EL MUNDO › OPINION

Lo que debe hacer Europa

Por Sergio Muñoz Bata *

Si abril resultó el mes más cruel para las tropas estadounidenses en Irak, junio será crucial para las aspiraciones presidenciales de George W. Bush. Acosado por la ominosa sombra del fiasco en Irak, el presidente viaja a la vieja Europa buscando el respaldo de los mismos líderes a quienes despreció cuando se negaron a seguirlo en su fallida aventura. Hoy, a poco más de un año de que cantara victoria disfrazado de aviador de combate, Bush va a Europa porque sabe que solo, o con su coalición de membrete, no podrá resolver el caos iraquí; que sólo con la participación plena de Naciones Unidas podría reinventarse ese atribulado país; que ésta sólo participaría en la empresa si se logra restablecer el orden. Sabe también que sin el apoyo europeo no hay nada.
Bush visitará Roma, París y las playas de Normandía a principios de mes. La ocasión no podía ser más propicia para su causa pues de trata de celebrar el 60 aniversario de la liberación de ambos países.
A finales de mes, Bush se reunirá con los líderes de la Unión Europea y con el alto mando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Irlanda y en Turquía. Bush necesita que los líderes europeos acuerden un compromiso para participar activamente en la resolución del descalabro en Irak. Esto le permitiría argumentar ante los votantes norteamericanos que su liderazgo no ha disminuido. Si, por el contrario, los ciudadanos europeos salen a las calles a repudiar masivamente sus políticas en Irak y amenazan a sus gobiernos con una solución a la española (¡fuera los vendidos!), si pactan acuerdos con Bush, se confirmaría el deterioro de su imagen en el mundo.
Con el ejército norteamericano enfangado en la ciénaga iraquí y su liderazgo cuestionado de Washington a Bagdad, de Madrid a Moscú, de Brasilia a El Cairo, Bush ha iniciado su contraofensiva buscando convencer a la opinión pública nacional e internacional de que no ha perdido el rumbo. Mientras tanto, en la capital estadounidense el panorama es sombrío. En las audiencias que se celebran en el Senado no se oyen sino lamentaciones y derrotismo. Para el ex comandante de las fuerzas norteamericanas en Oriente Medio, el general Joseph P. Hoar, la guerra en Irak está “al borde del fracaso”. No menos negativa es la visión de Larry Diamond, ex asesor de las autoridades norteamericanas en Bagdad, al declarar que “sólo hay una palabra para describir una situación en la que no puedes ganar y no te puedes retirar: pantano”. O las del comandante Charles H. Swannack, diciendo: “Hemos perdido apoyo público internacional, regional y dentro de Estados Unidos”.
En efecto, lo que antes era sólo un rechazo internacional al belicismo de Bush hoy se ha vuelto enérgica condena moral contra Estados Unidos. Y quien hace apenas un año se ufanaba de haber ganado la guerra hoy se afana intentando detener la caída de su popularidad, derribada por el peso de la tarea inacabada en Afganistán, la anarquía en Irak y la brutal pérdida de legitimidad que sufrió con la publicación de las fotos de la prisión de Abu Ghraib.
La vieja Europa no debe prestarse a legitimar los ambiciosos escenarios de los políticos neoconservadores, que quieren imponer la democracia por la fuerza y contra la razón.

* Miembro del consejo editorial de Los Angeles Times. Correo electrónico: [email protected]

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