EL MUNDO

El retorno de lo reprimido con 20 muertos en Kosovo

Kosovo, la provincia rebelde de la ex Yugoslavia, estaba pacificada, bajo el efecto anestésico de la presencia militar internacional. Y la ex Yugoslavia también. Pero eso empieza a cambiar.
Crónica de unos Balcanes que reanudan sus guerras de siempre.

Por Marcus Tanner*

Una mezquita ennegrecida en Belgrado, otra incendiada hasta los cimientos en el sur en la ciudad de Nis. En Kosovo, por lo menos 20 muertos, docenas de hogares serbios y varias iglesias incendiadas y gente sin techo nuevamente en la calle. Cinco años después que el mundo de afuera trajo la paz a Kosovo, los temores aumentan de que un último arreglo de cuentas establezca para siempre las reglas de Kosovo. La única fuerza que claramente no gobierna Kosovo en este momento es la ONU. A medida que aumenta el número de muertos y los disturbios se expanden por la provincia, las 17.000 tropas que controlan la provincia y su pequeño enclave serbio son una fuerza claramente desorientada. Y mientras el vocero de la Unmik (la misión de la ONU en Kosovo), Derek Chapel declaró que la violencia era sólo la obra de “unos pocos extremistas”, los miles de serbios y un número mayor de albaneses que tomaron parte en los disturbios y protestas sugieren que el miércoles negro de Kosovo era obra de más de un puñado.
En toda la provincia, bandas de jóvenes albaneses atacaron pequeños enclaves serbios en su centro, en lo que parecía un ataque coordinado, irrumpiendo a través de delgados cordones de la ONU para incendiar casas e iglesias y obligar a los serbios a huir. Primero fue el intercambio mortal de fuego entre serbios y albaneses a través del río Iban en Mitrovica, el miércoles a la mañana, después del descubrimiento de dos niños albaneses muertos en las aguas del río. Pero no bien la ONU entró en acción en Mitrovica, un nuevo punto irrumpió en Caglavica, un pequeño pueblo situado a horcajadas del camino principal de Pristina a Macedonia.
Para cuando arribaron los refuerzos, los albaneses locales habían llegado al borde externo del enclave y estaban incendiando las casas, los miles de locales habían huido a la mejor custodiada Gracanica. A la vez que las fuerzas de mantenimiento de paz restauraban el orden en Caglavica, una nueva herida se abrió en Lipljan, en Kosovo oriental, mientras los serbios y los albaneses intercambiaban disparos en esa ciudad dividida. Después de eso le tocó el turno a Belo Polje, un pequeño pueblo cerca de Pec, la escena de un reciente regreso organizado de familias serbias. Los retornados refugiados fueron corridos por los locales y tuvieron que escapar al cercano Pec bajo escolta militar italiana.
Aun cuando la turbulencia en Kosovo se calmó, dejando casi dos docenas de muertos, la cadena de violencia no había terminado mientras las masas de jóvenes serbios atacaban la antigua mezquita del siglo XVII de Belgrado y quemaban totalmente su contraparte en Nis. Para ayer, mientras las fuerzas de paz encontraban su camino entre las ruinas de las casas serbias devastadas en Kosovo, muchos se preguntaban si el prestigio de la ONU, junto con los cuatro años previos de intentar lograr un diálogo entre serbios y albaneses, había llegado más allá de toda reparación. Mientras las autoridades serbias y las estaciones de televisión enviaban denuncias de “terroristas” albaneses y el gobierno dirigido por albaneses de Kosovo repetía exigencias de independencia, una solución parecía más lejana que nunca. Los presagios de por lo menos una reconciliación superficial no son prometedores. Serbia se está preparando para una elección presidencial en pocos meses, que se espera que gane el ultranacionalista partido radical serbio, y ningún político quiere ser acusado de traición por dar un centímetro de “tierra santa” serbia.
Al mismo tiempo, los albaneses de Kosovo, 2 millones y el 90 por ciento de la población aún antes de la retirada de Belgrado en 1999, son una comunidad cada vez más frustrada. La euforia que siguió la retirada del ejército serbio en 1999 es ahora un recuerdo distante, mientras los albaneses ven el largo camino hacia la independencia bloqueado por una fuerza internacional interesada en equilibrar exigencias contradictorias en Belgrado y Pristina y no queriendo devolver un poder significativo a la mayoría albanesa.
Mucha de la tensión de los días recientes se hubiera disipado si la gente hubiera tenido trabajo, pero con las fuerzas internacionales preocupadas por asegurar una paridad étnica a los cuerpos gubernamentales locales, se prestó poca atención a la empobrecida economía de Kosovo. “Nadie en la Unmik está ni siquiera pensando en la economía”, se quejó un trabajador de NGO en Pristina la semana pasada. “Ni siquiera tienen expertos en economía aquí.” Si se le añade un excepcional perfil de juventud entre la población albanesa –no hay más que mirar la multitud de jóvenes hombres arremolinándose en Pristina en cualquier momento del día–, se tienen todos los ingredientes que forman el volátil cocktail de Kosovo.
Pocos ven algún motivo de esperanza. Hace unas pocas noches estaba sentado en un bar en Pristina, comiendo alas de pollo y bebiendo un batido de leche, rodeado por jóvenes elegantemente vestidos. Casi con seguridad, ninguno en ese grupo estarían entre los bandidos que lideraban el día de violencia de ayer. Pero hay pocos de esos lugares en Kosovo y para el 70 por ciento de la población que está desempleada hay pocas diversiones, salvo cuidarse de las “provocaciones” del enclave serbio cercano, donde los locales están igual de aburridos, inquietos y pobres.
Un rayo de luz llegó ayer para el famoso pero aislado monasterio serbio de Decani, en Kosovo occidental, donde Fr. Sava, conocido como “el cibermonje de Kosovo” por sus actividades ecuménicas en Internet, dijo que personalmente había conseguido protección para su iglesia medieval del alcalde local albanés. Pero gestos como éstos, un lado pidiendo, el otro otorgando, son patéticamente raros en Kosovo. Demasiados serbios todavía ponen su fe en una guerra serbia de reconquista, y demasiados albaneses tienen sed de venganza por la “limpieza étnica” que sufrieron a manos de los serbios en 1999. Unos cientos extra de fuerzas de mantenimiento de paz de Estados Unidos pueden poner la tapa nuevamente en el caldero de Kosovo por unas pocas semanas o meses, pero sin un progreso de doble senda en la economía de Kosovo y en sus estatus final, lo que vemos ahora no es más que una operación de postergación.

* De The Independent de Gran Bretaña.Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère

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Una mezquita arde en Nis, quemada por serbios en una explosión de violencia étnica.
Unas 3000 personas se volcaron a las calles para protestar contra la violencia antiserbia en Kosovo.
 
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