ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: LAS PYMES FRENTE A LA CRISIS

Recetas para proteger a los más chicos

La desaceleración puso una vez más a las pymes en el ojo de la tormenta. Graña afirma que el tipo de cambio competitivo fue insuficiente para consolidar al sector, mientras que para Bezchinsky la mejor ayuda estatal consiste ahora en mantener la demanda en el mercado interno.

Producción: Tomás Lukin

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Ampliar la escala

Por Juan M. Graña *

En los últimos años, a partir de la crisis de 2001, las pymes ganaron prensa debido a su capacidad para satisfacer la demanda interna y dar solución parcial al desempleo. La pregunta entonces sería, ¿sobre qué base lo lograron? Veamos. De aquel momento a esta parte, la principal política económica del Gobierno ha sido el mantenimiento de un tipo de cambio depreciado que compense la escasa productividad de nuestro país a nivel internacional. El mantenimiento de esa nueva paridad implica un incremento de la competitividad de todas las empresas que producen en la Argentina, pero que se vuelve particularmente importante –diríamos casi su condición de existencia– para el segmento pyme.

Ahora bien, ese incremento de la competitividad –lo que determina el carácter “exitoso” o no de la devaluación– se realiza a través de la reducción de costos en términos internacionales. Mientras que aquellos relacionados con insumos o medios de producción importados recuperan rápidamente su valor internacional, el salario no tiene tal evolución por lo que, ante el aumento de precio de las mercancías que debe adquirir (aquellas que son la base misma de las exportaciones argentinas), se reduce su poder adquisitivo (y no sólo su nominación en dólares). Justamente sobre ello es que se consigue la “competitividad”. Claramente, la imposición de retenciones aminora el efecto en magnitud relativa entre la alícuota y la devaluación (inicialmente 20 por ciento contra 200 por ciento). Dicho en otros términos, si no cambia ningún precio interno no hay ninguna modificación “competitiva”, es decir, todo sigue igual a un nivel 3 veces superior.

Entonces, el esquema actual ha basado sus logros en tornar competitivo internacionalmente al sector productivo (en general) a través de la caída del salario real. Frente a ello, entonces, ¿cómo lograr competitividad genuina? Señor lector, por favor conteste sin atajos que involucren magros salarios reales, precarización de la fuerza de trabajo, evasión impositiva o subsidios permanentes (la lista continúa para englobar también cuestiones legales y problemas medioambientales) de manera de lograr ser un país un poco más digno.

Aunque claramente el sector pyme no es culpable de esa situación, sí es importante involucrarlo al momento de discutir cómo romper la lógica que queda planteada (devaluación para lograr competitividad que se erosiona al recuperarse los salarios, nueva devaluación...). Probablemente, la forma más sencilla de lograr tal incremento genuino en la competitividad radique en ampliar la escala de producción, lo cual permite menores costos unitarios, mayores márgenes de ganancia (compatibles con incrementos en las remuneraciones reales) y por ende un proceso de desarrollo que se sustente en el tiempo sin la necesidad de continuas devaluaciones. Aquellos logros en escala conllevan no sólo la licuación de los costos en una mayor cantidad de mercancías, sino también la posibilidad de una creciente especialización laboral y la aplicación masiva de tecnología. En otras palabras, ampliar las pymes de manera de que dejen de serlo, para convertirse en empresas que puedan competir en el mercado mundial. Ese debió y debe ser el objetivo de política económica respecto a las pymes.

Para la política económica, entonces, la devaluación sólo puede ser el momento inicial, una manera de “ganar tiempo” (remarcamos esto porque los costos de ese subsidio implícito desde los trabajadores a los propietarios del capital son muy elevados) para que las empresas se formen (o recompongan como en nuestro caso) y comiencen a expandirse. Durante ese corto proceso el Estado debe seleccionar (bajo las directrices de un “Plan de Desarrollo”) los sectores con mayor potencialidad y apoyarlos para lograr esas economías de escala, sea mediante la unificación de ellas en sistemas productivos o directamente a través de su fusión, sea mediante la financiación de misiones comerciales al exterior (si de lograr escala se trata, es inviable restringir la producción a un mercado de 40 millones de personas donde “el 50 por ciento sólo come y el resto se muere sin saber por qué”) o la financiación para comprar de medios de producción. Siempre bajo un fuerte control estatal sobre la utilización de tales fondos, como también el establecimiento de metas de rendimiento para la continuidad de los beneficios. Para todo esto, evidentemente, debemos primero reconstruir el Estado.

Ante la ausencia completa de tales instrumentos y la concomitante falta de cambios estructurales en el sector pyme, a lo que debe sumarse que su factor de competitividad fue desapareciendo con la apreciación cambiaria real, este sector se encuentra en una situación muy compleja para enfrentar una nueva crisis. Es decir, nada cambió y –más grave aún– frente a esta situación el Gobierno sólo atina a repetir su anterior estrategia de defender un tipo de cambio competitivo, como único instrumento para minimizar los efectos “reales” de la crisis, sin transformar al sector productivo nacional.

