EL PAíS › AUN QUEDAN GENDARMES Y PREFECTOS FRENTE A LOS EDIFICIOS DE SUS FUERZAS

Con todo listo para pasar el fin de semana

 Por Emilio Ruchansky

Centenares de prefectos, gendarmes, familiares y camaradas de otras fuerzas se disponían ayer a pasar el fin de semana largo frente los edificios Guardacostas y Centinela, a la espera de una respuesta a sus nuevas demandas. Con la mayor parte del público en retroceso, un poco más de custodia policial para ordenar tránsito vehicular, la cuarta jornada de protestas se particularizó por el debate en grupos separados y las peleas entre los suboficiales intransigentes y quienes siguen atentos a posibilitar las tratativas entre las nuevas cúpulas y los ministerios nacionales de Seguridad y Economía. Hoy, en Retiro, habrá una asamblea entre las dos fuerzas que impulsan un petitorio que exige, entre otras cuestiones, que no haya sanciones por protestar y 7000 pesos de sueldo básico.

“Hasta el martes se mantiene la protesta y estaremos esperando ver qué solución y propuesta nos trae el Gobierno”, informó el prefecto José Luis Cabañas pasado el mediodía, cuando comenzó a nutrirse la parada frente al edificio Guardacostas. La novedad más visible era una bandera argentina, de grandes dimensiones, colgada desde el segundo piso, y la presencia de vendedores ambulantes de empanadas y sandwiches de jamón y salame y carritos de café. “No tuvimos ningún llamado por parte del Ministerio (de Seguridad)”, agregó Cabañas y aclaró que “la negociación sigue abierta”.

A diferencia de ayer, los prefectos cortaron toda la avenida Madero entre Corrientes y Macacha Güemes, y ambos accesos estuvieron vigilados por el triple de agentes de la Policía Federal. “Acaba de llegar una comisión del Ministerio de Economía, están trabajando. Lo único que nos piden es que despejemos una mano de la avenida”, gritó por la noche un prefecto. “Están buscando que nos desunamos”, le respondieron. Con la voz ronca, el primero insistió: “Tenemos que mostrar buena predisposición y que somos decentes. Estamos todos en la misma”.

“¡Suboficial! ¡Escúcheme! ¡Dos horas! Son sólo dos horas hasta que baje el prefecto nacional y nos diga cómo viene todo”, le gritó un prefecto a otro, en el medio de la calle. Alrededor, casi todos los presentes apoyaron el despeje y se replegaron a la plazoleta que está enfrente y a la vereda del edificio Guardacostas. “No va a salir el prefecto nacional, porque si sale los del Gobierno lo echan”, dijo a este diario un prefecto.

En el Edificio Centinela la situación era radicalmente distinta. Había, como el jueves pasado, un ambiente distendido y familiar. A pocos metros de dos viejos tanques, había un larga mesa donde se sirvieron raciones de un guiso de fideos. Allí, por la tarde, fueron hombreadas las bolsas de zanahorias, cebollas, papas y carbón para la cena y se veían paquetes grandes de yerba mate, agua mineral, lavandina, papel higiénico y rollos de cocina. “Algunos vamos a dormir en los autos, otros se van a quedar despiertos toda la noche”, aseguró un suboficial a Página/12.

No hubo grandes discursos sobre la explanada, dominada por el busto de Martín Miguel de Güemes, que estuvo vacía buena parte de la jornada. Cada tanto se escuchaba algún grito generalizado, cuando tocaba bocina algún micro de los que se dirigía a la estación de Retiro. “Hacé algo, no ves que me tiró una botella”, le decía una mujer a su marido, sin que éste se animara a retar al hijo de ambos. “Está aburrido, pobrecito”, justificaba el hombre. En la vereda, se enfilaban las sillas desplegables y los gendarmes en ronda que tomaban mate en porongos de cuero o de pezuña de vaca y también con sus termos con jugo para beber tereré.

En el paredón del supermercado que está enfrente al edificio Centinela, un grupo de 20 gendarmes hacía una asamblea aparte, mientras alguien tomaba el micrófono para pedir aplausos para algunas reparticiones y para un ovejero alemán “retirado del ejército”. “Esto es algo histórico. Algunos se creen que están soñando, yo lo soñé a esto”, arengó. Abajo, tres gendarmes ratificaban a este cronista lo que había denunciado el Ministerio de Seguridad: que los amparos por los que mandos medios y altos cobraban grandes sueldos eran parte de un espurio arreglo de estudios jurídicos.

“En Corrientes un estudio de abogados te conseguía amparos en dos meses. Una parte se la quedaban ellos, otra el juez y otra los jefes de Gendarmería. Y después se te caía tu amparo, pero no el de los jefes”, aseguró uno de ellos. Otro aseguró que esta situación comenzó hace cuatro años, cuando merodeaban abogados en los escuadrones.

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