EL MUNDO › PERDIó UN OJO EN CADA REVOLUCIóN

Testigo y víctima

 Por Eduardo Febbro

Ahmad Harara es el testigo y la víctima de la continuidad entre el régimen depuesto de Hosny Mubarak, derrocado en febrero, y el que lo reemplazó, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas al mando del mariscal Tantaui. La barbarie policial que cayó sobre los manifestantes de la Plaza Tahrir lo dejó ciego. Este dentista, de 31 años, es el símbolo de lo que ocurrió entre la primera revolución de enero y la segunda de noviembre. Ahmad Harara no faltó a ninguno de los encarnizados combates que se libraron en la Plaza Tahrir. El 28 de enero de 2011 una bala de perdigón disparada por la policía le arrancó un ojo. Ahmad Harara hizo esculpir esa fecha en la venda con que cubrió el ojo perdido. El pasado 19 de noviembre, Ahmad Harara perdió el segundo ojo. También lo alcanzó una bala en la Plaza Tahrir. Con la misma nobleza con que los jóvenes de Tahrir se expusieron sin miedo ni cálculos a la brutalidad policial, Ahmad Harara dijo: “Rehúso ser un símbolo. El verdadero símbolo es Tahrir y la gente que manifiesta”. En uno de los ángulos de la plaza, colgada de un poste, una pancarta dice: “Ahmed Harara, somos tus ojos”. Ni él sabe cómo salvó su vida. En enero pasado, los proyectiles lo hirieron en el tórax y ello le provocó una hemorragia en los pulmones que lo tuvo en estado de coma durante tres días. Estuvo dos meses restableciéndose. Cuando el pasado 18 de noviembre la revuelva volvió a explotar, Harara regresó a la plaza. Estaba convencido de que los militares buscaban perpetuar la política de Mubarak. El 19 de noviembre, Ahmad Harara estaba en la primera línea de los combates que estallaron en la calle Mohamed Mahmud, una arteria estratégica que desemboca en Tahrir y al mismo tiempo conduce al Ministerio del Interior. Una bala de goma de la unidad antidisturbios le arrancó el segundo ojo. No fue un accidente. Los revolucionarios egipcios apodaron a la policía “arrancadores de ojos” por la forma en que, deliberadamente, disparaban a los ojos de los manifestantes. Varias escenas filmadas por la televisión y teléfonos móviles muestran a los policías celebrando su puntería. Ahmed Harara no es un vencido. Según su entorno, Harara dice que prefiere estar ciego y con la cabeza alta antes que tener los ojos vendados. Para un gran sector de la juventud egipcia Harara es un mártir, un héroe de las jornadas porque su historia, que no es única, es una de las más trágicas y emblemáticas de la represión. El, sin embargo, no se cree un símbolo de nada, al contrario: “Todos han sido héroes, todos quieren que se vaya el poder militar”, dice. La historia de Ahmed Harara es una síntesis de la barbarie represiva que, desde enero pasado, dejó un saldo de 800 muertos y 11.000 heridos. Nada alteró la determinación de un pueblo a la hora de defender su revolución democrática. Ahmed Harara no se siente un mártir sino un eslabón más de la extensa lucha de los pueblos por la libertad.

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