EL PAíS › OPINION

“Se los puede comer Menem...”

Por Fernando Pino Solanas *

Creo que nunca olvidaré lo que sentí en Brasilia durante la asunción de Lula. Llegué a la enorme plaza verde que culmina en el Congreso, decidido a no perder ninguna imagen. De todos lados llegaban las oleadas de simpatizantes vistiendo el rojo de sus banderas. Era más que la esperanza, era la perseverancia y la paciencia –como diría Lula en su discurso– de un pueblo que desde décadas venía construyendo su día más soñado. Y vi lo que esperaba: rostros venidos de los rincones más lejanos, aindiados, blancos o negros, viejos y chicos, familias enteras arrastrando su pobreza y su fe. Había en esas caras sonrientes o desdentadas, una emoción tan fuerte y bella, que me hacía temblar la pequeña cámara de video. Y miles de jóvenes se tiraban en las fuentes en una explosión de alegría que buscaba llegar a Lula. El delirio fue tal, que un estudiante quebró la seguridad y pudo colgarse de su cuello.
Las emociones siguieron en los larguísimos pasillos del Congreso. Iban llegando las delegaciones presidenciales y fue tan manifiesto el silencio que acompañó el paso de los Duhalde, Batlle y Toledo, como estusiasta el recibimiento de Fidel o Hugo Chávez, a quien conocía por intermedio de mi amigo José Vicente Rangel. El destino hizo que su comitiva se detuviera a pasos de mí y Chávez tuvo la deferencia de agradecerme la solicitada de solidaridad que publicáramos días atrás en Página/12.
Aproveché para contarle que frente a la escalada bélica y golpista, con Pérez Esquivel y otros referentes sociales, trabajábamos en la formación de un foro permanente en defensa de la paz y la estabilidad democrática de América latina. Luego vinieron las firmes y lúcidas palabras de Lula condenando los hegemonismos y reafirmando el cambio de paz: “La esperanza ha vencido al miedo”. Y la emoción sacudió el recinto: 52 millones de votos habían roto el maleficio enemigo del no se puede y el pueblo brasileño daba una gran lección democrática. Hasta el presidente saliente había tenido la grandeza –nada frecuente en política– de calificar a Lula en plena campaña electoral, de “un gran hombre, un honesto dirigente”.
Esa noche, en la recepción del Palacio, pudimos festejar y compartir opiniones con los anfitriones del PT, Marco Aurelio García, Aloizio Mercadante y Nany Stuart y muchos compañeros latinoamericanos como Cautemoc Cárdenas, Tabaré Vázquez y Mariano Arana. Ninguno de ellos dejó de preguntarme: “Y Uds. ¿para cuándo...? tienen menos diferencias que nosotros y siguen separados...” Yo traté de explicarles que aún no habíamos aprendido la enseñanza de ellos: tanto el P.T. como el Frente Amplio habían defendido la unidad construyendo un espacio democrático basado en la pluralidad y la representación proporcional, mientras que la mayoría de los espacios sociales y políticos argentinos seguían con el sistema de mayoría-minoría o la lista completa del sindicalismo verticalista. Finalmente, el encuentro con Fidel: después de interesarse con afecto por mi salud –en alusión al atentado menemista– me advirtió: “Si no se unen todos y sigue la abstención, se los puede comer Menem”.

* Ex diputado, cineasta,
integrante de Proyecto Sur.

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