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Un año después

 Por Rubén Telechea *

Por estos días se cumple un año del lanzamiento de la Resolución 125 por parte del gobierno nacional. Aquello que en un primer momento parecía casi una simple medida administrativa, terminó desembocando en el hecho político de mayor relevancia de los últimos años. Este aniversario puede servir para sacar algunas conclusiones. El transcurso del tiempo suele permitirnos reflexionar con menor apasionamiento; aunque en este caso, al estar el conflicto todavía latente, resulta difícil abstraerse de subjetividades. Colabora en esa tarea recordar algunas frases que se fueron diciendo a lo largo de este tiempo.

- “Queremos trabajar en paz, con reglas de juego estables”, Luciano Miguens (14/7/08).

El año pasado, cuando los precios de los granos subían y el Gobierno intentó instaurar el régimen de retenciones móviles, la gente del campo decía que no quería cambios, que las reglas debían ser estables. Así lograron (Cobos mediante) que las retenciones queden en los mismos niveles que estaban. Pero ahora que los precios internacionales bajan, quieren que cambien, por supuesto que reduciéndolas. Queremos que las reglas sean estables.... si nos benefician.

- “Seguimos el paro agropecuario”, Alfredo De Angeli (1/4/08).

Cuando un obrero va al paro sabe que probablemente pierda su salario de esos días. Cuando un empresario comercial o industrial hace lockout (paro) también sabe que tendrá pérdidas: los días que no vende, o no fabrica, nunca podrán ser totalmente recuperados. Pero un paro agrario, ¿en qué consiste? Porque es muy fácil quedarse a un costado de las rutas (cuando no cortarlas) o no comercializar la producción, total la soja sigue creciendo o los animales se siguen criando. Esto sin tener en cuenta algo que la mayoría supone: que mientras los patrones estaban en las rutas, los peones seguían haciendo sus tareas con normalidad. Entonces, paro no hubo. Lo que hubo fue desabastecimiento, sea porque no enviaban sus productos para ser comercializados o porque impedían el paso de los demás (o ambos).

- “Aquí se ha llegado al límite mínimo de rentabilidad”, Mario Llambías (febrero 2008).

La gente del campo decía que era imposible hacer frente a una suba de las retenciones, porque de ser así trabajarían a pérdida. Un año después, con los precios internacionales desplomados y con una sequía de una magnitud única en cincuenta años, vuelven a decir que la soja da pérdida. ¿Mentían hace un año o ahora (o en ambos momentos)?

- “Las prohibiciones y trabas ‘burocráticas’ afectan a la exportación”, Hugo Biolcati (29/11/08).

En el léxico de los patrones del campo, “poner trabas burocráticas” significa solicitar comprobantes de pago de impuestos, facturas de las operaciones y demás información que a cualquier empresario se le pide para estos menesteres. Resulta sorprendente que realicen estos planteos.

¿Será porque, como dicen algunos, gran parte de su operatoria es en negro?

- “Ahora la gente entendió que el campo es patria”, Fernando Gioino (2/4/08).

Además de tener una reminiscencia bastante ingrata con épocas que felizmente quedaron en el pasado, el campo se apropia de algo que no es privativo de ese sector. ¿No hace patria un maestro, un industrial que da trabajo y paga sus impuestos, un médico o cualquier ciudadano respetuoso de la ley?

- “En el campo hay muchos pobres. Estadísticamente hay 230 mil productores de subsistencia”, Luciano Miguens (12/8/08).

Mucha gente de la ciudad también repetía esta frase. Vale hacer un par de cálculos para ver si esos chacareros son efectivamente pobres. Si se toma un campo de 150 hectáreas a un valor promedio de 5 mil dólares la hectárea (llegan a valer 15 mil dólares), da un valor aproximado de 750 mil dólares. Si se le agregan las maquinarias necesarias, se alcanza un patrimonio superior al millón de dólares. No conozco pobres que tengan un millón de dólares.

* Docente universitario. Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora.

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