ECONOMíA › INAUGURACIóN DE LA PRIMERA ETAPA DE LA CENTRAL TéRMICA DE CAMPANA

Y se hizo un poco más de luz

 Por Cledis Candelaresi

Nadie puede dudar de que la central térmica Manuel Belgrano que Cristina Fernández de Kirchner inauguró ayer en Campana es un bálsamo bienvenido por un sistema donde la energía escasea. “Estamos venciendo la batalla contra los descreídos, contra el escepticismo, contra los que siempre nos anuncian catástrofes”, se ufanó la Presidenta, descalificando las advertencias sobre una crisis ya instalada. La realidad, sin embargo, es que aun sumándole el aporte de la segunda usina a emplazar en Rosario, la San Martín, el faltante del invierno será inevitable.

La nueva termoeléctrica tiene tres máquinas generadoras, dos térmicas y una a vapor. Anoche se puso en funcionamiento la primera, con un aporte de 271 mega. Luego vendrá la activación de la segunda y la tercera recién el año próximo. Dinámica similar tendrá la central San Martín, cuya inauguración está prometida para mayo. Con esa gradualidad, en junio las dos volcarían al sistema algo más de 500 mega, contra los 2000 que faltaron en los picos durante la estación más fría el año pasado.

Ambas están diseñadas para funcionar con gas y gasoil, indistintamente. El gas es escaso y, previsiblemente, faltará en el invierno, lo que obligará a reemplazarlo por el otro combustible. Esa sustitución baja la confiabilidad de la usina (es un carburante más sucio, que puede obstaculizar conductos), cuesta cuatro veces más y se requiere en grandes cantidades: 2.160.000 litros por día. Difícil de cubrir sin importarlo a precio internacional, un costo que asumirá íntegramente el Estado.

Este subsidio se suma al que da origen a la singular operatoria económico-financiera para levantar estas centrales. A través de un fondo fiduciario –conocido como Foninvemen–, el Estado asumió como deuda propia la diferencia que existe entre el costo que afrontan los generadores por la energía que producen y el que efectivamente cobran por él, que se reduce a la mitad. Esa brecha generó acreencias a favor de los generadores que se les pagará con lo que producirán las nuevas usinas, construidas con recursos públicos y un presupuesto de 1180 millones de dólares.

Esas acreencias siguen incrementándose y los 600 millones de dólares afectados a estos dos proyectos son una porción menor de esa deuda estatal. Aun así, la fórmula para que firmas como AES, Total y Endesa, entre otras, se cobren no es mala. En particular, porque la energía que produzcan Belgrano y San Martín será vendida a precio de mercado, mediante contratos que contemplarán detalladamente la cobertura de todos sus costos. En otros términos: será mucho más cara que la que hoy pagan las distribuidoras.

La construcción y operación está a cargo de un consorcio que lidera Siemens e integran también Soluciones Energéticas Argentinas, conformada por la española Duro Felguera y la argentina Electroingeniería. El grupo tiene una particular ventaja adicional: se le pagará 40 millones de dólares anuales durante una década por mantenimiento, rubro que, sin embargo, está cubierto con el precio al que volcarán la nueva energía al sistema.

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Cristina cortó la cintita.
 
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