* Investigador en Formación Conicet-Ceped.


El mercado interno es clave

Por Gabriel Bezchinsky *

La crisis llegó, y ya está haciendo sentir sus efectos. Golpea a todo el espectro empresarial, pero especialmente a las pequeñas y medianas empresas, que son las más vulnerables y las que tienen menos herramientas para enfrentarla. La gran duda ahora es cuál será su profundidad y duración. Las pymes argentinas tienen mucha experiencia en recesiones prolongadas y en crisis profundas. La última, en el período 1998-2002, ha sido una prueba durísima para estas empresas. Algunas adoptaron respuestas defensivas que les permitieron sobrevivir, otras pudieron fortalecerse a través de la innovación y de la formación de recursos humanos, muchas no pudieron hacer frente a la situación y desaparecieron.

En primer lugar, es necesario decir que las pymes son un universo sumamente heterogéneo y, por lo tanto, la crisis afecta a distintos segmentos de distintas formas. Aunque todos se han visto y se verán afectados de alguna manera, la intensidad y los tiempos de la crisis no son los mismos en todos los sectores. Las pymes exportadoras ya se han visto seriamente afectadas, al igual que los productores de bienes de consumo durable; los productores de alimentos seguramente lo serán en menor medida. Dentro del sector de comercio y servicios, aquellos vinculados con rubros que no son de primera necesidad (entretenimiento, restaurantes) ya están sintiendo fuertemente la retracción de la demanda.

Por otra parte, las pymes se caracterizan por una alta tasa de mortalidad, que durante las recesiones aumenta significativamente, acompañada por un descenso en la tasa de natalidad de empresas. Eso fue lo que sucedió durante el período 1998-2002, y es lo que probablemente esté sucediendo ahora.

Además, durante y después de las crisis, un porcentaje creciente de las pocas empresas que nacen corresponden a los llamados “emprendedores por necesidad”, que son aquellos que se lanzan a crear un emprendimiento, por ejemplo, después de haber quedado sin trabajo. Y este tipo de emprendimientos suelen tener una baja tasa de sobrevivencia. Una ventaja relativa que tienen las pymes en la Argentina es que, dadas sus tradicionales dificultades para acceder al crédito, tienen un bajo grado de endeudamiento con el sector bancario.

El primer recurso al que acceden muchas pymes es el despido de personal. Si bien desde una mirada de reducción de costos de corto plazo el empresario puede considerar el desprenderse de personal como una salida frente a la crisis, desde una mirada de mediano plazo sin dudas no es una buena decisión, porque los recursos humanos son el principal recurso con que cuentan las pymes. Muchas historias de pymes que pudieron conservar a sus trabajadores durante la recesión y la crisis anteriores son elocuentes sobre cómo esa fortaleza les permitió ganar posiciones rápidamente en la recuperación.

No sólo desde el propio interés de los empresarios, lo peor que pueden hacer las pymes es despedir trabajadores. Desde el punto de vista social, porque genera desempleo, lo que aumenta la pobreza y la desigualdad. Desde el punto de vista económico, porque contribuye a contraer la demanda por sus propios bienes y servicios.

Sería ingenuo pedir a los empresarios que asumieran la responsabilidad de cuidar el empleo, aunque algunos con visión estratégica de mediano y largo plazo puedan hacerlo. Se trata fundamentalmente de una responsabilidad del Estado, y deben ponerse en práctica las políticas adecuadas para lograrlo. Sin dudas es un objetivo difícil de alcanzar, más aún por el alto porcentaje de empleo en negro que tiene nuestra economía.

En cuanto a las políticas de apoyo a las pymes, durante una crisis no es mucho lo que puede hacerse. Sin embargo, hay algunas medidas que pueden ayudar a las empresas a transitar la recesión sin realizar sobreajustes, y para evitar que empresas viables desaparezcan, sobre todo si la recesión se prolonga.

En general, será necesario sostener la demanda en el mercado interno, principal motor de la actividad de las pymes en la Argentina. Así como el crecimiento es la mejor política pyme durante la recesión los esfuerzos deben orientarse a morigerar la caída. Una herramienta complementaria es el crédito para capital de trabajo, que permita a las empresas financiar la reducción del nivel de actividad. Para algunos sectores y/o regiones puede ser necesario subsidiar la tasa de interés.

Otra es el apoyo a las pymes exportadoras. El esfuerzo que realiza una PyME para acceder y mantenerse en mercados externos es muy grande, y es importante poder sostenerlo durante un período de retracción de la demanda, porque en Argentina las exportaciones pymes tienen un valor agregado unitario sustancialmente más alto que las de las grandes empresas.

Finalmente, para apoyar a nuevos emprendedores que encuentren oportunidades durante la crisis, sería importante contar con instrumentos de financiamiento para inversiones de riesgo, que pueden dar lugar a nuevas empresas de rápido crecimiento cuando la economía se recupere.

* Centro de Ideas, Unsam.

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