ECONOMíA › OPINION

Lo que viene con el Fondo

Por Aldo Ferrer*

En las próximas negociaciones con el FMI no debe descartarse la posibilidad de la ruptura y eventualmente suspender los pagos al Fondo y abrir, entonces, una nueva instancia de tratativas post default. Esto induciría una situación similar con las entidades multilaterales de crédito, es decir los bancos Mundial e Interamericano. Esa eventualidad se plantearía en el caso que el Fondo proponga condicionalidades incompatibles con el crecimiento de la economía argentina y el derecho del país de decidir su política económica. Se trata de una posibilidad siempre abierta en cualquier negociación, porque si una de las partes está sujeta a la voluntad de la otra, no hay negociación sino contrato de adhesión. Esta era la situación en la que habitualmente se ubicaban los negociadores argentinos hasta el cambio de rumbo instalado desde mediados del 2002 y fortalecido por la actual administración. ¿Está la Argentina en condiciones de rechazar un acuerdo inaceptable y entrar en default con el FMI y los bancos multilaterales? No es la solución óptima y conviene evitarla, pero es sostenible, por dos razones principales. A saber:

1. La esfera financiera no contamina la real. Una de las enseñanzas más importantes de la experiencia reciente del canje de deuda argentina en default es que, sin tener acceso al crédito internacional y pagando deuda con recursos propios por diez mil millones de dólares, la economía real creció un 40 por ciento, se crearon dos millones y medio de puestos de trabajo, la tasa de inversión casi se duplicó, el comercio internacional aumentó y los precios se mantuvieron razonablemente estables. El país se demostró a sí mismo y al resto del mundo que cuenta con los recursos necesarios para ponerse de pie con sus propios medios. Estamos aprendiendo de una buena vez que la fuente fundamental del financiamiento de las inversiones es el ahorro interno y no el crédito ni las inversiones privadas directas internacionales. A la experiencia reciente cabe agregar el hecho de que el ahorro argentino fugado del país es equivalente al monto de la deuda y de los activos vendidos y que, en el contexto de políticas hostiles al interés nacional, la tasa de inversión cayó a pesar del extraordinario aumento de la deuda y de las inversiones privadas directas. Otra enseñanza es que una buena política económica debe asegurar que el lugar más seguro y rentable para invertir el ahorro y aplicar el talento argentinos sea la Argentina. Esto no depende del FMI ni de los humores de los mercados. Depende de la existencia de espacios de rentabilidad atractivos para la inversión y el cambio técnico.

2. Aportes netos de los organismos multilaterales. Lo que se está discutiendo con el FMI y los bancos multilaterales no es lo que van a traer sino lo que se pueden llevar en límites compatibles con la recuperación y crecimiento de la economía argentina. Lo único que se espera hoy de los organismos es que reciclen parte principal de los servicios de los préstamos. Cuando el Banco Mundial o el BID aparecen financiando buenos programas sociales e inversiones, en realidad están devolviendo parte de los pagos que la Argentina realiza. Esto es consistente con la correcta estrategia del Gobierno de evitar que la deuda aumente mientras su peso relativo disminuye por el crecimiento de la producción y las exportaciones.

Por estos dos hechos, el eventual default con el FMI y los organismos multilaterales no impediría el crecimiento de la economía real ni disminuiría los recursos disponibles para invertir. Tampoco tendría demasiada influencia en las inversiones privadas directas que dependen del crecimiento de la economía argentina y de la seguridad jurídica. Esta última se está recuperando después de la debacle del régimen de la convertibilidad. En este terreno será crucial el epílogo de las negociaciones sobre los nuevos marcos regulatorios y contratos de los servicios públicos privatizados. Se trata de lograr la máxima reinversión en el país de las utilidades de las firmas y aumentar la participación de componentes nacionales en las cadenas de agregación de valor. Si se verifica el default se iniciaría una serie de instancias negociadoras previstas en los mismos estatutos fundacionales y prácticas del FMI que implican un plazo prolongado, en cuyo transcurso, seguramente se alcanzaría acuerdo en algún momento.
A esta altura y en vísperas de las negociaciones con el FMI cabe suponer que la Argentina y el Fondo buscarán ponerse de acuerdo. Es lo que más les conviene a ambas partes. Pero es importante que los directivos del FMI y el G-7 recuerden que a la Argentina ya no la corren con la vaina como en los tiempos que vivíamos aterrorizados por el riesgo país. La Argentina está cambiando, la crisis ha dejado ricas enseñanzas y nosotros vamos recuperando confianza en nuestras propias fuerzas. Desde luego no para ningún desplante o posturas inviables, pero sí para sostener con firmeza y templanza posiciones compatibles con la defensa del interés del país y su gente.

* Profesor titular de Estructura Económica Argentina-UBA.

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