EL PAíS › COMO PIENSAN LA SALIDA DE LA CRISIS LAS ORGANIZACIONES

Los proyectos políticos piqueteros

Las organizaciones perciben que no alcanza con resistir y atender la crisis inmediata. Cada una a su manera, las vertientes piqueteras ya piensan en términos políticos siguiendo lógicas partidarias o frunciendo la nariz si se habla de instituciones.

 Por Laura Vales

Todos lo comparten: no alcanza con resistir. Cortar las rutas, tomar edificios públicos, marchar, negociar con el ministro de turno, pedir a los hipermercados, mantener comedores barriales, abrir centros de salud, volver a cortar rutas no es suficiente. Dejar de hacerlo es suicida. Hacerlo garantiza apenas una sobrevivencia frágil: los 15 días que dura un bolsón de alimentos, los tres meses del plan de empleo, lo que aguante la voluntad de los comerciantes que donan comida para la olla popular. Por eso en las organizaciones piqueteras la salida a la crisis social hace rato que se piensa en términos políticos. No hay un “proyecto político piquetero”, sino varios: desde los que siguen lógicas de construcción partidarias a los que apuntan a fortalecer el movimiento social, pasando por los que fruncen la nariz cada vez que se habla de ocupar espacios institucionales.
D’Elía y Alderete
Luis D’Elía y Juan Carlos Alderete están convencidos de que la única salida es que el movimiento piquetero llegue al gobierno, como parte de una coalición mayor. Su argumento dice lo siguiente: “Para este modelo sobramos, tanto nosotros como nuestras familias estamos de más. Los mayores de 40 quedamos fuera del trabajo, para los de 20 el máximo horizonte es convertirse en repositor de un hipermercado. La protesta sirve para conseguir planes de empleo, pero si se quiere reabrir las fábricas hay que cambiar el modelo. Para cambiarlo hay que estar en el gobierno”. En ese marco, los dos están jugados a impulsar un frente que definen como “social y político”. Incluyen allí como organizaciones iniciales a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo), lo que implica sumar a su lista de intenciones a las pymes, los universitarios de la FUA, la Federación Agraria, las organizaciones de derechos humanos, a algunos sectores confesionales, a los estatales y docentes más algunos partidos de centroizquierda.
Hablan con simpatía de Luis Zamora, excluyen a Adolfo Rodríguez Saá, mencionan sin demasiado entusiasmo a Elisa Carrió. Entre los piqueteros y Lilita siempre se vio más indiferencia que amor. Dicho lo cual hay que marcar que la convocatoria a conformar el frente social y político no significa exactamente lo mismo para uno que para otro.
Para D’Elía, que fue concejal del Frepaso y es diputado provincial (ex Polo Social), tal construcción tiene un ingrediente electoral importante. Algunos de sus allegados dicen (y él desmiente) que le gustaría ser gobernador. Alderete, que integra el Partido Comunista Revolucionario, no piensa en comicios sino en un “nuevo argentinazo” que derive en la conformación de un gobierno de unidad popular. En línea con el PCR (que en octubre llamó a no votar), sostiene además que no será candidato.
D’Elía y Alderete dicen que van a recorrer el país y especulan con ver definida una coalición para principios del año que viene. Hasta ahora, la clave de su crecimiento ha sido la unidad: siempre privilegiaron el trabajo conjunto por encima de los tironeos de sus respectivos sectores y hoy tienen un vínculo personal fuerte, aunque hacia adentro cada organización mantenga características muy distintas. Los desocupados de la CCC hacen asambleas todas las semanas, eligen delegados, utilizan un sistema de planillas con puntajes interno. Los de la FTV no hacen asambleas y tienen una organización más vertical. Como criterio común, la FTV y la CCC acordaron una línea de trabajo: no hacen cortes de ruta totales (en un gesto hacia los sectores medios), ocupan espacios institucionales (como los Consejos Consultivos que manejan los planes sociales), buscan que sus planes de lucha tengan carácter polisectorial (con docentes, estatales y trabajadores de la salud).
Los Aníbal Verón
Son los piqueteros del sur del Conurbano, fuertes en Quilmes, Lanús y Almirante Brown. Cuando salen a la ruta son inconfundibles: usan las caras tapadas por pasamontañas o pañuelos palestinos, hay una alta proporción de jóvenes y hacen cortes totales (generalmente en los puentes de acceso a la Capital).
La Aníbal Verón es una coordinadora que agrupa a once movimientos de desocupados, cada cual con matices y diferencias. Tal vez una de las pocas cosas que se puedan decir para englobarlos es que todos defienden esa diversidad.
