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Ha sido un gusto, Mr. Saddam; nos veremos en las próximas elecciones

George W. Bush reiteró ayer su desconfianza hacia las intenciones de Saddam Hussein, pero el proceso de acumulación militar en el Golfo Pérsico sigue estancado. En esta nota, un especialista del Royal United Services Institute for Defense Studies de Gran Bretaña explica el enigma basándose en las necesidades electorales de Bush.

Por Dan Plesch *
Desde Londres

El presidente Bush puede haber puesto la invasión a Irak en el congelador hasta que pueda resultarle más útil a su campaña de reelección de 2004. La administración preferiría ver un cambio en Irak por medios más sutiles que 300.000 tropas y bombardeos masivos. Bush no quiere revivir la experiencia de su padre de ganar una guerra un año demasiado temprano y encontrarse en el momento de la elección que la victoria estaba olvidada, o, peor, que la paz de posguerra se estaba agriando. La mayoría de los observadores se concentra en el rol de los halcones del Pentágono versus las palomas del Departamento de Estado en la batalla por la influencia sobre Bush. Pero sus consejeros políticos en la Casa Blanca, especialmente Karl Rove, son mucho más influyentes. Fue Rove quien, en junio, dio una presentación explicando que la guerra debía ser el punto central para el éxito de la campaña de los republicanos para ganar control de ambas cámaras, la de Representantes y el Senado.
Pero también fue Rove quien que vio que los votantes estaban tan asustados por la línea de guerra unilateral como estaban entusiasmados por la línea dura con el terrorismo. Fue esta lectura de la preocupación de los votantes lo que dio impulso a conversaciones en la ONU y produjo un lenguaje más suave en Bush. En Gran Bretaña, se dijo que fue la reunión en septiembre de Tony Blair con Bush y el vicepresidente Dick Cheney lo que cambió las cosas; sin embargo la necesidad de ganar una elección tuvo más influencia en persuadir a Bush a tener paciencia. En Washington, todavía hay gente cercana al Pentágono que ve acercarse pronto una invasión a Irak. Pero una opinión compartida por estrategas políticos de los demócratas, periodistas veteranos e insiders republicanos de larga data es que todas las señales indican que la guerra está ahora cajoneada. Si la Casa Blanca realmente hubiera querido, hubiera usado la victoria en las elecciones legislativas para forzar una línea más rápida sobre Irak en la ONU y hubiera aumentado las retribuciones necesarias para asegurar su aprobación de 15-0 del consejo de seguridad.
Tal como fue, se conformaron con un proceso que fácilmente puede extenderse por un año. Luego, casi en cuanto la resolución fue aprobada, Irak nuevamente disparó contra aviones de Estados Unidos y Gran Bretaña. ¿Y qué ocurrió? Nada. No hubo discursos declarando que Irak había burlado la voluntad de la comunidad internacional y que ahora debíamos ir a la guerra. Más bien, se nos recordó que nuestros aviones responsables de mantener en vigor las zonas de exclusión aérea no estaban cubiertos por estas resoluciones de la ONU, algo que extrañamente había sido dejado fuera de las conferencias de prensa durante estos últimos 10 años.
Si esto hubiera sucedido durante el gobierno de Clinton, este estaría bajo el furioso ataque de la derecha por cobardía, algo que la administración Bush no tiene que temer. Aún si algunos en el gobierno cortejan a los medios en busca de una línea más dura, es poco lo que pueden hacer si el presidente teme que una guerra temprana pueda dañar sus oportunidades de elección. Demorar la invasión no quiere decir que Bush no mantenga la presión, y la forma en que Saddam reaccione todavía puede gatillar la acción de Estados Unidos. Muchas de fuerzas están en posición, pero las más importantes debería ser movilizada ahora en caso de que se busque una acción a comienzos del año que viene.
Las fechas finales para la declaración iraquí sobre sus armas y el primer informe de la ONU, que se espera para febrero, pueden demorarse. En realidad la fecha de febrero está cerca del comienzo del clima caluroso, cuando, nos dicen, hace demasiado calor para combatir. El saber convencional es que es imposible pelear en el calor usando un traje de protección química y biológica completo. Funcionarios estadounidenses creen improbable que Saddam sea atrapado con las manos en la masa en una caldera de toxinas rodeado de misiles. Los inspectores tendrán que emitirjuicio sobre un montón de evidencia fragmentaria y circunstancial y es probable que Gran Bretaña y Estados Unidos tengan una opinión diferente al resto.
Con una disputa sobre las pruebas un llamado para más inspecciones puede llegar a haber acciones de Washington para aplicar más presión militar sobre Irak a través de inspecciones apoyadas por la fuerza, o aún usando tropas para capturar sitios sospechados de albergar armas. Estas tropas luego serían usadas para asegurar una base aérea o dos dentro de Irak para terminar con una ocupación gradual respaldada por la amenaza de ataques aéreos si Saddam trata de mover sus fuerzas. Un esfuerzo así puede entrar en la próxima resolución de la ONU. Lo que también será interesante de ver es si los verdaderos multilateralistas en la ONU están mejor preparados para obtener concesiones de Estados Unidos sobre el desarme a cambio de desarmar a Irak. Ahora que el desarme está nuevamente en la agenda, debemos asegurarnos que se aplique no sólo a los villano de Bush sino al esfuerzo global de manejar y eliminar las armas de destrucción masiva.
Mientras vemos como se desarrolla la saga de los inspectores, hay que recordar el lema de Ronald Reagan: siempre tengan un villano, y si se meten en problemas, cambien de tema. A comienzos de este año, Bush estaba en problemas por no haber capturado al principal sospechoso en la guerra contra el terrorismo y cambió de tema y de villano, de Bin Laden a Saddam. Cualquier otro ataque masivo de Al-Qaida puede gatillar la distracción masiva de una invasión a Irak.

* Dan Plesch es un alto investigador en el Royal United Services Institute for Defense Studies.
De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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George W. Bush con sus partidarios ayer en la Casa Blanca antes de hablar de Irak.
 
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