el recuerdo de su padre si tuviera que hablar de la solidaridad?

–Yo siempre digo que lo más importante de mi papá era su gran capacidad para amar. Eso es lo que hace de él un hombre muy especial. No tenía miedo a expresar sentimientos. No tenía ningún temor, ningún problema. Decía lo que sentía y él practicaba lo que decía. Fue un hombre muy consecuente y un hombre que puede convertirse en un símbolo de verdad para ser imitado por muchísimos hombres y mujeres en este mundo.

–¿Se puede pensar a la Revolución Cubana como un acontecimiento histórico que tuvo dos etapas absolutamente diferentes, es decir, la de la acción armada al 1º de enero de 1959 y la de la transformación política, económica y social de ahí en adelante?

–No, yo no creo que sean dos etapas diferentes sino la continuidad, es el crecimiento lógico. Piensa en un niño chiquito. ¿Dices hay dos etapas en un ser humano cuando está gateando y cuando comienza a caminar? Son etapas lógicas del desarrollo de una persona. Bueno, eso es lo que ocurre en un proceso revolucionario: se toma el poder y después viene la maduración de ese poder que es el proceso más difícil. Porque tomar el poder con un poco de fuerza y unidad se logra, pero mantenerlo, desarrollarlo y perfeccionarlo, ésa es una tarea de titanes, de verdad. Y más en las condiciones en que vivimos nosotros, los pueblos llamados del Tercer Mundo. Entonces, no hay etapas diferentes, en ese sentido. Lo que hay es una continuidad de crecimiento, de perfeccionamiento de un proceso revolucionario que todavía tiene que seguir perfeccionándose y todavía tiene que seguir creciendo.

–¿Y cómo viven las nuevas generaciones la Revolución y el futuro sin la presencia física de Fidel?

–Igual que lo estamos viviendo ahora. Es decir, Fidel es indiscutiblemente uno de los hombres más lindos de la historia cubana pero yo digo que quizás podría ser catalogado como el resumen de lo mejor del pueblo cubano. Pero del pueblo cubano. No es extraterrestre. Es el fruto de ese pueblo. Y sin ese pueblo, Fidel Castro no hubiera podido llegar a ser lo que hoy es, el estratega que hoy es. Sin el apoyo indiscutible de su pueblo la Revolución Cubana no hubiera podido triunfar y muchos menos perfeccionarse. Entonces, ustedes tienen que aprender a ver al pueblo cubano. Que su guía realmente es Fidel, nadie lo discute. Que es un hombre excepcional, soy incapaz de negarlo. Para mí es uno de los mejores hombres que he conocido en mi vida. Lo quiero muchísimo también como un padre. Pero yo conozco a mi pueblo. Y mi pueblo, una de las cosas más lindas que tiene es que sabe agradecer. Es un pueblo que tuvo la oportunidad de vivir de una forma diferente cuando Fidel y sus compañeros llegaron al poder. A partir de ese momento, la vida del pueblo cubano cambia. Voy a dar datos muy fríos pero rápido: en 1959 al iniciarse la Revolución, Cuba tenía una mortalidad infantil de 60 por mil nacidos vivos. Hoy tiene 5,1. En 1959, Cuba tenía un 33 % de analfabetismo total y hasta un 60 % de analfabetismo medio. Hoy no hay analfabetos en Cuba. Y tenemos 25 mil profesionales de la salud cubana trabajando en Venezuela y otros tantos trabajando por todo el mundo, cada vez que es necesario. Más del 60 % de la población cubana está estudiando ya nivel preuniversitario. Tenemos, por ejemplo, el derecho de las mujeres que antes eran explotadas por ser mujeres y pobres, doblemente por ser mujeres. Hoy más del 60 % de la fuerza intelectual de Cuba, de profesionales cubanos, somos mujeres. Veinte mil hectáreas de la mejor tierra cubana pertenecían a Estados Unidos. Hoy la tierra cubana no se negocia. Es propiedad indiscutible del pueblo cubano, única y exclusivamente. La Banca Nacional Cubana pertenecía a Estados Unidos y hoy es nuestra. Es decir, son cosas que te das cuenta que cambiaron totalmente, radicalmente la forma de vivir de ese pueblo. Que tenemos carencias, es cierto. Nadie puede negarlas. Pero no son carencias fundamentales.

