EL MUNDO › IRAK SE PERFILA COMO UN ARMA DE DOBLE FILO PARA LA OPOSICION DEMOCRATA

¿Qué hiciste tú cuando votaban la guerra?

Por Rupert Cornwell*
Desde Concord, New Hampshire

Mientras los votantes de New Hampshire concurrían a votar ayer, la discusión sobre la aparente inexistencia de las armas de destrucción masiva de Irak dio a los rivales presidenciales demócratas un arma poderosa contra George W. Bush. El reconocimiento por parte de David Kay, jefe saliente del Grupo de investigación en Irak conducido por EE.UU., de que Saddam Hussein probablemente no tuviera armas de destrucción masiva en el momento de la invasión fue tomado por varios candidatos como prueba de que Bush engañó al país cuando lo llevó a la guerra en marzo pasado. “Esto demuestra que hubo una enorme cantidad de exageración y engaño”, declaró John Kerry esta semana, y varios de sus rivales en la nominación del partido usaron el mismo lenguaje.
Pero el tema de las armas de destrucción masiva también puso de manifiesto las profundas divisiones entre los demócratas. Las palabras de Kay dieron también munición a Howard Dean peleaba esta semana por el primer puesto con el senador de Massachusetts. Kerry continuó alardeando de su experiencia en política exterior, formada en más de dos décadas en el Senado, como una calificación para la presidencia que ninguno de sus rivales podía igualar. Pero el ex gobernador de Vermont usó la controversia de Irak para socavar esa afirmación. ¿Como podía confiarse en la opinión de Kerry, se preguntaba Dean, si votó contra la guerra de Irak en 1991, “cuando las tropas de Saddam habían ocupado Kuwait y los pozos petroleros se incendiaban” y sin embargo en octubre de 2002 apoyó la resolución del Congreso dándo carta blanca a Bush para su innecesaria e injustificada guerra en 2003? Kerry todavía tiene problemas para brindar una explicación convincente, pero también los tienen los otros candidatos, incluyendo al senador John Edwards de Carolina del Norte, quién votó a favor de la resolución, y el retirado general Wesley Clark, que admitió que probablemente también lo hubiera hecho de haber estado en el Congreso.
Aducen que los tomaron por sorpresa: “Donald Rumsfeld le dijo a un grupo de generales retirados antes de la guerra que ‘sé donde está el 30 por ciento de las armas’”, sostiene el general Clark. “Cuando un secretario de Defensa dice eso uno tiende a creerle”. De los candidatos más importantes, sólo el senador Joe Lieberman de Connecticut, centrista y fuerte partidario de la guerra, mantuvo su posición. Pero aún él está pidiendo una investigación completa sobre por qué se lanzó la guerra. No obstante, con la elección cercana, y los republicanos comandando el Capitolio, cualquier acción del Congreso es improbable.
En público, Bush insiste que hizo lo correcto al deponer a Saddam, diciendo ayer a los periodistas que estaba aún más convencido hoy que el dictador iraquí había sido “una grave amenaza” para EE.UU. Detrás del telón, sin embargo, la Casa Blanca está tratando de desviar la culpa por la debacle hacia la comunidad de inteligencia y George Tenet, el director de la CIA, que se espera que cese en sus funciones después de la elección Kay mismotambién adoptó esa línea, negando que Bush abusara de la confianza del pueblo de EE.UU. y alegando que el problema fue una falla de inteligencia.
Pero la estrategia podría producir el efecto opuesto al buscado. El verano pasado, Tenet derrotó un intento de la Casa Blanca de hacerlo personalmente responsable de las célebres 16 palabras que sostenían que Saddam había tratado de comprar uranio de Africa, palabras luego pronunciadas en el discurso del Estado de la Unión de 2003. Esta vez, puede volver a rehusarse a aceptar la culpa, especialmente ahora que muchos altos operadores de inteligencia aquí están furiosos con la idea de convertirse en chivos expiatorios políticamente convenientes cuando la CIAhabía sido más precavida en sus afirmaciones del riesgo que significaba Irak que el Pentágono o el vicepresidente Dick Cheney.
Si estas tensiones surgen en la arena pública, los demócratas podrán aprovechar el caos de la administración. Pero no resulta claro hasta qué punto la discusión de las armas de destrucción masiva se traducirán en votos. Una mayoría de estadounidenses aceptan la frase de Bush de que después del 11 S EE.UU. no podía correr riesgos, y que, armas o no armas, el mundo e Irak están mucho mejor sin Saddam. Pero esto podría cambiar si las bajas en Irak empiezan a aumentar abruptamente.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère

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