EL PAíS › LUIS ZAMORA, CANDIDATO

“Mi campaña principal es contra el ataque a Irak”

A contrapelo de su negativa a disputar la presidencia, presentó su candidatura a jefe de Gobierno. Destaca que en la Capital se renuevan todos los cargos y la importancia de fortalecer a los “procesos de autoorganización locales”. También asegura que la “tarea más urgente” es lograr el aislamiento de George Bush.

 Por Eduardo Tagliaferro

Desde que se hizo pública su candidatura no para de recibir todo tipo de propuestas. Desde alquimias electorales hasta un largo listado de sellos partidarios que brindan su personería jurídica a cambio de alguna contraprestación. En su despacho se acumulan llamados del Partido Blanco, del Partido de los Jubilados, del Partido de la Gente y hasta de punteros peronistas. “Estamos haciendo campaña para ganar. No estamos haciendo una campaña testimonial de las que hice muchas”, afirma Luis Zamora en diálogo con Página/12. Para el flamante candidato a jefe de Gobierno porteño, su pelea para “que se vayan todos” a nivel nacional no se contradice con su candidatura en la Ciudad de Buenos Aires. Incluso señala que se complementa. Apurado, hiperkinético y orgulloso, afirma que “la carta de presentación de Mauricio Macri en la ciudad no es la mejor. Carlos Grosso y Carlos Menem no son buenas referencias”.
–¿Qué cambió para que de oponerse a las elecciones presidenciales terminara ahora aceptando ser candidato a jefe de Gobierno porteño?
–Básicamente dos elementos. Por un lado las de la ciudad son elecciones en las que se renuevan todos los cargos, fundamentalmente en la Legislatura. Esto es lo contrario a lo que sucede en el orden nacional, donde se quedan todos. En la ciudad hay un alto protagonismo social y nosotros intervenimos en las elecciones para estimular procesos de autoorganización y no para despertar expectativas en que sólo un dirigente puede cambiar las cosas.
–Qué paradójico, en una esquina está haciendo campaña contra las elecciones y en otra es candidato.
–Estoy en tres campañas, porque la principal es contra el ataque a Irak. No hay tarea más prioritaria para la humanidad que la de aislar a George W. Bush. Esa quizá fue la razón que más nos hizo dudar de presentarnos en la ciudad cuando Aníbal Ibarra tan autoritariamente puso la fecha de junio y apenas dio semanas para presentar listas y esas cosas. En verdad no nos gusta correr detrás de los cronogramas electorales. Ya nos pasó con Felipe Solá y también en Catamarca. Allá éramos un grupito muy pequeño, pero igual ese grupo decidió que esas elecciones nada tenían que ver con la democracia. En Buenos Aires dudamos porque hay varios grupos de compañeros trabajando allí, pero nos pareció más genuino denunciar ese proceso. En cambio, aquí podemos incidir. Podemos estimular los procesos de autogestión que se vienen realizando. La campaña nacional para que se vayan todos está vinculada con la campaña local y también con la campaña para frenar a Bush.
–Menem candidato a presidente, Macri en la ciudad, Aldo Rico en Buenos Aires, ¿hay que reinterpretar el 19 y 20 de diciembre del 2001?
–El 19 y 20 de diciembre sacó de la cabeza de la gente un proceso social que se venía dando. Ese proceso no ha retrocedido. No hay país en el mundo en el que los patrones se retiran de las empresas y los trabajadores se hagan cargo de la producción y en algunos casos la llevan adelante con éxito. Nadie piensa “que lástima que echamos a De la Rúa”. Todos los días la gente ratifica que estuvo muy bien haber gritado “que se vayan todos”. Hoy hay cierto escepticismo y cierto grado de impotencia y repiten: al final se quedaron todos, cómo sacarlos. Pero esto es parte de la reflexión, no hay resignación detrás de esto.
–¿Cómo explica entonces el actual escenario electoral?
–Salvo en las encuestas que encarga él, Carlos Menem tiene una intención de voto del 15 o 16 por ciento. En su momento tuvo el 50 por ciento de los votos. Su caída explica lo que pasó el 19 y 20 de diciembre. El radicalismo ronda el 2 por ciento. El resto de los candidatos sigue ahí en ese pelotón del 15 por ciento. Creo que como pueblo hay una pregunta que todavía no podemos responder: se van todos y después qué. Qué proyecto de país, con quiénes, con qué instituciones. Ese es el camino máscomplejo. No aparece nadie para decirnos por acá. Y si apareciera, sería mejor que no lo sigamos. Si cualquiera de quienes hundieron a la Argentina y fueron funcionarios durante tanto tiempo, como Menem, Adolfo Rodríguez Saá, Néstor Kirchner y hasta la misma Elisa Carrió, hoy no superan el 20 por ciento de intención de voto, la verdad es que tendrían que retirarse. Distinto es quien se presenta para difundir sus ideas. Igualmente les diría que es patético participar en estas elecciones tan fraudulenta y antidemocráticas para difundir ideas. Es más valioso no ser cómplice con esto. Si Carrió y la izquierda no se hubieran presentado, ese cronograma electoral se hubiera caído, ya que sólo hubiera reflejado a la interna justicialista. Lamentablemente con poca cosa, ya que tanto Carrió como la izquierda no suman un gran espacio, terminaron dándole legitimidad a esa convocatoria.