–¿Cuáles considera que fueron los aportes fundamentales de la Revolución Cubana a los movimientos revolucionarios de América latina?

–La posibilidad de que sí se puede. Verlo ahí en la práctica. ¿Qué nos diferencia a Cuba del resto de América latina? ¿Por qué Cuba puede tener una salud pública gratuita para todo el mundo? ¿Por qué Cuba puede tener una educación soberana, gratuita para todo el mundo? ¿Por qué? ¿Qué nos diferencia de los argentinos, por ejemplo? Lo único que nos diferencia es la sociedad socialista. No hay nada más. Entonces, yo no les puedo decir a los argentinos: “Ustedes tienen que hacer la sociedad socialista”. No puedo hacer eso. Pero yo les estoy mostrando es que así fue como Cuba resolvió sus problemas internos. Así es como Cuba es dueña de su territorio nacional, y nadie se lo vende, nadie se lo negocia. Es así como Cuba tiene posibilidades de ser dueña de los pocos recursos que tiene para invertirlos en beneficio de su propio pueblo y no que transnacionales te sigan desangrando como si fueras un cadáver expuesto a las aves de rapiña. ¿Entiendes? Yo no te puedo decir: “Mira, tienes que hacer esto”. No puedo hacer esto. Sólo te puedo mostrar lo que yo he logrado con mi proceso social y si eso te conviene, que puede ser una alternativa, para ti, pues ¡aleluya!

–El Che hablaba de que debían abrirse nuevos caminos que confluyeran a la identificación de los intereses comunes de los países subdesarrollados. ¿Cómo analiza, en ese sentido, los cambios que ha tenido Latinoamérica desde la muerte de su padre?

–Yo no hablo nunca de muerte, como si en un momento determinado se hubiese perdido algo irrecuperable. Y no es verdad. Ningún hombre es imprescindible. Ninguno. Por muy grande, por muy completo que sea. Entonces, empezamos a decir precisamente que los cambios de los pueblos tienen que estar basados, primero, en condiciones objetivas. Este es un momento especial para América latina, el que estamos viviendo hoy. Hay un desarrollo de distintos movimientos sociales dentro del continente que hacen como una efervescencia en la base de nosotros, de nuestros pueblos. Están los movimientos indígenas. Por primera vez, un presidente indígena toma el poder. Hay un cambio social importante en Venezuela, buscando alternativas como las del socialismo. Por primera vez ese pueblo es dueño de lo que produce. Está el Movimiento Sin Tierra en Brasil, un movimiento unificado, fuerte y digno. Hay movimientos que hacen que la base de esa sociedad capitalista que vive este continente, se empiece a tambalear y fuertemente. Entonces, yo pienso que cuando papi hablaba de la necesidad de que estos movimientos tomaran fuerza, está hablando de romper también las fronteras, de mirar los defectos que tenemos cada uno de nosotros, aprender de estos errores, no repetirlos, mejorar ese trabajo y, por primera vez, darnos cuenta que, de verdad, somos una gran familia latinoamericana.

–En un mundo globalizado donde el capitalismo no ha sido condenado con la misma fuerza que el socialismo, los caminos de cambio parecen poco claros...

