EL MUNDO › OPINIóN

Declaración por la paz en Medio Oriente

 Por Guillermo Marcó, Omar Abboud y Daniel Goldman *

Israelíes y palestinos están de luto. Dos poblaciones viven una posibilidad impensable: que esta horrible realidad sea la forma como las cosas van a ser, de vez en cuando, y para siempre. El incremento de las dramáticas cifras de víctimas hace que la escalada denote el crecimiento de una mayor violencia en la zona de Medio Oriente, Tierra Santa de nuestras tres religiones, páramo sagrado de nuestras creencias. Y ante este aumento espiralado de odio, desconfianza, desquite y represalia, la experiencia en el diálogo interpela nuestro espíritu convocándonos, como seres sensibles y sensatos, a comprometernos con los valores de la armonía y la concordia, conduciéndonos en una acción compartida.

Somos conscientes de que no hay nada más necio y cretino que la pretensión de aquella persona que cree tener el derecho de matar a su semejante porque habita del otro lado de la frontera. En este sentido recordamos las palabras del papa Francisco: “Adán, ¿dónde estás? Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer”.

Se debe acabar con varias décadas de conflicto, violencia y deslegitimaciones. Hay que afirmarse en las experiencias y conversaciones previas que tendieron a buscar y hallar el sentido de la coexistencia, aprendiendo de ellas y mejorando el carácter del diálogo, herramienta primordial para la paz, de modo tal que ambos pueblos no se vean sucumbidos en la muerte y la destrucción, sino exaltados en la fraternidad y el encuentro.

Por el bien de palestinos e israelíes y por el bien de la humanidad toda, hay que insistir en negociar una paz justa, sabiendo que cada uno deberá ceder para ganar.

Nunca ha habido una buena guerra, del mismo modo que jamás hubo una mala paz. Desde nuestra perspectiva religiosa de vida la perfección de la Paz-Salam-Shalom deviene de un indisociable equilibrio humano, que se compatibiliza con el resto de la creación, originada a partir de esa totalidad a la que damos el nombre de Dios-Allah-Adonai.

Con este ánimo, también hacemos un llamado a las colectividades judía y árabe de la Argentina, a través de sus instituciones y organizaciones, a unirse en horas de conflicto, generando gestos paradigmáticos que intensifiquen los lazos que las relacionan. Lamentablemente existen núcleos con visiones integristas en todas las expresiones comunitarias. Contaminados con el instinto de lo absoluto, polarizan el pensamiento que afecta el comportamiento cotidiano del hombre religioso, que supone estar inspirado por un Ente Trascendente que es fuente de amor. El ejercicio del diálogo en la Argentina nos enseñó a aceptar al otro en sus derechos, reconociendo sus valores, respetando sus categorías de igualdad y también sus diferencias, permitiéndonos convivir genuinamente. Por ello debemos ser virtuosos para no instalar conflictos, siendo capaces para exhibir nuestro modelo.

Apelamos a que se reactive un proceso de negociación que conduzca hacia una paz duradera.

* Instituto del Diálogo Interreligioso (IDI).

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