EL MUNDO

La noche que la juventud despertó a la militancia

Eran conformistas, consumistas, individualistas, hedonistas, y, por sobre todo, tranquilos. Pero la noche que Jean-Marie Le Pen llegó a la segunda vuelta francesa, toda una nueva generación descubrió la lucha de calles. Estos son sus testimonios.

 Por Eduardo Febbro

El 21 de abril, a las ocho y un minuto de la noche, toda una generación de franceses se despertó brutalmente de un tranquilo sueño compartido. Los medios de prensa, conmovidos e incrédulos, anunciaban lo que hasta ese momento parecía una pesadilla controlada: la segunda vuelta de las elecciones presidenciales prevista para el 5 de mayo no se jugaría en torno a la oposición natural entre izquierda y derecha, entre el presidente saliente Jacques Chirac y su primer ministro socialista Lionel Jospin. Obsesionados por derrotar al otro, Chirac y Jospin se habían olvidado del tercer hombre: Jean-Marie Le Pen, el líder histórico de la extrema derecha francesa. Por primera vez en el último cuarto de siglo, los socialistas perdían su candidato a medio camino en provecho de una de las figuras más oscuras de la historia francesa. Le Pen representaba la herencia negra del fascismo, del antisemitismo hitleriano, de las peores horas de la humanidad.
Azorada, la sociedad reaccionó masivamente desde un lugar que nadie esperaba: no fueron las conciencias politizadas las que salieron inmediatamente por las calles sino la juventud, los estudiantes de primero y segundo año de la Universidad y, sobre todo, aquellos que nunca habían votado hasta el momento: los bachilleres. Esas dos generaciones habían recibido muchos calificativos que fueron barridos en pocas horas: la generación H (hedonista), la generación N (Nike), la generación que sólo se ocupaba de su propio cuerpo y de sus placeres pasajeros demostró que, más allá de sus “costumbres”, cuando la República estaba en peligro, el resorte de la conciencia estaba más vivo que nunca. “Yo nunca milité ni me interesé en la política. Pero esa noche del 21, en cuanto vi que Le Pen era el candidato de la segunda vuelta, me dije: es imposible, no puedo, no podemos permanecer pasivos, nadie puede tolerar que nuestro futuro dependa de un pasado manchado por el crimen.” Jean-Christophe tiene apenas 17 años y es uno de los miles y miles de jóvenes que, desde el lunes 22, participó en las multitudinarias manifestaciones contra Le Pen. Jean-Christophe, Hélene, Martin, Pascal son todos alumnos de un bachillerato del distrito 14 de París y cuentan con orgullo cómo “nos despertamos a la militancia política sin que nos diéramos cuenta”, dice Hélene mientras Martin corrige diciendo “ni siquiera tuvimos tiempos de formarnos una conciencia, de elegir un campo u otro. Había que salir, decir que no, expresar esa fuerza llena de convicciones no pensadas que teníamos en nosotros”.
Durante dos semanas, esa generación “tranquila” paralizó las clases, organizó debates, asambleas, foros, creó grupos de militancia y discusión, recorrió los barrios golpeando cada puerta para decirle a la gente: “Piensen en nosotros, no nos dejen un futuro sucio”. Tania, un miembro de la UNEF, Unión Nacional de Estudiantes de Francia, está convencida de que su generación “inventó en la acción otra forma de hacer política. Creo que demostramos que había valores y que la defensa de esos principios no respondía necesariamente a una obediencia ideológica”. Martin tiene apenas 20 años y estudia derecho en una universidad parisina. Recordando las manifestaciones en las que participó a partir del 21 cuenta: “Empecé a ir a las manifestaciones con dos amigas. La verdad es que no sabíamos muy bien qué hacer, ni siquiera sabíamos si teníamos que cantar, gritar o únicamente caminar. Mi sentimiento era que por más numerosos que fuésemos, nuestra presencia no podía cambiar gran cosa”.