“Nosotros no creemos en la toma del poder”, dice Andrés Fernández, del MTD de Solano. “Pensamos que la cuestión no pasa por llegar a instalarnos en un lugar de poder impregnado por los valores de un sistema que ya no tiene respuestas para la sociedad. Vemos por ejemplo que Luis Zamora está teniendo un discurso muy del lado de acá, pero si él llegara a ser presidente, ¿qué podría hacer? Estaría ahí dentro, metido en el mismo sistema y sin poder cambiar absolutamente nada. Nosotros trabajamos para cambiar el sistema y creemos que eso es algo que se comienza a construir desde la base, entre nosotros. Nos importa mucho recuperar lo humano, generar relaciones entre compañeros solidarias y colectivas.” Dicen que en ese camino “la lucha no significa sólo cortar rutas o enfrentarse con la policía sino también enfrentar nuestra propia y vieja manera de pensar, el individualismo, la tendencia a ponerse en primer lugar”.
El MTD de Solano utiliza cuatro principios de organización interna: horizontalidad, participación, democracia directa y autonomía. Resuelven todo en asamblea y no aceptan que nadie tome decisiones por el conjunto, “aunque sean una genialidad”. Hace un tiempo uno de sus integrantes compró con dinero de la organización un equipo de gas necesario para trabajar. “Se me presentó una oferta muy tentadora, era conveniente, una oportunidad única y la aproveché” relató a Página/12, “pero no lo había consultado con la asamblea y tuve que devolverlo”.
El episodio ahora es relatado como reflejo de la importancia que le da el grupo a la horizontalidad y la democracia directa. “A mí me cuesta entenderlo, me conflictúa cada vez que lo cuento –se ríe Andrés–, pero tiene que ver con el respeto por los compañeros con los que estamos construyendo juntos, con que no haya uno que quiera imponer, pensar por encima de todos.” Trabajan en base a acuerdos: antes de empezar a hacer algo, definen qué y cómo se va a hacer. Cuando abren una negociación con el gobierno se niegan a poner interlocutores fijos. Se definen como “anticapitalistas, autónomos de los partidos políticos, incluso los de izquierda, y de las centrales sindicales”.
Desde que se formó el MTD de Solano, hace cinco años, sus integrantes no votan. “Del ‘60 para acá no hubo gobierno que haya representado al trabajador respetando todos sus derechos. No vemos ningún candidato que nos guste, más allá de alguno que por ahí se posicione de forma más a favor de las clases oprimidas.” No están pensando en las elecciones sino en generar espacios de autonomía. Consideran que “para poder llegar a un acuerdo entre las organizaciones, ya que en algunos sectores se habla de formar un gobierno de coalición, primero hay que saldar todas las discusiones políticas internas. Ahora no podemos presentar un programa o participar de comicios”, dice Andrés Fernández. “Iremos más despacio, llegaremos más tarde, perderemos el tren, pero vamos a estar todos juntos.”
Bloque Nacional Piquetero
Son las líneas piqueteras de los partidos de izquierda, con un fuerte predominio del Partido Obrero. En general, su táctica ha sido trabajar junto a los dirigentes surgidos en cada conflicto para sumarlos a sus listas, aunque tras el 19 y 20 de diciembre todo el sector está repensando métodos y estrategias. El acuerdo interno en el Bloque es “luchar por otro argentinazo”, dice Néstor Pitrola (PO). Este fin de semana, el sector realiza en Avellaneda un encuentro nacional de desocupados, trabajadores, gremios combativos y un grupo de asambleas barriales para definir un plan de lucha y un programa.
Su esfuerzo está puesto en ganar la calle y sumar el mayor número de asambleas posibles. Califican a Eduardo Duhalde de agente del FMI, consideran que el Gobierno no tiene rumbo y descartan la salida electoral “como una maniobra distraccionista”. Aun así, “una vez convocados los comicios nos daremos una estrategia electoral” dice Pitrola. En realidad, en el interior Bloque hay sólo uno o dos grupos antielectorales y todo indica que el resto va a participar.
Los piqueteros del sector mantienen con los agrupados en torno de D’Elía y Alderete una diferencia básica: tras el estallido de diciembre consideraron que el país había entrado en una situación revolucionaria. Esta diferencia de diagnóstico provocó la ruptura del movimiento piquetero, a principios de enero. Hasta entonces, mal que mal, todos los grupos venían coordinando acciones. Ahora tratan de no cruzarse.
Después de aquella primera gran fractura el Bloque sufrió otras divisiones internas: expulsó al Movimiento Teresa Vive (al que califica de “sello del MST”) y se distanció del sector de Raúl Castells, al que acusó de “complicidad” con Hugo Moyano, aunque ahora están intentando recomponer relaciones.
Hoy integran el Bloque el Polo Obrero, el Movimiento Territorial de Liberación (del Partido Comunista), el Movimiento Teresa Rodríguez (de Roberto Martino), la Federación de Trabajadores Combativos (MAS, PRS, FOS) y la Coordinadora de Unidad Barrial (vinculada al Partido Revolucionario de la Liberación).

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