EL MUNDO › POR EL ATENTADO DEL JUEVES

Arafat enclaustrado

El camino está cerrado. Una mole de acero, un tanque Merkava, obstruye la carretera, que desde el centro de Ramala, conduce al cuartel general del presidente Yasser Arafat. El asedio de la Mukata es desde hace dos días tan absoluto y hermético como este toque de queda que las autoridades israelíes han impuesto sobre la capital de la Cisjordania palestina, en represalia por el atentado suicida perpetrado el jueves en un autobús de Tel Aviv, que se saldó con seis muertos y más de 60 heridos. Los edificios del complejo presidencial han sido sistemáticamente destruidos, y sólo quedan en pie las oficinas y habitaciones privadas del rais convertidas, en el último bastión de la Autoridad Nacional Palestina.
El “check-point” israelí de Calandia, a medio camino entre Jerusalén y Ramala, es desde ayer el cordón umbilical que une la capital administrativa palestina con el resto del mundo, aunque sobre una pizarra, escrita con caligrafía árabe, se advierte que el paso quedará cerrado a las siete de la tarde; a partir de esta hora todo el área quedará en silencio, sometida a un estricto toque de queda, bajo el control absoluto de los tanques y los soldados israelíes. El aviso no impresiona a nadie. Se trata de un anuncio fútil, por que puertas adentro Ramalá vive desde hace dos enclaustrada en sus casas. El cierre se hace más patente y hermético a medida que se abandonan los barrios periféricos y se avanza hacia el centro de la ciudad; tiendas y comercios clausurados, tráfico inexistente. Sólo de vez en cuando la imagen fugaz de un transeúnte, que rozando las paredes, avanza por las calles, para acabar siendo engullido por un portal.

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