SOCIEDAD › UN MEDICO EXPLICA POR QUE LLEVA AÑOS PRACTICANDO ABORTOS

“Si se pone a pensar, hace una gauchada de lo más grande”

Fue detenido cinco veces, pero nunca fue condenado, porque “eran chantajes de la policía”. Lleva décadas haciendo abortos y considera que todo estaría mejor si lo legalizaran. Un testimonio de una práctica que muchos comparten pero pocos se animan a admitir.

 Por Soledad Vallejos

El calor de la tarde en la ciudad de Santa Fe está acompasado por las letanías de un edificio en construcción. En una de las paredes que da a esta calle de barrio el cartel es explícito: da su nombre y lo sindica como médico. Detrás de la puerta de madera empieza un pasillo que termina en una sala de espera idéntica a la de cualquier consultorio coqueto instalado en los años ‘70. Otro pasillo lleva a dos puertas, que al franquearse muestran dos salas de internación con camas de hospital y mesitas de luz. Del otro lado está la sala de intervenciones con dos camillas, una ginecológica, otra para cirugías generales que nunca fue usada, instrumental, un electrobisturí y una pequeña incubadora en un ambiente de impecables azulejos rosados y luz de patio. Angel Bertuzzi acaba de instalarse en la oficina, detrás de un escritorio amplio rodeado del silencio de la siesta. Aunque es fin de semana, cuenta, su trabajo empezó temprano: a las cinco de la mañana hizo el primer aborto del día. “Esa es la mejor hora, porque no hay nadie en la calle y entonces la mujer puede entrar tranquila, sin sentir que la están vigilando. Cuando se despertó de la anestesia, eran como las siete de la mañana y se fue sin problemas.”
Bertuzzi tiene 72 años, 35 realizando abortos. Dice que nunca se le murió una paciente. Tuvo cinco procesos judiciales, “el último hace seis años y medio, y estuve preso 17 días”, y aunque esa causa lo asustó lo suficiente como para haber dejado de interrumpir embarazos durante dos meses, resolvió regresar a su práctica clínica. Motivos no le faltan: durante febrero facturó alrededor de 30 mil pesos, en enero un poco menos “porque la gente se va de vacaciones”. Estima que en marzo sus ingresos serán algo menores “porque empiezan las clases, hay que comprar útiles, se necesita la plata”, aunque en su consultorio los precios no sean exorbitantes. “Un aborto puede costar 600, 700, 800 pesos, de acuerdo con el riesgo que implique”, explica, porque interrumpir una gestación reciente no demanda la misma atención que una de dos, tres, cuatro meses.
El diploma que cuelga de una de las paredes atestigua que Bertuzzi se convirtió en doctor en 1961, cuando tenía 28 años y una convicción de llevar adelante la carrera como cirujano que la experiencia en clínica fue moldeando hacia otro lado.

“Aprendí robando casos”

