EL MUNDO › A DIAS DEL 11 DE SEPTIEMBRE, ANIVERSARIO DEL GOLPE CONTRA SALVADOR ALLENDE, SOBREVUELA LA PALABRA “PERDON”

Cuatro décadas después, el perdón divide a Chile

El senador de derecha Hernán Larraín llamó a que los civiles que respaldaron a Pinochet hagan un mea culpa; Matthei aseguró que ella no tiene nada de qué pedir perdón y su rival, Bachelet, reclamó que se aceptara la diversidad política.

 Por Christian Palma

Desde Santiago

“Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón”, le dijo el cura español radicado en Chile Joan Alsina a Nelson Muñoz, el soldado de 18 años que minutos después lo acribillaría por orden de un coronel. Eran las 10 de la noche del 19 de septiembre de 1973 y el golpe de Estado perpetrado ocho días antes por Augusto Pinochet seguía haciendo estragos en Chile.

El próximo 11 de septiembre se cumplen 40 años desde que los militares tomaron el poder por la fuerza, y la palabra perdón ha planeado por sobre todos los responsables por acción u omisión, militares y civiles, de la sistemática violación a los derechos humanos que se vivió en Chile entre 1973 y 1990. El tema lo encendió hace unas semanas el senador Hernán Larraín, de la UDI, el partido más a la derecha en el país, al declarar que el primer paso es que los civiles que respaldaron el “régimen” de Augusto Pinochet hagan un mea culpa.

“Si ayuda pedir perdón, también libera saber perdonar. Por eso, ¿por qué no dar un paso personal en lugar de esperar que otros hagan lo que uno quiere oír? Algo simple y transparente como: yo pido perdón por lo que haya hecho o por omitir lo que debía hacer. Pido perdón por no haber colaborado de modo suficiente a la reconciliación en mi trabajo... Desde ya, hoy lo hago en mi nombre: pido perdón. Esta es mi voz para la reconciliación. Pero es necesario oír la de todos”, dijo el ex colaborador de Pinochet.

Su llamado no pasó inadvertido y pocos –por no decir nadie– de los reconocidos pinochetistas que siguen ocupando cargos públicos siguió el ejemplo. De perdón muy poco, al igual que toda la UDI, que considera que hacerlo es un acto personal, no colectivo.

De hecho, la candidata presidencial de la derecha, Evelyn Matthei, ha dicho en varias oportunidades que ella “tenía 20 años cuando ocurrió, no tengo nada de qué pedir perdón... Cuando todavía era estudiante y nadie me conocía, yo hablé del tema de los DD.HH. condenándolos... De tal manera, siento que no tengo que pedir perdón porque siempre tuve una posición clarísima en el tema y mi padre también”. Esto, a su juicio, les significó a ambos sufrir bullying desde la ultraderecha.

Su padre, Fernando Matthei, fue comandante en jefe de la Fuerza Aérea y acompañó a Pinochet en la Junta Militar. Ha sido acusado de ser responsable de las torturas aplicadas al padre de Michelle Bachelet, el también general Alberto Bachelet, que murió víctima del castigo brindado por sus propios hermanos de armas, por mantenerse leal a Salvador Allende. “Acá el golpe de Estado no vino porque sí, no vino de la nada. La DC pidió prácticamente el golpe. Hubo situaciones anteriores gravísimas. De tal manera que ésta es una conversación que va más allá de si una persona pide perdón o no”, agregó la carta presidencial.

En este escenario, Michelle Bachelet, candidata de la Nueva Mayoría, valoró los dichos de Larraín e hizo un llamado a suscribir un “compromiso”. “No podemos cambiar la historia, pero sí podemos construir nuestro presente y nuestro futuro... Me parece muy bueno que el senador Larraín haya hecho este acto de pedir perdón en forma pública, pero más allá de su situación personal, creo que es importante recordar lo que fue el golpe de Estado, los años de dictadura y lo que significó para mucha gente”, expresó.

Agregó que para lograr la reconciliación no sólo son “fundamentales” la verdad y la justicia, sino también aceptar la diversidad política y “si somos distintos no nos veamos como enemigos, nos podemos ver como adversarios pero no como enemigos”.

Con todo, los dichos de Matthei no cayeron nada bien en La Moneda, debido a las numerosas críticas recibidas y en momentos en que el presidente Sebastián Piñera prepara una conmemoración del 11 de septiembre donde se muestre una imagen de un gobierno lejano a la dictadura. Tarea difícil tomando en cuenta que muchos de sus colaboradores también lo fueron de Pinochet.

“Como gobierno vamos a proponerle al país no olvidar, pero (también) aprender de los errores del pasado para no repetirlos nunca más; ése es el espíritu, ése es el mensaje de esta convocatoria e invitación que hemos hecho a todas las fuerzas políticas, a todos los ex presidentes, al Poder Judicial, al Poder Legislativo”, aseguró.

Piñera agregó que “el compromiso es muy simple. Nunca más queremos que en Chile se quiebre la democracia, la sana convivencia y se atropellen los derechos de ningún ser humano”.

Bachelet fue invitada al acto en su calidad de ex presidenta, sin embargo declinó asistir. En ese punto, Piñera dijo que “vamos a recibir con los brazos abiertos a todas las autoridades, a los ex presidentes, pero cada uno es libre de asistir o de no asistir”.

La nefasta fecha ha desenterrado muchas heridas reflotadas también por una seguidilla de reportajes de prensa que han retratado el dolor de miles de chilenos y que dan cuenta de que la rabia no termina y la reconciliación no llegará mientras no se conozca toda la verdad acerca de los detenidos- desaparecidos y se haga justicia. Atento a ello, Piñera responsabilizó de manera transversal a las fuerzas políticas que “debilitaron la democracia” antes de 1973, como a las autoridades del gobierno militar, a los jueces y a la prensa por su actuación ante los delitos de lesa humanidad.

“Igual como las fuerzas políticas, especialmente aquellas que incorporaron la violencia, que deslegitimaron la democracia, que no respetaron el Estado de derecho, contribuyeron a debilitar nuestra democracia, también es cierto que las máximas autoridades del gobierno militar, que sabían o debían saber del atropello a los derechos humanos, tienen una responsabilidad política”, afirmó el presidente.

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La sociedad chilena vivió una sistemática violación a los derechos humanos entre 1973 y 1990.
 
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