ECONOMíA › EL IMPUESTO A LA TRANSFERENCIA DE LOS COMBUSTIBLES

El Estado también quiere comer

 Por Cledis Candelaresi

La conversión del impuesto a la Transferencia de los Combustibles en un porcentaje acelerará los futuros aumentos de las naftas, el gasoil y el GNC. Diputados se apresta a aprobar una iniciativa complementaria al presupuesto del 2003, de la cual resultará que los precios sufrirán variaciones pequeñas en lo inmediato, pero que pueden ser muy importantes en el futuro. El nuevo esquema del ITC permitiría a las refinadoras y al Estado aumentar su recaudación, siempre y cuando la demanda sobre los surtidores no siga derrumbándose. Estacioneros y refinadoras la rechazan.
El ITC es una suma fija de 58 centavos sobre el precio de la nafta, 15 centavos sobre el gasoil y 8 centavos sobre el gas natural comprimido. Por eso, el Tesoro no ve ni una moneda adicional aunque el valor neto de los combustibles aumenten acelerada y geométricamente. En otros términos, estos incrementos refuerzan las arcas privadas pero no aportan un centavo a las públicas.
Con la intención de superar esta desventaja relativa, el proyecto tributario que acompaña al de Presupuesto para el año próximo prevé convertir aquel importe en un porcentaje: 64 por ciento sobre el valor neto (libre de otros gravámenes y descuentos) en el litro de las naftas, 22 por ciento en el caso del gasoil y 16 en el del GNC. Desde que esta propuesta se transforme en ley, cada aumento sobre el precio salida de refinería –lo que cobran las empresas– significará también una suba del impuesto y, por consiguiente, una incremento del precio final.
Según calculan los legisladores oficialistas, en el primer momento el impacto debería ser neutro o muy escaso. Shell, por citar un ejemplo, hizo sus propios cálculos y de ello resultó el siguiente cuadro: el gasoil aumentará medio centavo y la nafta de mayor octanaje 2,5 centavos, mientras que la súper y la común se abaratarán 1 y 11 centavos respectivamente. Los mayores cambios, hacia arriba o abajo, presumiblemente, vendrán después.
Las refinadoras aseguran que no están en condiciones de absorber ninguna suba impositiva y, por consiguiente, los aumentos serán más pronunciados en el futuro. Desde la óptica de los estacioneros, ese encarecimiento puede resultar muy negativo para una demanda que está cada vez más deprimida, en particular de las naftas, ya que en los últimos años hubo una traslación notoria hacia otros combustibles más baratos, como el gasoil y el GNC.
Especialistas que asesoran al propio bloque del PJ consideran que el proyecto consagraría la discriminación tributaria que hoy existe en detrimento de las naftas, más gravada que los otros carburantes (84 centavos por litro contra 13 del gas, por ejemplo). La Cámara de la Industria del Petróleo, a su vez, se suma a la lista de detractores con sus propias objeciones.
Según Juan José Aranguren, titular de la CIP y directivo de Shell, la propuesta, amenaza discriminar geográficamente, ya que como el flete se carga sobre el precio neto, el impuesto sería mayor en las zonas alejadas de centros de provisión; también “castigaría” a las refinadoras que explotan sus propias estaciones de servicio, ya que éstas deberán aplicar el ITC, inclusive, sobre su propio margen, a diferencia de las estaciones blancas. El problema es político o de marketing, ya que serán las refinadoras las que tendrán que soportar los cuestionamientos por un mayor precio final, no sólo por las subas con las que defienden su renta sino también porque el impuesto aumentará en idéntica proporción.

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