EL MUNDO › CAMPAÑA CALIENTE EN FRANCIA

Aluvión Royal

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Francia ingresó en el año de la segunda elección presidencial siglo XXI –-abril próximo– con un aluvión de promesas, con la legendaria y recurrente imagen de su mal humor, con un presidente conservador que no despeja las dudas sobre si se presentará a un tercer mandato pero que se va despidiendo de a poco utilizando un discurso conciliador y de centroizquierda, con una candidata socialista a las elecciones presidenciales que continúa liderando los sondeos de opinión y una extrema derecha que, sea cual fuere el cálculo electoral, se perfila como la sólida tercera fuerza política del país. Después de haber devorado a todos los hombres del Partido Socialista que le disputaban la candidatura, Ségolène Royal perdura en la cima de los sondeos. En la segunda vuelta presidencial, los últimos estudios de opinión le otorgan 52% de los votos contra 48% para el candidato conservador y actual ministro de Interior, Nicolas Sarkozy.

El dato más inquietante es lo que representa la extrema derecha, liderada por Jean Marie Le Pen. En la primera vuelta, Royal obtendría 34%, Sarkozy 32% y Le Pen 15%, porcentaje al que hay que sumarle 2% de otro confuso candidato de extrema derecha, el monarquista Philippe de Villiers. Ello conduce a un esquema alarmante: si se suman los porcentajes de todos los candidatos que vienen después de Jean Marie Le Pen, es decir, los del candidato centrista, los de la candidata comunista, los de los dos representantes de la extrema izquierda y el de la candidata ecologista, el resultado es 17%. La misma cifra que la extrema derecha de Jean Marie Le Pen. La extrema derecha no varía su arraigo. Es tan persistente como el mal humor urbano que los turistas contemplan azorados en las calles de París, esos suspiros de enojos e insultos tipo “qué mierda” cuando los peatones se enfrentan en una esquina a un mero semáforo en rojo.

Como es tradicional cada año nuevo, éste comenzó con los saludos presidenciales y de los líderes de cada partido. El presidente, Jacques Chirac, se concentró en mantener el suspenso acerca de una probable nueva candidatura y en diseñar un futuro totalmente opuesto al programa de su ministro de Interior. El suspenso que pesa sobre una quinta candidatura de Jacques Chirac puede ser un juego político o una forma de inquietar a Nicolas Sarkozy, pero esa indefinición pesa en el contexto político. Como siempre ocurre con Jacques Chirac, todos lo creían muerto, pero sigue vivo y hasta propone acciones de gobierno ajenas a las políticas que aplicó hasta hoy. En el tramo final de su mandato, Chirac dibujó un futuro rosa en lo que atañe la lucha contra el desempleo, la política monetaria europea, los proyectos en el ámbito energético y el mismo acceso a la vivienda. En medio de un compacto movimiento lanzado por la asociación Los Hijos de Don Quijote a favor de las personas que no tienen techo para dormir o carecen de domicilio estable –en Francia son poco más de tres millones–, el jefe del Estado se dio el lujo de ganarle incluso a la candidata socialista. Ségolène Royal no dijo una palabra hasta el pasado jueves, cuando prometió construir 120.000 viviendas para gente sin techo y medidas destinadas a paliar la especulación inmobiliaria. Pero la derecha le ganó de mano, y no con una promesa. El jefe de gobierno, Dominique de Villepin, anunció que el derecho a tener una vivienda digna estará garantizado por ley a partir de 2012. El ejecutivo presentará el 17 de enero un proyecto de ley sobre ese derecho que le abre al ciudadano la posibilidad de reclamar ante la justicia un alojamiento digno. En suma, es el Estado quien se hace garante de esa dignidad. El dispositivo legal entrará en vigor en 2008 para los casos más extremos y desde 2012 cubrirá a todos los que tengan problemas para encontrar un techo. Hasta la fecha, únicamente dos derechos estaban reconocidos por el Estado: el de la educación-escolarización y el de la salud. De realizarse, el proyecto haría que Francia se sume a Escocia en el reconocimiento legislativo de ese derecho, que los escoceses aprobaron en 2003, la llamada “Homeless Act”.

La candidata socialista fustigó al gobierno por lo que consideró “promesas tardías y demasiado precipitadas para ser buenas”. Sin embargo, no dijo una palabra sobre el derecho que los conservadores pusieron sobre la mesa social. Resulta honesto reconocer que, además de sus adversarios políticos, Ségolène Royal enfrenta otro enemigo más cínico y voraz, que avanza enmascarado en las buenas costumbres y los estatutos consagrados: se trata da la prensa nacional en su conjunto, tan oficialista y fiel al pensamiento dominante como machista. Los adjetivos maliciosos y las sornas disimuladas llueven en todas las columnas. Desde un agresivo epíteto que la llama “la Madonna de los sondeos” hasta un escandaloso olvido que en cualquier parte del mundo le habría costado la carrera al olvidadizo. Se trata de Alain Duhamel, uno de los analistas políticos más prestigiosos y convocados por los medios. A principios de 2006, el hombre escribió un documentado libro sobre los candidatos a la presidencia. La obra, Los pretendientes de 2007, hacía el retrato de los candidatos al sillón supremo. Además de los de la derecha, en sus páginas figuraban los perfiles de los cinco socialistas más vistosos... pero no estaba Ségolène Royal. Olvido reparado luego en una nueva edición que apareció hace un mes –sí, sí, sólo un mes– y justificado con estas palabras: “Royal no entraba en ninguna de las categorías clásicas o los itinerarios marcados que predisponen a la aventura presidencial”.

Después de muchas idas y venidas, el núcleo duro de la izquierda no pactó una candidatura y los tres partidos de la llamada izquierda antiliberal, es decir, el Partido Comunista y los trotskistas de Fuerza Obrera y la Liga Comunista Revolucionaria, irán por separado a las elecciones.

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