EL MUNDO › OPINION

El muro de Jerusalén

 Por Claudio Uriarte

Una paradoja del atentado de ayer es que puede haber enterrado un plan de Estado palestino de la administración Bush que en realidad ya nacía muerto, para al mismo tiempo terminar acelerando la constitución de un Estado palestino de facto. Contrariamente a lo que se cree, la posición político-militar de Israel es hasta ahora esencialmente defensiva: se realizan incursiones periódicas en respuesta a atentados y luego se procede a un repliegue, en lugar de reconquistar Cisjordania y tal vez la Franja de Gaza para librar una guerra antiterrorista en regla. Ahora, esa posición defensiva está a punto de fructificar en la medida más defensiva de todas: la construcción de un muro que aísle Israel propiamente dicha de los territorios más allá de la “línea verde”, conquistados en la guerra de 1967.
Desde el principio, el plan del muro ha sido menospreciado: “Los muros no funcionan, éste va a ser otro Muro de Berlín”, se dice. Lo que se olvida aquí es que el Muro de Berlín tuvo éxito, como lo tiene hasta hoy la zona desmilitarizada (DMZ) entre las dos Coreas, que es esencialmente un muro más laberíntico y complejo. El objetivo del Muro de Berlín no era la paz, la felicidad ni la solución definitiva de todos los problemas, sino frenar la hemorragia de alemanes orientales a Berlín occidental. En esa modesta función, el Muro de Berlín tuvo éxito por casi tres décadas –lo que en política internacional es muchísimo tiempo– y su caída no se debió a la insurrección de las masas sino a la decisión política de Mijail Gorbachov de no enviar tropas de intervención a Alemania Oriental y no usar los mecanismos del Pacto de Varsovia para obligar a Hungría a cerrar su frontera. Los muros funcionan, siempre que se tenga en cuenta que su función es disuasoria y defensiva –detener o disminuir los atentados, en esta caso-, y no el logro de una solución final.
Pero el muro encierra su propia paradoja, y es que se aproxima bastante a la proclamación unilateral de una frontera para el futuro Estado palestino. El hecho de que los territorios a ser amurallados se encuentren todos más allá de la “línea verde”, aunque haya puestos corredores militares internos a esa zona para proteger las colonias israelíes más apartadas, significará que la mayor parte de Cisjordania quedará de facto en manos de los palestinos, que era la idea subyacente a los acuerdos de Oslo y con la que Yasser Arafat rompió al exigir el retorno de los refugiados palestinos a Israel propiamente dicha. Esto, claro, si Israel no cambia el carácter defensivo de su despliegue militar.

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