EL MUNDO › LA DERECHA ES FAVORITA EN LAS ELECCIONES REGIONALES ESPAÑOLAS

Peligran bastiones del PSOE

Según las últimas encuestas, el PP podría arrebatarles a los socialistas en el poder bastiones históricos como Castilla La Mancha o Extremadura y ciudades que pertenecen al PSOE desde hace más de treinta años, como Barcelona y Sevilla.

 Por Oscar Guisoni

Desde Madrid

Rajoy saluda en un acto electoral en el Palacio de los Deportes de Madrid.

Más de 35 millones de españoles están hoy llamados a votar en gran parte de las autonomías regionales y en la totalidad de los municipios en los comicios más atípicos desde el retorno de la democracia. Según las últimas encuestas, realizadas antes de la explosión popular de los indignados, el Partido Popular podría arrebatarles a los socialistas en el poder bastiones históricos como Castilla La Mancha o Extremadura y ciudades que pertenecen al PSOE desde hace más de treinta años, como Barcelona y Sevilla. El voto en blanco, la abstención, las papeletas nulas o las que vayan a parar a partidos pequeños serán mañana más noticia que el triunfo de los conservadores, ya que darán una pauta de cuán extendida está la bronca entre los ciudadanos que han inundado las plazas de todo el país.

Nadie ocultaba ayer en el PP la bronca. La formación que dirige Mariano Rajoy había hecho planes para un festejo en toda regla en la noche de hoy con la esperanza de reforzar la imagen de un partido que avanza como una aplanadora rumbo a las elecciones presidenciales de 2012. Las encuestas le sonríen y la debacle socialista se espera brutal, por lo cual algunos estrategas del partido han comenzado a soñar con el pedido de elecciones anticipadas para el próximo otoño, lo que obligaría a los socialistas a afrontar los comicios en pleno debate sucesorio, ya que José Luis Rodríguez Zapatero ha anunciado que no será candidato.

Pero las calles les jugaron una mala pasada a los conservadores, trastrocaron todo el panorama y hasta es probable que mañana los manifestantes les roben los titulares de la victoria, que ahora será igual de impactante aunque un tanto pírrica. El enfado de algunos de sus dirigentes lo dice todo. La ultraconservadora Esperanza Aguirre, candidata a repetir mandato al frente de la Comunidad de Madrid, se preguntaba con sorna durante los últimos días de la campaña “por qué ahora que la izquierda está por perder las elecciones quiere cambiar el sistema” e invitaba a los manifestantes a levantar el campamento frente a la sede de su gobierno, en la Plaza del Sol, y a trasladarse frente a la casa nacional de los socialistas, “hasta que Zapatero se vaya”. Luego tuvo que aclarar que se trataba de una broma. Esta noche habrá mucho que festejar en la sede del PP, aunque la victoria tendrá un inesperado gusto amargo.

Para los socialistas, en cambio, la campaña fue un auténtico quebradero de cabeza. Golpeado por la crisis y la impopularidad del ajuste que impuso el gobierno ante la exigencia de los mercados financieros, el PSOE llegó a las elecciones con el objetivo de salvar los muebles y contener daños, con sus dirigentes regionales llegando incluso a pedir a Zapatero que no acuda a sus mitines para no quedar pegados al tufo de la derrota que llega de la Moncloa.

Impotentes por no poder rentabilizar los grandes escándalos de corrupción que acosan al PP –ya que entre sus filas también abundan los procesados por delitos de corrupción–, los socialistas contemplaron hasta el pasado domingo cómo las encuestas aseguraban una victoria holgada del PP en sus feudos tradicionales, como Madrid o Valencia, y un inquietante crecimiento de la derecha en Extremadura y Castilla la Mancha, los dos bastiones más importantes, junto a los municipios de Sevilla y Barcelona, que los socialistas corren el riesgo hoy de perder. Antes de que se produjera la explosión popular era común en el PSOE oír que la corrupción no tiene costos electorales y recordaban que en algunos casos, como en la Comunidad Valenciana, el PP se había permitido el lujo de llevar como candidato al gobierno autonómico a un hombre bajo la lupa de la Justicia, como Francisco Camps, sin que ello moviera el amperímetro electoral.

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