ECONOMíA › OPINION

Petróleo, bla, bla, bla de un gerente

Por Alberto Ferrari Etcheberry

En la presentación del Coloquio de IDEA su presidente, ingeniero Oscar Vicente proclamó: “Estaría mal volver al Estado empresario. Pero eso no está en la cabeza del Presidente”. Así lo informó Página/12 y así lo destacó La Nación como “la frase del día”. Trayendo el ejemplo de la empresa provincial minera santacruceña Fomicruz, Vicente fue aún más explícito en su definición del rechazo a la empresa estatal; subrayó que “no puso capital ni gerenciamiento”.
Está claro: hay Estado empresario si el Estado gerencia o pone capital.
Admito que tuve que leer de nuevo el párrafo. ¿Quién dijo eso? Oscar Vicente. ¿Quién es? Director de Petrobras Energía S.A. ¿Es Vicente quien pone el capital en Petrobras? No. ¿Quién lo pone? El Estado brasileño.
Al mismo tiempo que el ingeniero Vicente pontificaba en Buenos Aires, el presidente Lula, en el más importante de sus viajes al exterior, inauguraba en Beijing las oficinas de Petrobras, mientras Petrobras y su contraparte Sinopec, la empresa estatal china de petróleo, suscribían acuerdos para la exploración asociada de petróleo en aguas profundas y para la actuación conjunta en la exploración, comercialización, producción, refinamiento, construcción de oleoductos, servicios de ingeniería y cooperación técnica. Materias todas, como se ve, propias del “gerenciamiento” que, según el gerente local de Petrobras, deben ser ajenas a la gestión estatal.
Es probable que el ingeniero Vicente sea un buen gerente. Sus opiniones –respetables, por cierto– sobre la función del Estado en la gestión económica son también nada más que las de un buen gerente. O sea bla, bla, bla, ideología sin base real. A menos que Vicente tenga tanto desprecio por los argentinos que suponga que ninguno asociará sus frases con Petrobras, la empresa estatal brasileña en capital y gerenciamiento que le paga el sueldo. O con la española Telefonica (sin acento) cuyos ejecutivos también suelen abominar de la ingerencia estatal.
Inclinado a apostar por la bondad humana estaba yo optando por el bla bla, cuando encontré la entrevista de Cledis Candelaresi al mismo ingeniero Vicente en la que éste anuncia la inevitable suba de las naftas. Pregunta la periodista por qué las empresas locales cotizan el petróleo en el mercado interno de acuerdo al precio del mercado internacional y no en base a sus costos de producción, que darían un valor muy por debajo. Contesta el ingeniero Vicente:
–¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Si usted produce un commodity lo tiene que comercializar al precio internacional. De lo contrario, ¿por qué lo va a vender en el país si lo puede exportar a un precio superior? Pregúntele a Grobocopatel por qué no vende la soja en función de los costos internos de producción, que en su mayoría están pesificados. Sería absurdo que lo hiciera así. ¿Entonces por qué todo el mundo piensa que en el caso del petróleo las cosas son diferentes?
Permítaseme la respuesta: los argentinos consumimos petróleo y de ese petróleo depende la economía y el trabajo de los argentinos, esto es, la vida. Fue Tata Dios quien puso al petróleo debajo de la superficie nacional y no las empresas privadas que se apropian de la renta derivada de un recurso natural, es decir de algo que no crearon. Por eso Petrobras es del Estado brasileño, que significa de los brasileños, dueños por definición de la naturaleza que les ha tocado. No parece absurdo entonces que el Estado argentino –los argentinos–, dueños de su naturaleza y por lo tanto de su petróleo, al menos pretendan conseguir que el petróleo que necesitan para su propia vida sea vendido por la empresa concesionaria al costo de producirlo. Eso, aunque “lo pueda exportar a un precio superior”. Lo cual no tendría nada de “absurdo”. Lo único absurdo es que los argentinos –el Estado– no exijan ese desdoblamiento.
¿Y la soja? Los argentinos consumimos petróleo, no soja. Sin embargo, cuando el precio interno de la soja –la renta que aprovecha el productorrural por el uso individual del suelo que es de todos–, supone un ingreso excesivo en relación a la ecuación inversión más trabajo, ya sea como efecto del precio internacional o por la devaluación del peso por decisión estatal, los argentinos –el Estado– desde la época dorada de los ganados y las mieses limitamos ese provecho con los derechos de exportación que con el nombre de retenciones restableció el ingeniero Alvaro Alsogaray en 1955 como ministro del general Lonardi. Cuando no era soja sino otro commodity, el trigo, hasta los gobiernos más liberales prohibían su exportación para asegurar el consumo interno, porque ocurre como con el petróleo: los argentinos no comemos soja pero sí comemos pan y fideos.
Todo esto es elemental y su necesaria repetición es un mérito de la decadencia argentina iniciada con el Rodrigazo y que llegó a su cenit con el prófugo trasandino. Ni siquiera hace falta recordar que en materia de soja y trigo la inversión básica para aprovechar la renta es de los productores, mientras que en petróleo está en la investigación y la exploración, función que en la Argentina cumplió el abominable Estado Empresario, esto es los argentinos, y que desde que desapareció el monstruoso YPF el dinamismo privatista abandonó. Al extremo que, según datos publicados por The Economist, la Argentina tiene siete veces menos reservas que Brasil, donde, casualmente, el negocio está en manos de Petrobras, manifestación del estado empresario que el ingeniero Vicente ahuyenta como a Satanás, aunque cada día treinta le pague el sueldo.
De nuevo entonces mi duda: ¿bla bla de gerente o simple desprecio de nuestras entendederas?

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