EL MUNDO › HABLA SAMI NAïR, EURODIPUTADO SOCIALISTA Y POLITOLOGO FRANCES

“España e Inglaterra no entendieron nada”

La cumbre de la Unión Europea que se cerró ayer en Sevilla empezó con propuestas antiinmigración de máxima, que finalmente fueron diluidas. Para entender lo que se discutió, Página/12 entrevistó a dos especialistas: el francés Sami Amïr y el argentino Roberto Gargarella.

 Por Mercedes López San Miguel

Del debate europeo en Sevilla surgió un modelo más discreto del borrador que habían escrito de puño y letra los gobiernos español y británico, y que proponía sancionar a los países de partida de los inmigrantes ilegales que no colaboren en la lucha contra los indocumentados. Ese punto, fuertemente objetado por Francia y Suecia, no logró consensuarse. El eurodiputado socialista Sami Naïr, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de París, dialogó con Página/12 y explicó que la propuesta fracasó porque “relacionar las luchas contra la inmigración clandestina con la política de ayuda al desarrollo de los países de partida es una propuesta en contra de todos los conceptos y valores de la Unión Europea.”
–¿Cómo interpreta las medidas que se propone implantar la comunidad europea en el asunto inmigratorio?
–Hay varios problemas, primero es constatar si Europa puede tener una política en conjunto en cuanto a la gestión de los flujos inmigratorios. Toda la historia evidencia que la inmigración no es sólo una mercancía puesta sobre el mercado de trabajo y los países pueden escoger; la inmigración obedece a factores mucho más complejos, porque la gente que emigra necesita conocer a otra gente en el país al que va. Los flujos migratorios obedecen a lo que podemos llamar “tropismos históricos”: por ejemplo, los argelinos vienen a Francia, no a Alemania, porque hay una relación histórica entre estos países. Segundo, lo que podemos hacer es poner en común unas políticas de gestión de las fronteras, no de la inmigración sino de las entradas y salidas a Europa. Y existe voluntad de luchar de modo más vigoroso en contra de los flujos ilegales, a los que se llaman “clandestinos” porque a menudo son organizados por mafias, generalmente de los países receptores que realizan el traslado de esa gente.
–Pero Europa necesita de inmigración, por las bajas tasas de natalidad.
–Europa se ha desarrollado extraordinariamente en estos últimos 20 años, a causa de su independencia económica y su proyecto común, y las desigualdades entre Europa y los países fronterizos se incrementaron de modo importante. Hoy día las desigualdades entre el continente europeo y los países del sur del Mediterráneo son tremendas: más del 60 por ciento del PBI de la cuenca mediterránea se encuentra en el norte del Mediterráneo. Este aumento de las desigualdades provoca una demanda inmigratoria muy fuerte, y al mismo tiempo, los nuevos países integrados en el marco europeo como España, Italia, incluso Grecia, tienen un mercado de trabajo en el cual el sector sumergido de la economía es muy importante. Entonces hay un efecto en la estructura del mercado mismo: cada uno sabe perfectamente que al pasar al otro lado del estrecho de Gibraltar se está absolutamente seguro de encontrar trabajo –en condiciones muy malas, clandestinas–. Los nuevos flujos inmigratorios clandestinos primero se dirigen en función de los tropismos los que acabo de nombrar y segundo, en función de la existencia de un mercado de trabajo informal. Por eso Italia y España actúan como países de llamada.
–Con el endurecimiento de las políticas hacia el inmigrante se advirtió sobre la posibilidad de una “Fortaleza Europa”.
–La UE quiere poner en marcha una política mucho más rigurosa. Las propuestas son muy discutibles: poner en marcha una política de visado común; una política de control de la salida de inmigrantes; una política común de expulsión, racionalizar un zócalo común mínimo para tener una política mucha más eficaz. Entre los países europeos hubo unos con iniciativas mucho más extremas: el gobierno español y el inglés propusieron medidas extraordinarias. Tony Blair propuso no sólo controlar fronteras, también luchar en contra de los inmigrantes clandestinos, utilizando los aviones y las naves de guerra para combatir contra lasmafias que transportan a los inmigrantes en los mares del Mediterráneo. Berlusconi propuso políticas más radicales: quitar totalmente el derecho a los inmigrantes que no tienen trabajo en Italia, y si tienen derecho de asentamiento, quitárselos y expulsarlos. O sea, utilizar a los inmigrantes únicamente como fuerza de trabajo, y no como seres humanos. España quiere conseguir de la UE una ayuda para su lucha contra los inmigrantes que ingresan por el Estrecho de Gibraltar. Detrás de estas medidas se trata de conseguir recursos económicos de la UE: por eso estos gobiernos hacen mucho ruido, porque no quieren financiar ellos mismos este esfuerzo.
–Tema que no generó el consenso deseado, principalmente con las sanciones a terceros países ¿Cómo lo interpreta?
–España e Inglaterra propusieron relacionar la lucha en contra de la inmigración clandestina con la política de ayuda al desarrollo, obligando a los países de partida controlar los flujos migratorios y hacerlos responsables de la ausencia de estos controles. Era una propuesta absolutamente en contra de todos los conceptos y valores de la UE, porque no hay relación directa entre la inmigración y la cooperación; porque asistimos desde hace unos 10 años a una baja continua de la ayuda al desarrollo a nivel mundial y a nivel europeo también, y hacer culpables a estos países es terrible porque a menudo no tienen los medios para poder controlar sus propias fronteras ¿Cómo un país como Malí, por ejemplo, con un desierto de miles de kilómetros, puede controlar los flujos migratorios?
–Muchos plantean que el foco en el tema inmigratorio fue para sopesar el alza de los partidos de extrema derecha en Europa ¿Es así?
–Europa atraviesa ahora una crisis de identidad muy fuerte, el Estado-nación está en crisis por causa de la interdependencia y la integración europea, crisis que provoca el auge de los movimientos más radicales. La extrema derecha no es sólo un movimiento político, es fundamentalmente identitario; es en general racista, xenófobo y ultraderechista. Y corresponde en general a capas sociales excluidas, a muchos trabajadores, jóvenes sin referencias fuertes de identidad. En estos países se desarrolla ahora una ola de crecimiento de movimientos de extrema derecha. Lo hemos visto en Francia. Nosotros ya hemos solucionado el problema de la presencia de los inmigrantes, pero en España no tienen tradición inmigratoria ni cultural: tienen una concepción joven de la democracia y necesitan una ley de Extranjería para gestionar el flujo. Lo que cuestiono es que la solución que consiste en ver a la inmigración a través del prisma de la seguridad y de la policía es una solución que lleva a la catástrofe. Nadie puede oponerse al auge de los flujos inmigratorios, ningún muro podría detener a estos inmigrantes. Mejor entonces, en vez de dejarlos en manos de mafias, poner en marcha políticas comunes basadas en convenios con los países de partida.

Compartir: 

Twitter

Globalifóbicos desnudos reclamando ayer en Sevilla “Abolir la deuda” (del Tercer Mundo).
 
EL MUNDO
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.