EL PAíS › OPINION
UN JUEZ DE LUJO EN LA CORTE Y POLARIZADAS ELECCIONES

Aires buenos y de los otros

Un embajador sorprendido por el nuevo estilo. La imagen, una obsesión perenne con nuevos contenidos. Zaffaroni, un lujo para la Corte. Un traspié del Gobierno en el Senado. La seguridad en la agenda bonaerense y las sospechas sobre la Maldita Policía y su ingreso en la campaña. Delirios de un sueco bicolor. Y algo sobre temas pendientes.

 Por Mario Wainfeld

“No vino ni un ministro. Estoy asombrado. ¿Qué les habrá dicho Kirchner? Porque, es evidente, tantas ausencias responden a alguna consigna.” El asombrado, según el relato, era el embajador saliente de Estados Unidos, James Walsh, azorado por el ausentismo estatal en el festejo del 4 de julio, apenas mitigado por la presencia del titular de la SIDE, Sergio Acevedo. Un dirigente peronista de primer nivel que integró otros gabinetes de gobiernos justicialistas, que sí estuvo el viernes en la embajada, cuenta la anécdota y también se sorprende algo.
A esta altura debería moderar su estupefacción y registrar un cambio de estilo. No es que el Gobierno descuide su imagen. Bien atentos a ella están el Presidente y quienes lo entornan. La semana pasada, sin ir más lejos, un cuidadoso aviso, traducido en sonido radial y spots televisivos redondeó la autopercepción oficial tras su primer mes. Y su repercusión fue medida rápidamente mediante una de las más importantes consultoras de opinión, cuyo informe fue leído con tanta atención como si fuera una encuesta preelectoral. El Gobierno, pues, es tan celoso de su imagen como todos. Eso sí, ha elegido nuevos mensajes para enviar, bien diferentes a los que estuvieron de moda por más de una década. Uno de ellos es una marcada distancia respecto de los poderes fácticos a los que sus precursores rindieron pleitesía (baste sacar la cuenta de cuántos ex ministros peronistas y aliancistas honraban las mesas de saladitos de la embajada). Néstor
Kirchner está convencido de que distanciarse, aun físicamente, del establishment económico y político lo embellece y lo mejora ante los ojos de los ciudadanos de a pie.
Esa distancia corporal, que exaspera a un nivel rayano con los celos a cierto empresariado habituado a compartir golf y farras surtidas con anteriores mandatarios, es un signo, hasta ahora congruente con el rumbo elegido. La Rosada juega sus fichas a una apuesta sencilla, la de transmitir una ejemplaridad de signo distinto al menemismo. La frivolidad, el desdén por el futuro, el inmediatismo y el individualismo que cundían en los ‘90 se expandieron como una plaga contagiosa mucho más allá de los confines de un par de camarillas políticas. En la Rosada hay quien cree estar despuntando un fenómeno de signo opuesto. “Créame, ni Kirchner ni el Gobierno tuvieron nada que ver con los allanamientos dispuestos esta semana por la AFIP ni con la prisión preventiva de Eurnekian”, rejura alguien que conoce bien de cerca al Presidente “pero esto tiene que ver con el clima que venimos generando”.
La designación de Carlos Fayt como presidente de la Corte también es vista por el oficialismo como un signo auspicioso. “Se están desmenemizando”, neologiza una primera espada del Gobierno. Eduardo Moliné O’Connor se corrió del cargo de vicepresidente y, aunque emita bravatas por radios ubicadas a la derecha del dial (ideológico), tiene cara de ir armando los petates más pronto que tarde. La propuesta de Eugenio Raúl Zaffaroni para reemplazar a Julio Nazareno (algo así como si Ronaldo sustituyera a un gordo patadura que jamás jugó en primera) redondeó una jugada política inobjetable. Rápida fue la ofensiva contra Nazareno y sorprendente fue la elección del Presidente, amén de inobjetable. Los sobrados pergaminos de Zaffaroni dejaron casi sin habla a buena parte de la derecha vernácula. La hegemonía cultural de la derecha reaganista tardía que asoló estas pampas generó algunos mitos ridículos. Uno de ellos era dar por implícito que los garantistas son opinadores sin consistencia, ni saber alguno y que la “seriedad” es patrimonio de cierta derecha. Un mito que se hizo añicos con solo poner a la luz pública los antecedentes y el curriculum de Zaffaroni, revelando que la troglodita derecha nativa no tiene juristas de tamaño nivel, aunque sí cuenta con radios, canales y diarios adictos... a la mano dura, que no a la sintaxis castellana.
