EL MUNDO › QUIEN ES KARL ROVE, JEFE DE LA CAMPAÑA DE REELECCION

El oscuro arquitecto de la victoria

 Por Mercedes López San Miguel

George W. Bush, uno de los líderes más impopulares del mundo –si no el más impopular–, consiguió la reelección que su padre no logró. La clase trabajadora norteamericana (blue-collar) terminó votando a los republicanos, convencida del “acierto” de los recortes de impuestos para los más ricos; de que la economía irá bien –en el marco de un déficit presupuestario histórico– y de que el mundo es más seguro sin Saddam –en plena posguerra incierta–. Para entender por qué los norteamericanos siguen viendo en este sujeto a su comandante en jefe, vale la pena detenerse en el hombre que lo asesora desde sus tempranos pasos por la política: Karl Rove.
Junto a George Walker Bush desde antes de su gobernación de Texas, Karl Rove, niño mimado de Bush, un hombre regordete de anteojos, ha sido cuestionado por sus tácticas nixonianas de hacer política. Cuando Bush asumió en el 2000, Rove ya estaba pensando en esta campaña para su reelección. Tras el 11-S, convenció a Bush de la conexión entre Saddam Hussein y Osama bin Laden, algo que la CIA no había podido. Según fuentes de la administración, el consejero estuvo presente en una reunión en la que se trató el posible ataque a Siria después de Irak, en la que dijo que no era el “momento indicado”.
Esta campaña estuvo signada por los temas de seguridad nacional (la lucha antiterrorista) e Irak. Rove, de 53 años, hizo por arte del marketing que vieran a Bush como “el líder que guió a su país con mano fuerte en tiempos difíciles” –no como el que realmente dilapidó un capital político nacional e internacional– tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 y su doctrina preventiva. El feudo de Rove es el Comité Nacional Republicano. Llegó a la presidencia del Colegio Republicano en 1973, cuando muchas de las universidades estaban sumergidas en protestas contra la guerra de Vietnam. En esos tiempos, ya pertenecía al grupo de Lee Atwater, que luego pasara a ser conocido como el “perro de ataque”, un agitador que asesoraría a Reagan y al viejo Bush.
Rove, un autoasumido “competitivo,” se ha ganado una legión de enemigos desde entonces. “Este chico es peor que Haldeman y Ehrlichman”, dijo una fuente a la prensa estadounidense que trabajaba en la oficina de Hightower, comparándolo con los asesores de Richard Nixon en pleno caso Watergate. El mismo George Bush padre lo contrató a Rove por su fracaso en la carrera de las primarias contra Ronald Reagan en 1980. Luego, Rove fue el aliado fiel de Bush junior. El contrato entre ambos data de tiempos en que Rove tenía su firma Karl Rove & Co., y aconsejó al cowboy primero para la campaña a la gobernación de Texas (1994) y luego la presidencial (1999), exagerando siempre la imagen nata de campechano y de “hombre común” de Bush.
Como parte de esta contienda electoral, por primera vez el Comité Nacional Republicano eligió a Nueva York como sede de la convención del partido en septiembre pasado, haciendo uso del simbolismo de la ciudad con el trauma de la destrucción de World Trade Center. En ese debate, la prensa se mofó de un bulto en su camisa, señalado como auricular por el que Bush habría seguido las palabras de otro. ¿Sería el freak –raro, como lo tildan– Rove? Parecía que un triunfo era un milagro propio para Bush, que tiene una fuerte visión religiosa desde hace 18 años. El milagro ocurrió. Y Rove tiene un trabajo seguro por cuatro años más.

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