Acababa de recibirse cuando se instaló en Baradero para “hacerse la mano” viviendo el día a día de un hospital de campo y una clínica privada. “En la clínica, yo veía mujeres que se sentaban ahí y esperaban, esperaban. Yo decía ‘señora, por qué no pasa’. Les preguntaba qué esperaban. Me decían: ‘El doctor me citó porque me iba a hacer una operación’. ‘Mire, si usted no tiene problema se la puedo hacer yo’. Algunas me decían que sí, otras me decían que no. Yo cobraba, ya no me acuerdo de qué moneda, pero ponele que eran 4 de una unidad. A la noche, cuando venía el tipo, el doctor que era dueño de la clínica, le decía ‘vinieron dos señoras, acá tiene 8’. Yo no me calentaba porque él no me daba plata, pero mientras me hacía la mano. Como las enfermeras veían que yo era hábil para trabajar, me fueron recomendando. Así aprendí. Yo vi que iba bien la cosa. Después de Baradero, venía para acá. Cuando hacía uno o dos en el mes, era Gardel y Lepera: pasaba al frente económicamente. Aparte, si se pone a pensar, usted hace una gauchada de lo más grande. Yo he atendido a una piba, la más chica tenía 12 años y un embarazo de 5 meses. La madre era partera y no se dio cuenta.”
–¿Cómo sabía que el otro médico hacía abortos?
–¡Ah! Porque él mostraba la clínica y decía “esto es el producto de mis abortos”. Abiertamente. En el campo, el que hace abortos hace los partos, atiende a la familia, atiende todo. Yo le hablo de hace 42 años. Allá no penalizaban a los pacientes.
–¿No hay ninguna otra manera de aprender que la experiencia?
–Acá nadie le va a enseñar. Es como un monólogo: ¿quién lo puede reemplazar a Pinti? Nadie. No hay nadie que le va a agarrar la mano para aprender, no se puede. Usted lo tiene que aprender sola. Y si alguna vez tiene un accidente, se tratará de solucionar. Qué va a hacer. Hay accidentes, pero cuando uno tiene la experiencia que tengo yo no hay más. Acá en el barrio nadie me tiene bronca, porque a la gente que atiendo la atiendo gratis. La especialidad no, es otra cosa: ahí me juego la vida. Resulta que el aborto terapéutico, recién ahora dicen los jueces, eso depende de los médicos. Pero no dicen ‘hágalo’.
–Las mujeres que llegan a su consultorio a hacerse abortos, ¿de qué nivel socioeconómico son?
–De todo nivel social. Mire, la pobre pobre ni viene acá. Si a mí el gobierno de la provincia, o el gobierno de la Nación, me diera 150 pesos por cada mujer, que ellos lo tendrían que pagar, como pasa en Rusia, yo se lo haría. Las que tienen 10 hijos, 15 hijos, lo agradecen. En Rusia, es gratis y legal. No le cobran ni una fibra de algodón. Yo una vez en Baradero atendí a una señora de 73 años, se había hecho 35 abortos, uno por año genital. ¿Y qué tenía? Un discreto dolor de rodilla como cualquier mujer de 70 años. Son mentiras que los abortos arruinan a la mujer.
–¿Cuánto cobra cada aborto?
–Yo no cobro mucho. Acá sale 800, 700, 600.
–¿El costo depende del mes de gestación?
–Sí, un poco depende del tamaño. Hace poco vino una señora que estaba de 3 meses y medio. Le dije 1500 y no vino. Mejor, yo estoy más tranquilo, porque ahí es cuando entro a sacar. Está el feto, la placenta, el líquido, hay que hamacarse. Usted mete la pinza y no sabe si sale con intestino, estómago. Pero la pobre pobre no puede, tiene que aguantársela, tenerlo. A veces me da lástima la gente. Chicas jóvenes, 16, 17 años, le corta la vida, la escuela, todo.
–¿Cómo llegan a su consultorio?
–In voce, boca a boca. Acá ya me conocen.
–¿Cómo es la relación con la policía?
–Cinco veces me llevaron preso. Pero es porque la policía quiere ser socio suyo. La primera vez fue porque era una mujer que tenía un embarazo extrauterino. Ella andaba mal, para colmo el marido era Testigo de Jehová, que no permiten nada. Entré por esa puerta y salí por la otra. La causa prescribió. Una vez me cayó un grupo de operaciones especiales, tramposos organizados para extorsionar. Porque me vinieron a extorsionar. Yo llamé a un abogado de primera línea acá, me habían pinchado la línea, me habían amenazado de muerte. Me sacaron 3 mil dólares y después me dejaron tranquilo. En general, por aborto entraba y salía, la última vez estuve 17 días. Los artículos 73 y 74 del Código Civil dicen que si usted encuentra un feto que nadie vio respirando, comiendo, del que nadie escuchó un vagido, ni nada, para la ley no existe. Lo dice el Código Civil.
El Doctor abre un cajón del escritorio y saca un talonario de formularios en blanco con el encabezado “Consentimiento y autorización para efectuar tratamiento quirúrgico”, su nombre, especialidad y número de matrícula. Explica que “es una autorización como hacen firmar en todos los sanatorios”, y que es su protección cuando sospecha que intentan incriminarlo.
–Porque los policías ponen trampas. Se ve que los tipos empezaron a pensar “¿a quién vamos a joder? Aborteros, curanderos, quinieleros y prostitutas”. Acá se llegó a pagar 1800 pesos por mes a la policía, para fin de año el aguinaldo de otros 1800 pesos. Eso con la llegada de la democracia. Acá cada tanto intentan cobrarme, vienen por su cuenta.
–¿Trabaja solo o con asistentes?
–Trabajo solo, porque hay que evitar riesgos. Yo hago todo, hice un curso de anestesiología y administro la anestesia. Yo, en vez de ponerle una inyección de valium que se daba en el mismo momento que el pentotal, digo: si hago esto, si hay un problema no sé por qué es. Entonces les doy un tranquilizante cinco horas antes y también les doy un misoprostol, un oxaprost. Algunas vienen sangrando, otras haciendo aborto espontáneo, pero son las menos.
–¿Las mujeres que vienen le cuentan sus historias?
–Algunas vienen y cuentan por qué no lo quieren tener. A veces porque tienen muchos hijos, otras porque el marido las embarazó y ellas no querían, estaban separándose. Una vez vino una mujer cuadripléjica, que el marido la embarazó sin que ella quisiera. No sentía nada. Normalmente la que viene está tan convencida que ya no hay problemas, no tienen dudas. Cuando es muy avanzado, la tenés que tener internada diez días, doce días, hasta que empieza a bajar el feto. Yo acá tengo para internarlas.
–¿Le molestaría que se despenalizara el aborto?
–Para nada. Cobraría 150 pesos y tendría una cola de pacientes que daría vuelta la esquina.

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