–Usted habla de que en la ciudad se da el proceso de empresas recuperadas, pero por otro lado aparece la oleada privatista de Macri.
–Las adhesiones son volátiles. La gente está ignorando la salida electoral. Eduardo Duhalde ganó al mostrar que no había otra salida que las elecciones. Pero no ganó en que la gente crea que las cosas van a cambiar luego de las elecciones. El año pasado nosotros nos jugamos con el que se vayan todos. Fue cuando hicimos movidas con Víctor De Gennaro, con Carrió y con Fernando Pino Solanas. Es evidente que perdimos. Aún quien decidió su voto no cree en los candidatos que va a votar. El 27 de abril será una caja de sorpresas. Algún candidato aceptará que no entra a la segunda vuelta por medio o un punto. Si alguien dice que hubo fraude, quién tiene autoridad para decir lo contrario.
–Resulta extraño que ante ese escenario haya aceptado ser candidato.
–Fue precisamente ese escenario el que nos decidió a aceptar la candidatura. Hoy Macri encabeza la intención de voto. Pero... quién está dispuesto a salir a la calle por él. La carta de presentación de Macri en la ciudad no es la mejor. Carlos Grosso es Macri, por eso trabajaba en Socma del clan Macri. Incluso muchos de los contratos de Macri provienen de los tiempos de Grosso en la intendencia. Cuando Macri dice que él no tiene nada que ver con la política, que el político es Aníbal Ibarra, no es cierto.
–Ganar implica luego gobernar. ¿Cuenta con los equipos y estudios necesarios para ello?
–Estamos trabajando. No tenemos la plata para pagar asesores como paga Mauricio Macri. Además de los especialistas, está el conocimiento de quién va colgado todos los días de un subte. Lo digo porque a pesar de sus asesores, Macri ni siquiera sabe cuántas líneas de subte hay en la ciudad. El arquetipo de los Macris es Gustavo Beliz que hace 10 años viene mostrando pizarrones y cuadros. No vamos a competir con eso. En primer lugar sufrimos los problemas. No es que los conocemos por el resultado de un laboratorio o esquema. Yo vivo la ciudad, ando en el subte y pateo la calle. El 19 y 20 de diciembre Macri no estaba en la calle y a Aníbal Ibarra lo tuvieron que sacar dentro de una ambulancia por terror a que lo reconocieran. Yo estaba en la Rosada, en la Plaza de Mayo. Nosotros proponemos cambios radicales. En salud y educación tenemos muchos especialistas que se nos suman. También arquitectos y economistas serios. Acá hay que revisar todos los contratos de las empresas con el Estado. Le dejo al resto de los candidatos pensar que pueden construir una política espléndida en la ciudad mientras el resto de la Argentina se destruye. Sería una mentira entrar en esa discusión.
–Su candidatura puede fortalecer a Macri.
–Quién puede pensar que Ibarra es la alternativa para enfrentar a Macri. Es un flan Ibarra. Está tan deslucido. Viene de reprimir en el Padelai. Nuestra pelea es contra los Macri y los Ibarra. Nuestra pelea es contra los grupos económicos que se llevaron la plata que hoy le falta alos argentinos. Los Ibarras son los dirigentes políticos que gobernaron para ellos y que permitieron el saqueo. No estamos haciendo una campaña testimonial de las que hice muchas, estamos peleando para ganar.
–Se decidió a pelear por un lugar de poder. ¿Sigue adhiriendo a la teoría de John Holloway de “cambiar el mundo sin tomar el poder”?
–En eso he polemizado con Holloway. Modestamente creo que en esa frase hay cierto desconocer al poder, al estado y a la clase que nos domina. El poder actúa. El nos dijo qué paradoja, ustedes cuestionan el sistema representativo y participan en él para cuestionarlo. Lo que vemos es que podemos seguir dando la pelea para que se vayan todos. Aunque yo no me imagino discutiendo con Macri.
–¿Me está diciendo que no va a participar de los debates electorales?
–En verdad no tengo nada que ver con Macri. Personalmente no soy de participar en los debates políticos. Salvo que el movimiento opine lo contrario no creo que participe de ninguno. Esas discusiones no sirven para mucho. En 20 minutos, ¿qué puedo cambiar en la cabeza de Macri? Yo quiero dialogar con quien nos lee, quien nos escucha, quien nos mira. Esos debates son la empresa llevada a la política. No se trata de impactar con golpes de efectos o consignas. Para mí hay que dialogar y no agitar consignas. Yo pienso en cómo alguien conocido ayuda a ser reemplazado por caras anónimas. Uno se siente parte de la multitud y eso es imparable. No es que crea en la desorganización, pero cuando saltó lo de Grosso, de su prontuario y su inteligencia, Rodríguez Saá no tuvo con quien negociar. No tuvo un líder con el que transar. Por eso la gente no se iba de la Plaza de Mayo.
–¿Cómo explica la ruptura con su ex compañero de bancada José Roselli?
–Estas cosas nos van a seguir pasando. Por supuesto que en nuestro movimiento esto nos afectó y nos sirve de experiencia. Nadie en la calle me tocó el tema. A mi modo de ver porque la mayoría lo ignora. Y el que lo conoce no le dio importancia. Ya no hay posibilidades de trabajo en común. Igualmente creo que van a venir cosas peores. Hoy tenemos muchos enemigos.

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