–Primero, hay que abrir las entendederas. Van más de doscientos años de capitalismo, y no está resuelto el mayor problema de la humanidad: más del 80 por ciento de la población mundial vive en la pobreza. Entonces, ¿qué ha hecho el capitalismo por nosotros? Nada. Ha hecho cosas interesantes explotando los cerebros que se ha encontrado en distintas partes y dándole posibilidades económicas han florecido. Pero, para el resto de la humanidad, ¿qué ha hecho?, ¿qué ha resuelto? Cada día es peor la situación de nuestros pueblos. ¿Tú te imaginas que Argentina puede producir alimentos para nutrir prácticamente a un tercio de la humanidad y que haya niños argentinos muriendo de hambre en el norte de este país? Hombre, eso para mí es inadmisible. O Brasil, con esa tierra superfértil que tiene, con todos los climas, tiene fruta, tiene vegetales, tiene todos los alimentos; que haya un solo brasileño pasando necesidad es inadmisible. ¿Qué ha hecho el capitalismo realmente por nosotros en ese sentido? Solamente explotarnos, explotarnos y explotarnos. Que haya dos o tres familias, pongamos hasta veintipico de familias que vivan bien, ¿y los demás qué? ¿No contamos? ¿Qué somos? Pero nosotros tenemos que tomar conciencia de eso. Hasta que no tomemos conciencia de eso, no vamos a avanzar. Tenemos que empezar a unir nuestros intereses como pueblos rompiendo las fronteras que fueron impuestas muchas veces por un sistema colonial externo a nuestros propios pueblos. Martí decía que “el amor madre a la patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestras plantas; es el odio insensible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca...” Y nosotros somos una gran Patria, desde el Río Bravo hasta la Patagonia. Todo un pueblo. ¿Cuándo nos vamos a unir? ¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de esa necesidad y de esa fuerza que tenemos? Esa es la pregunta. Esa es la situación que tenemos que resolver.

–Volviendo al tema de las nuevas generaciones, ¿qué opinión le merece que haya chicos que usen remeras o prendedores de su padre y que no sepan de quién se trata? ¿Considera que el sistema capitalista lucra con el mito o que buscó absorberlo?

–Claro, es una política del sistema capitalista vender hasta su propia madre si es posible. Esto es lógico en ese sistema. Pero además, vaciar esa figura de contenido. Eso sería su sueño hecho realidad. Y es verdad que algunos muchachos no lo conocen pero también es verdad que muchos jóvenes sí lo conocen. Yo he tenido ejemplos que puedo mostrar. Por ejemplo, en una manifestación estudiantil en Portugal, un muchachito de doce o trece años aproximadamente iba con una bandera roja con la imagen de mi papá. Cuando un periodista le preguntó: “¿Tú qué haces con esa bandera?”, él dijo: “Porque al igual que el Che voy a luchar hasta la victoria siempre”. Y era un niño portugués. Entonces, de alguna manera, esta figura va entrando a la gente. Y si logramos que algunos de estos jóvenes que no saben quién es, se pregunten: ¿quién es?, ¿qué hizo?, ¿por qué lo tengo en la remera?, ya es un paso de avance.

–¿Qué sentía usted cuando Fidel referenciaba siempre en sus discursos el pensamiento de su padre?

–Que es lógico, es una cosa natural para nosotros porque ellos dos están siempre muy unidos como pensadores, como artífices de una revolución. Ellos van muy mezclados como personas. Y los dos tienen una gran cualidad: son hombres capaces de ver las cualidades de otro hombre. José Martí decía que el ser humano que ve las cosas lindas de otro ser humano es porque las lleva en sí mismo. Y yo creo que eso es verdad.

–¿Qué siente cuando vuelve a leer la carta de despedida que su padre les dejó a usted y a sus hermanos?

–Muchas veces después las he leído o los niños la leen para mí y no me conmueve como aquella primera vez que la escuché en la voz de mi mamá rota por el dolor. No es igual. Eso es un momento único en mi vida. Pero la carta me ha servido para guiarme en mi vida: “Sean capaces de sentir en lo más profundo la injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”. Eso, para mí, es lo que me hace realmente vivir.

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