EL PAíS › SEVERO DECLARO EN LOS TRIBUNALES DE AVELLANEDA POR EL SECUESTRO

Su versión en la fiscalía

Luego de su ausencia, que mantuvo en vilo al país, el testigo Alfonso Severo relató lo que sucedió al fiscal Alejandro Rojas. Contó que le pegaron una vez y acusó a un hombre vinculado a Duhalde.

 Por Irina Hauser

Tras una ausencia de casi un día que mantuvo en vilo a todo el país, el testigo del juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra, Alfonso Severo, dio su versión sobre lo que le sucedió ante el fiscal de Avellaneda Alejandro Rojas. Dijo que salió a las 12 de la noche de su casa en Sarandí para ir a visitar a su nietito, operado, pero en el camino lo interceptó un sujeto que manejaba una moto con la mano derecha y lo apuntaba con la izquierda. Lo obligó a manejar media cuadra y junto con un cómplice lo pasaron a una camioneta en la describió que pasó las 24 horas de su desaparición. A contramano de las primeras versiones que decían que estaba muy golpeado, Severo dijo que sólo le pegaron una vez, en el oído, algo que no pudo ser constatado por los médicos del hospital Perón (ex Finochietto), ya que no le encontraron marcas. En las muñecas, en cambio, sí le quedaron rastros de precintos que dijo que le colocaron para maniatarlo. Al final de su declaración afirmó que “todo esto es una mano negra de Alberto Trezza”, un hombre cercano a Eduardo Duhalde, que comandó Ferrobaires desde sus orígenes.

“¿Por qué querés declarar, gil...? No tenés nada que declarar, no jodas más con los ferrocarriles, no vas a volver más... ¡No jodas más!”, contó Severo, ante la fiscalía que le dijeron sus captores. Su desaparición fue en la noche del miércoles. Al día siguiente tenía que presentarse en el juicio del caso Ferreyra. La expectativa sobre lo que podría aportar se basaba en su declaración durante la etapa de instrucción, donde dijo que –si bien no estuvo presente durante el ataque de la patota de la Unión Ferroviaria (UF)– sabía que los trabajadores de la bonaerense Ferrobaires, donde fue gerente hasta 2009, habían sido convocados en dependencias del gremio en la Estación Constitución para que fueran a apoyar la embestida que pretendía frenar un corte de vías de tercerizados del ferrocarril Roca. También sostuvo que en el mismo edificio la UF guardaba armas y había un sector de prácticas de tiro. Y habló sobre José Pedraza y Juan Carlos “Gallego” Fernández y los negocios sindicales. El Tribunal Oral Criminal 21 evalúa citarlo para el jueves.

El expediente sobre el episodio que protagonizó Severo estuvo hasta ayer a cargo del fiscal Rojas, de Avellaneda, quien pidió cederlo a la justicia porteña, donde la fiscalía de José María Campagnoli abrió una pesquisa por una presentación del Centro de Estudios Legales y Sociales. Ambos tomaron medidas. El juez Carzoglio debe definir el traspaso. Campagnoli, por lo pronto, ordenó ponerle custodia policial a Severo.

Ayer la Justicia analizaba las imágenes de las cámaras ubicadas en la zona donde Severo sitúa su secuestro. Según su relato, a la medianoche salió de su casa en un Renault Clío color negro, rumbo a la de su nieto, a unas cuadras. Cuando tomó la calle Heredia por la izquierda, dijo, apareció un hombre en una moto roja que le apuntó con un revólver plateado y le advirtió “perdiste, doblá... doblá”. Lo hizo manejar unos metros y él pensó que lo asaltaría. Lo pintó “pelado, grandote” “con chaleco azul y negro” y le insistía con que no lo mirara a la cara. Igual pudo hacer un identikit.

Otro vehículo frenó por la derecha y ahí refirió que lo agarraron, forzaron su cabeza hacia abajo y fue el único momento donde describe que lo golpearon en el oído. Lo subieron a una camioneta con olor a nuevo, lo tiraron al suelo y lo taparon con “una goma pesada tipo felpa” que le dificultaba respirar, recordó. Percibió tres personas. Lo “insultaban” y le decían “viste gil, tenés familia... qué tenés que ir a declarar, puto, que venga la conchuda a defenderte”. Severo dijo que no sabía a quién se referían, pero que los agresores mencionaron a “Cristina, la presidenta”. “Buchón, alcahuete, los derechos humanos te van a sacar del pozo”, escuchó. Después le precintaron las manos, narró.

Estima que anduvieron unos veinte minutos. Los secuestradores, apuntó, no se llamaban por sus nombres. Hablaban por handy y fumaban marihuana. Donde estacionaron escuchaba sonidos de “un tren traccionado y uno eléctrico” y “gallos o gallinas”. En un momento, dijo, oyó: “Avisale al gordo que decretaron emergencia nacional, ¿qué hacemos?”. Luego cree que se quedó dormido. Le dieron agua en cucharón. Pusieron la camioneta en marcha y se llevó el susto mayor, al punto de hacerse pis, al escuchar directivas: “descartá al gil que nos encontramos en el punto g o h y desaparecé el mocho...yo ya tengo los bolsos”. Cuando lo bajaron, cabeza gacha, estaba descalzo. “Caminé sin rumbo unas seis o siete cuadras” en forma zigzagueante, dijo. No conseguía que lo ayudaran, hasta que alguien lo reconoció y llamó al 911.

Severo apareció con vida en la remisería en Gerli donde alega trabajar atendiendo el teléfono desde tiempo después que lo echaran de Ferrobaires. El día que mataron a Ferreyra denunció un ataque a balazos en su casa, que vinculó con el entorno del duhaldista Trezza, a quien ayer volvió acusar. Severo tiene al menos cinco causas penales, algunas por amenazas cruzadas con personajes del mismo grupo como Héctor Carruega y Norberto Saldaña, una por cobrar dinero de ñoquis. Tiene dos probation, una en el mismo tribunal que juzga el crimen de Ferreyra.

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Gastón, el hijo de Alfonso Severo, y un ex compañero de Ferrobaires ayer en la UFI 3 de Avellaneda.
Imagen: Télam
 
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