ECONOMíA › OPINION

Esos días de Pontaquarto

 Por Julio Nudler

Mario Pontaquarto y su arrepentimiento evocan el recuerdo de una Argentina en la que todavía una reforma laboral tenía suficiente importancia como para que un gobierno estuviese dispuesto a comprarla. Etica oficial aparte, hoy sería bastante menos concebible una operación semejante porque en los tres largos años transcurridos la informalidad y el negreo, además de la desocupación, pasaron a dominar las relaciones entre trabajadores y patrones. En promedio, las condiciones laborales dependen mucho menos de lo que fije la ley. Por ende, ésta perdió valor (de mercado). El hundimiento de la convertibilidad “compró” normativamente más que ningún fondo reservado de la SIDE.
En una evolución paralela, junto con el aumento del desempleo, la huelga fue siendo remplazada por el piquete (no huelguístico) como manifestación del conflicto entre clases sociales. Así es como, mediante una deducción lineal, hay quienes esperan que, simétricamente, en la medida en que siga disminuyendo la desocupación se espaciarán los piquetes, volviéndose quizá más frecuentes las huelgas. Este retorno a la “normalidad” puede ser muy acelerado si el empleo sigue reaccionando tan elásticamente a la recuperación del Producto Interno Bruto.
Esta normalización puede no representar una buena noticia para los empresarios. Lo que por encima de todo reclaman los piqueteros son planes sociales, que el Estado solventa con impuestos que, dado el régimen tributario argentino, pagan sobre todo los consumidores. Mientras tanto, la alta desocupación mantiene deprimidos los salarios, que son un costo que deben asumir plenamente los empleadores.
Es explicable que Luis Pagani, presidente de la Asociación Empresaria Argentina, declare que los cortes de rutas y calles no afectarán las inversiones (que dependen de las ganancias después de impuestos). El día en que el desempleo baje lo suficiente como para que la relación de fuerzas entre patrones y obreros induzca más paros reivindicativos, y éstos logren su objetivo, más de una empresa añorará la época de los piquetes y su asedio dirigido a los organismos públicos.
Lo cierto es que a cada momento económico le corresponde su ideología empresaria y su modo de corrupción. La aplicación del Consenso de Washington (privatizaciones, flexibilización laboral, etc.) dio lugar a sucesivas transacciones legislativas. Los compradores y las normas que les interesa comprar están en permamente mutación. Una muestra del dinamismo de la economía.

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