EL MUNDO

Esa nueva aspiradora de empleos que se ha dado en llamar “globalización”

El problema está en todas partes y el último informe en dar cuenta de ello, a cargo de la Organización Internacional del Trabajo, lo retrata con objetividad. Es la fragilización social que deviene de la globalización, esa novedosa exportadora-importadora de empleos.

 Por Eduardo Febbro

Página/12
en Francia

Desde París

Dos años de trabajo, un panel de expertos y hombres políticos oriundos de todos los horizontes, tales son los medios que movilizó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para analizar las consecuencias planetarias de uno de los fenómenos más controvertidos del siglo que se acabó y del que recién comienza: la globalización. Sin llegar a poner en tela de juicio el sistema económico mundial, el informe sobre “la dimensión” social de la globalización pone de relieve sus falencias más dramáticas: desempleo, daño de las normas sociales, precariedad social ampliada, privatizaciones desastrosas de los servicios públicos. El balance elaborado por la OIT cabe en una cifra y en una paradoja. La cifra es la de los 4000 millones de excluidos que existen en el mundo (los seres humanos que se benefician con la globalización oscilan entre 1000 y 2000 millones). La paradoja radica en que allí donde la gobernabilidad es buena la globalización tiene impactos positivos (reducción de las tasas de pobreza). Allí donde esa gobernabilidad es nefasta, el fenómeno acarrea el aumento del desempleo y las desigualdades sociales.
Los autores del estudio destacan con justa razón que “muchos de los males de los que sufre el mundo actual –pobreza, insuficiencia de puestos de trabajo decentes, violaciones a los derechos humanos– existían antes de la fase actual de la globalización. Sin embargo, la exclusión y la miseria ganaron terreno en algunas regiones del mundo”. Jugando con los márgenes de lo que está permitido enunciar en el seno de un organismo multilateral, el informe “Una globalización justa” considera que las “desigualdades globales son inaceptables desde el punto de vista moral e insostenibles desde el punto de vista político. Lo que se necesita para cambiar esta situación no es lanzarse a poner en práctica un plan utópico, sino realizar una serie de cambios coordinados de diversa índole, que van desde la reforma de ciertas partes del sistema económico global hasta el reforzamiento de la gobernanza a escala local”. Nada define mejor el espíritu del trabajo como la nacionalidad de las personalidades que presidieron la comisión: Benjamin William Mkapa, presidente de Tanzania, y Tarja Halonen, presidenta de Finlandia. La sociedad que preside el primero apenas vio por la televisión las delicias de la globalización, mientras que Finlandia se benefició con los frutos de la economía globalizada. En este contexto, ambos mandatarios alegan que el mensaje del trabajo quiere ser a la vez “crítico” y “positivo”. Crítico porque el impacto nocivo de la globalización tiene varias cabezas y un eje común: la fragilización social. Según escriben los autores, “la globalización lleva a las empresas a tornarse más competitivas, lo cual pesa sobre los salarios, acarrea fusiones” y, por consiguiente, despidos masivos. La privatización de los servicios públicos tan de moda en los años ‘90 aparece como una de las aberraciones económicas más criticadas. Impuestas por las políticas económicas de los países desarrollados y los organismos multilaterales de crédito (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial), las privatizaciones de los suministros de agua, electricidad, “agravan la pobreza” tanto más cuanto que la pugna por el comercio mundial conduce a que las empresas “reemplacen los puestos de trabajo decentes por un trabajo informal, intermitente y sin ninguna seguridad”. Prueba de esa inseguridad social es el aumento del desempleo en todo el mundo: en el curso del año 2003, el desempleo afectó a 180 millones de personas. El FMI y el BM se llevan muchos de los cuestionamientos del informe. La apertura de los flujos de capitales tornó vulnerables a los sistemas financieros al tiempo que las recetas implementadas por el FMI y el BM a fin de cerrar el ciclo de la crisis fueron aplicadas de forma “arrogante” y en “plena ignorancia de la situación local”.
A pesar de que se reconozcan con todo los beneficios del sistema –en Asia, por ejemplo, la globalización permitió que más de 200 millones personas superaran la pobreza–, su lado oscuro ha dejado en la sombra a millones de seres humanos. Uno de los pecados más sobresalientes de la globalización es lo que el informe llama “el déficit democrático en el corazón del sistema”. Ese es precisamente uno de los argumentos más esgrimidos por los críticos de la globalización y retomado en el trabajo de la OIT: “Los mercados mundiales se desarrollaron sin que se desarrollaran en paralelo las instituciones económicas y sociales necesarias para que funcionen sin sobresaltos y de forma equilibrada”.

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Un niño limpia el cristal de un taxi en una esquina de la avenida Reforma en Ciudad de México.
Es uno de los 4000 millones de excluidos que existen hoy en el mundo y no salen bien de la globalización.
 
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