EL PAíS › JORGE ALTAMIRA, DEL PARTIDO OBRERO

Otras prioridades

La biografía política de Jorge Altamira, o José Wermus, se remonta a su participación en el gremio de Sanidad, en el que formó la intersindical que organizó la celebración del 1º de Mayo de 1957. Luego de señalar que participó “en la huelga del Frigorífico Lisandro de la Torre en 1959”, también indica que participó de la agrupación Praxis entre el ‘58 y el ‘60, en el Congreso de la FUA, en el ‘61, en los comités de apoyo a la victoria electoral del peronista Andrés Framini en la provincia de Buenos Aires, en el ‘63, y muchas otras luchas que incluyen su militancia: en el Cordobazo, en los sindicatos de Sitrac-Sitram y hasta en la refundación de la IV Internacional en 1995.
Sin embargo, lo más llamativo de su biografía oficial son las anticipaciones políticas que describe. Sostienen que “anticipó el fracaso que representaba el retorno de Perón en 1972”; que “señaló que la devaluación de la moneda ejecutada por José Alfredo Martínez de Hoz, en 1981, era el inicio del fin de la dictadura militar”; que “denunció el 2 de abril del ‘82 la ocupación de las Islas Malvinas”; que “advirtió en 1989 que votar a Carlos Menem era hacerlo por Alvaro Alsogaray”; que “doce años antes del informe (Elisa) Carrió popularizó el eslogan: No paguemos la deuda externa, que el Citibank vaya a laburar”; que “advirtió que el Frepaso y la Alianza se preparaban para perpetuar la herencia menemista”. En síntesis, una historia de aciertos y premoniciones que no explica su actual ubicación en las preferencias electorales.
Pero es sabido que el PO privilegia otra construcción, es su presencia en los conflictos sociales. Así es que pueden mostrar una incidencia en el movimiento piquetero. Algo de eso pudo observarse en el acto de cierre. Una nutrida concurrencia compuesta mayoritariamente por mujeres humildes, daba cuenta de esa estrategia. Lejos de los climas pesados que otros partidos de izquierda se jactan de exhibir, el PO mostró la semana pasada una presencia dominada por lo festivo.
Para Altamira, “las elecciones del 27 de abril son un episodio más de una gran crisis política que sólo tendrá desenlace positivo con la convocatoria a una Asamblea Constituyente con poder que reorganice al país sobre nuevas bases políticas y sociales”. “No soy stalinista gracias a mi viejo, que siempre hablaba de León Trotski”, repite orgulloso por su identidad ideológica. En su interna el listado de adversarios que reciben sus críticas son enormes. Aunque alguna vez definió como “contrarrevolucionarias” a las elecciones de hoy, su fuerza se decidió a participar porque “el voto en blanco o la impugnación no tienen ninguna incidencia en la realidad política”. A diferencia de otros grupos de izquierda no aparece obsesionado por la “unidad”.

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