Hoy saben que no es así, que cuando son muchos y caminan en la misma dirección todo cambia. Con el correr de los días, las reacciones espontáneas se fueron transformando en una búsqueda de bases más sólidas, en la armadura de una estructura para el mañana. Hace unos días la UNEForganizó un debate-asamblea sobre dos temas: “Erradicar la extrema derecha” y “Responder a las aspiraciones de la juventud”. Las consecuencias del 21 de abril no se limitaron a la calle. Desde entonces, todo cuanto parecía adormecido volvió a nacer. Marie, miembro de la asociación Sud Etudiants, reconoce que “existe una avalancha de demandas de todo tipo”. Los jóvenes vuelven a crear comités de vigilancia cívicos, de grupos como ‘Estamos hartos del Frente’ (Frente Nacional, el partido de Jean-Marie Le Pen). El fenómeno no se limita solamente a los círculos universitarios. Los bachilleres también pasaron a la acción cívica de manera tan masiva como inesperada. La Unión Nacional de Bachilleres (UNL) admite que desde finales de abril las demandas de adhesión “llueven cada día. Antes recibíamos uno o dos pedidos por semana. Ahora, en los últimos 15 días hemos recibido más de 400 demandas de integración”. Julien, un miembro de la asociación Asterix que lucha contra la xenofobia, afirma que “hasta el 21 de abril los demás estudiantes se burlaban de nosotros, nos decían que la amenaza de la extrema derecha era ficticia. En suma, que éramos unos meros cazadores de fantasmas. Finalmente han visto que teníamos razón”.
Creada en los años ‘80 en pleno crecimiento de la extrema derecha, la asociación SOS racismo no puede creer lo que está viendo. SOS racismo inició a mediados de la década de los 80 el movimiento más importante que Francia conoció luego de mayo del ‘68. Una mano abierta en medio de la cual aparecía la frase “No toques a mi amigo” (el extranjero) se convirtió en el lema de una generación que repudió el racismo naciente. Recuperada políticamente por Mitterrand y posteriormente caída un poco en desgracia, SOS Racismo renace hoy de sus cenizas con el impulso de la nueva generación que se despertó una mañana con la amenaza de Le Pen. Esa juventud acude ahora “a borbotones a inscribirse en cuanta asociación humanitaria existe”, asegura Samuel Thomas, miembro de la estructura nacional de SOS Racismo. Thomas agrega que “en regla general, SOS Racismo recibe pedidos de ayuda, pero son los jóvenes quienes nos llaman para proponernos la suya. Todo ese impulso, todo ese rechazo manifestado se está encausando en la acción humanitaria. Los jóvenes querían hacer el bien y la situación política francesa les mostró el camino”. La Liga Internacional Contra el Racismo y el Antisemitismo (LICRA) conoció la misma afluencia. Philippe Comby, vicepresidente regional de la LICRA, asegura que “la juventud comprende muy bien la necesidad del antirracismo y la urgencia de combatirlo”. En el Movimiento contra el Racismo y por la Amistad entre los Pueblos (MRAP) constata sobre todo “la enorme necesidad de diálogo, de intercambio y de compromiso que demuestran las jóvenes generaciones. Hemos estado literalmente sumergidos por las demandas. Los jóvenes estaban realmente angustiados. Estas dos semanas de marchas y debates fueron como una terapia de grupo necesaria”.
Creativa, alegre, combativa, fraternal, espontánea y solidaria, la generación que pobló las calles con decenas de miles de carteles diciendo “No” descubrió que no estaba sola como creía. Anne-Sophie, 22 años, confiesa con alegría que de pronto “descubrí que podíamos contar con los demás, que todo esa gente que manifestaba lo hacía por el mismo principio, que, por encima de las apariencias, formábamos una comunidad de ideas, de sentimientos, de principios comunes”. Estos nuevos militantes contra la intolerancia renovaron la acción ciudadana aportando su propia cultura: internet, teléfonos portátiles, mensajerías, mensajes en las radios adolescentes musicales. La gran movilización de lo que en Francia se conoce como “los ados” (adolescentes) sorprendió a sus mismos protagonistas. Con sus apenas 15 años, Lucie reconoce que “la política vino a perturbar nuestra adolescencia. Nos sentimos interpelados, casi forzados a meternos en un terreno que, hasta el 21 de abril, creíamos reservado a la generación que estaba encima de nosotros”. PierreBellanger, el director de la radio FM más escuchada por los adolescentes, Skyrock, alega que “esos bachilleres del 21 de abril son como los estudiantes que, el 11 de noviembre de 1940, manifestaban solos contra los nazis en París”. Claire, Albert y Vanessa, tres bachilleres del distrito 9 de París, confirman el análisis de Boutih: “Nos sentimos indignados -dicen a coro–. Reaccionamos con rabia, sin pensar en la izquierda o la derecha. Queríamos evitar la vejación. Hoy, después de todo, siento que les hemos demostrado a nuestros padres, a la sociedad y a nosotros mismos que no éramos esos individualistas sin alma. Sabemos que podemos ser útiles a la sociedad. No somos corderos”.

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Una de las multitudinarias manifestaciones que se volcaron sobre las calles francesas.
 
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