ECONOMíA › TRAS UNA FORMULA PARA BAJAR LA CONFLICTIVIDAD

El modelo que subyuga a la UIA

 Por Cledis Candelaresi

El dato resultó gratamente conmovedor para los empresarios de la Unión Industrial Argentina: desde que se instrumentó el Consejo Económico Social en España, la cantidad de horas de trabajo caídas por medidas de fuerza bajó desde 102 millones por año a sólo 2 millones. Jaime Montalvo Correa, titular de aquella entidad, no develó en detalle la fórmula mágica que permitió controlar de esa manera drástica la conflictividad social en la nación europea. Pero el resultado obtenido fue más que alentador para que los dirigentes patronales argentinos quieran replicarlas en la mesa de diálogo que pretenden habilitar con la CGT.
Tan así es que la japonesa Toyota habría reconocido que, a pesar de que los costos de producir en España son relativamente altos, “la armonía en las relaciones laborales” la alentaba a seguir radicada en esa nación comunitaria. Montalvo visitó esta semana en Buenos Aires a Julio De Vido, Roberto Lavagna y Carlos Tomada de la mano de la cúpula de la UIA y acompañado por algunos líderes cegetistas, con quienes viene cultivando una relación desde hace un par de meses.
La idea pregonada en cada despacho y frente a sus anfitriones es que el debate entre empresas y representantes de los gremialistas españoles no se hizo sobre la base de confrontar precios con salarios, sino en función de una pauta más genérica y presuntamente más ambiciosa a los fines del bienestar económico general. “La reivindicación salarial (en España) no se hace en función de la plusvalía, sino sobre la base de cómo generar más puestos de trabajo y de mejor calidad”, se entusiasmaba ante este diario uno de los conductores de la Unión, recordando los dichos de Montalvo.
En otros términos, no importa cuánto se hayan degradado los sueldos frente a la corrida de los precios, que en España es mucho más modesta que en la Argentina. Lo que los trabajadores deberían priorizar según el esquema hispano es cómo su empleador puede ampliar la oferta de trabajo formal más que cómo podrá recomponer las remuneraciones de sus ocupados actuales.
Al menos algunos dirigentes de la UIA están dispuestos a inaugurar una mesa de diálogo con la CGT con la idea fuerza de que la industria ya le ganó sobradamente la disputa a la inflación. Según comentaba a este diario el representante de una alimenticia, “son pocos los trabajadores convencionados de la industria que cobren menos de 1500 pesos por mes”, aunque admitió que existe una gran dispersión salarial según los rubros, la que hace que muchos básicos apenas estén por la mitad de ese monto.
En diálogo con una radio porteña, Montalvo opinó ayer que “aumentar los salarios de manera equitativa es un factor antiinflacionario”. Lo que a simple vista suena a consigna progresista es en realidad un aval a recomposiciones de salarios acotadas por ese impreciso concepto de “equidad”. A su juicio, que empresarios y sindicalistas consigan acordar sobre esta materia –eliminando de hecho el riesgo de medidas de fuerza– es “un mensaje para el sistema económico y los inversores”. En buen romance, da la previsibilidad que tanto demandan los empresarios argentinos cuando se les plantea que es necesario invertir más.
Si esos criterios se emularán fielmente en el debate UIA-CGT, que podría incluir una tregua social por seis meses en materia de precios y salarios, no está claro. Más nítido resulta el hecho de que se descartó definitivamente la posibilidad de que el Gobierno intervenga en esta puja de manera directa, promoviendo aumentos salariales por decreto como lo hizo hasta hace pocos meses. En los últimos días, ni los dirigentes fabriles ni los sindicalistas más activos en la promoción de una mesa de diálogo mencionaron siquiera el criterio de ajustes por productividad, un parámetro difícil de aplicar en las discusiones por empresa o por sector.
En la Argentina, la pauta ineludible para definir el futuro de los sueldos parece estar limitada a la inflación, aunque todavía está por verse si se pondrá la mira en la inflación pasada o la que está por venir, aunque sea tomando como base la módica proyección del proyecto de presupuesto 2006.

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