EL PAíS › OPINIóN

Como un juego de ajedrez

 Por Ricardo Romero *

El atrincheramiento de Martín Redrado, convertido en un acérrimo defensor de la ortodoxia del pensamiento neoliberal, activa la contienda política entre un oficialismo parapetado en defender al rey (o reina en este caso) y una oposición con muchas piezas clave, pero sin un jugador que se apropie de la partida.

Es claro que el debate económico entre quienes quieren mantener la ortodoxia e independencia del Banco Central, dejando al Gobierno a la suerte de sus cuentas fiscales, y los que priorizan mantener cierto nivel de empleo y contención social, utilizando ahorros de la Nación, no es el principal punto.

De hecho, la oposición no cuestiona la utilización sino el procedimiento por el cual se usan las reservas. Al pedir la intervención del Congreso, quieren marcar la presión sobre la reina, anulando el juego de sus piezas, acorralándola.

Hasta aquí están todos unidos, pero se fragmentan en la estrategia del juego. Mientras algunos quieren un jaque mate inmediato, que implica Cobos presidente, otros prefieren un juego largo, al menos hasta 2011, para pensar otra alternativa.

Esta situación tiene sus contradicciones, porque un putsch institucional puede ser inmanejable para Cobos: recordemos que su rol en la 125 fue más fortuito que buscado, y el intento de acorralamiento puede provocar el ahogo de la reina, que implica tablas, por ende nadie gana, o deja el resultado a un eventual ballottage.

De hecho, la hipotética “126” está en otro contexto, el peso del sector agrario no está presente en las calles, y la lucha se da en forma superestructural al interior de las instituciones de la República (primero Ejecutivo vs. Judicial y luego con la participación del Legislativo), donde por ahora el pueblo está ausente.

Para contrarrestar la partida, el Gobierno tiene como desafío para este 2010 generar un escenario donde comience a pesar la nueva dinámica económica, producir acciones que fragmenten la tendencia de alianza de los opositores y, en ese sentido, impulsar políticas y espacios de gestión, como la asignación universal por hijo, que vuelvan a pensar un gobierno abierto, diverso y, por sobre todas las cosas, sensible a las demandas sociales. De esta manera se podría enfrentar un 2011 con una perspectiva de seguir profundizando los cambios.

* Politólogo UBA/Unsam, Centro de Cultura y Debate Socialista.

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