EL PAíS › OPINION

Una senda poco explorada

 Por Washington Uranga

El amplio respaldo institucional que obtuvo la convocatoria al “Grito por la paz” realizada por el Diálogo Argentino está poniendo en evidencia que en buena parte de la ciudadanía hay un deseo cierto y profundo de encontrar caminos diferentes hacia nuevos horizontes, de impulsar otras búsquedas. Mientras el escenario político sigue llenándose de ejemplos que nos recuerdan lo que no queremos, en la medida en que esta iniciativa por la paz permanece unida a las demandas de justicia, a terminar con el “escándalo del hambre y la exclusión”, como aseguraron quienes hacen la convocatoria, puede significar un punto de partida para transitar otras sendas, incluso por algunas que hasta hoy no se exploraron. El obispo católico Agustín Radrizzani definió el hecho como un “gesto emblemático de resistencia pacífica”.
El llamado a la paz adquiere toda su radicalidad y sentido en la medida en que los mismos actores no niegan la existencia del conflicto, de la diferencia y, sobre todo, de la inequidad y la injusticia que impera y que lleva a tantas personas a la muerte o a la pérdida de su dignidad.
En esta tónica el “Grito por la paz” no se hace –ni podría hacerse– en contra de nadie, sino a favor de quienes –en última instancia– siempre salen más perjudicados por la violencia: los pobres y desposeídos de la sociedad. Es un grito –y ojalá que no sea tan solo uno más– que intenta conmover las conciencias de quienes siguen pensando nada más que en sus propios intereses y no se resignan a abandonar privilegios. Pero también aspira a transformarse en llamado y convocatoria para tantos otros que rehúsan comprometerse activamente en la búsqueda de soluciones para el momento.
Porque si bien son responsables los que ejercen el poder, los que tienen tareas dirigenciales –y su responsabilidad es acorde con el rango y con las funciones que desempeñan–, no menos cierto es que cada argentino y cada argentina –en su nivel y dentro de sus posibilidades– tiene una cuota que aportar para la solución de los problemas que vivimos.
El “Grito por la paz” es un grito en favor de la justicia, un acto de resistencia, una forma de decir no a la violencia, pero también un llamado a no seguir mirando los acontecimientos desde la ventana de nuestras casas como se observa un espectáculo ajeno. Porque recordar a quienes se movilizaron el 19 y el 20 de diciembre pasado es también rendirle homenaje a la gran mayoría de ciudadanos y ciudadanas que en esa ocasión salieron a la calle para ejercer pacíficamente sus derechos comprometiéndose con el destino del país.

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