Queda claro que el Presidente quiere un Supremo consustanciado con el mal apodado “garantismo”, a un consecuente defensor de las libertades públicas y de los derechos humanos. Está dentro de sus facultades y es lógico que el Gobierno elija a personas que compartan su visión del mundo. Máxime si estas personas, como Zaffaroni, son una garantía de no obsecuencia y de no alineamiento automático. El periodista Fernando Cibeira reveló en una nota publicada en este diario que Kirchner tuvo in mente a otros dos juristas destacados, Héctor Masnatta y Esteban Righi y que un dato para dejarlos de lado fue su condición de peronistas. Evitar, en suma, toda sospecha de partidismo. Cuestión de imagen, pero bajo un nuevo prisma.
“Acá” estamos
“Vamos a desbancar a Ramón Puerta con Rovira en Misiones, vamos a derrotar al PJ en Catamarca y acá también vamos a ganar.” “Acá”, dice el funcionario y señala a la Plaza de Mayo desde su despacho en la Casa de Gobierno. “Acá”, entonces, es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la primera persona del plural se redondea con Aníbal Ibarra. Con un ojo en surtidos territorios, el kirchnerismo trata de armar su propia base política, que combina nuevas coaliciones y algunas más pretéritas, no siempre venerables.
La más consistente, aunque haya quien porfíe en ver algo distinto bajo el agua, es la que liga a
Kirchner con Eduardo Duhalde, quien estará, casi tan bronceado como Carlos Ruckauf (y ya es decir), desde el comienzo de la semana que se inicia mañana en la Argentina. Duhalde es el único peronista extramuros con el que Kirchner, ponderan quienes lo conocen de cerca, tiene un pacto de sangre. En estos días el Gobierno, tributando a esa lealtad, melló un poco su coherencia y la imagen mentada en el párrafo precedente. Fue en la apresurada sesión del Senado del jueves en la que el PJ buscó sentar a María Laura Leguizamón en una banca que, ni ética ni legalmente, le corresponde. Es la que ganó, por mínimo margen de votos, Alfredo Bravo a Gustavo Beliz, actual ministro de Justicia. Una chicana judicial de Beliz llevó la disputa a Tribunales. La función esencial de la Justicia electoral es honrar la voluntad del electorado, pero en este caso, como en tantos otros, el derecho cedió en favor del poder político gobernante. Un fallo de conjueces, sospechoso y hasta denunciado por uno de los magistrados votantes, le dio la banca no ya a Beliz sino a su suplente Leguizamón. Es decir, a quien nadie votó y casi nadie conoce entre los votantes. El fallecimiento de Bravo en el interregno, irrelevante desde el punto de vista legal, le da al episodio una inusual carga simbólica y debería impulsar a los peronistas a tener cierta templanza y no abalanzarse sobre una banca mal habida. La prisa en colocar a la duhaldista Leguizamón en el Senado derivó en un cruce entre Cristina Fernández de Kirchner y Vilma Ibarra, quienes se supone forman parte del operativo “vamos a ganar acá, en Capital”.
La elección porteña, cuyo cierre de listas coincide con el de esta edición, viene prometiendo un escenario de alta polarización, con resultado abierto. En otro territorio, más propicio al peronismo y al duhaldismo, también en vísperas de comicios, el aire se está enrareciendo.
Una cama ahí, por favor
“No vayas, Felipe, te están armando una cama.” De un lado del celular estaba el gobernador Solá con un pie en el estribo del helicóptero para rumbear a Lanús; del otro su ex funcionario Marcelo Saín. El anuncio sorprendió al gobernador que no tiene trato muy estrecho con Saín, quien llegó a su gestión traído por Juan Pablo Cafiero. Saín denunció desde el gobierno una trama ilegal de financiamiento de la política que implica al poder político y a la Bonaerense. Y terminó yéndose con algún estrépito. (Caín lo rebautizó alguna vez Duhalde, haciéndose el distraído o el malévolo.) Lo real es que Caín-Saín sabía de lo que hablaba, tanto cuando hizo su denuncia como cuando telefoneó a Solá. En este caso, le advertía que, a veinte cuadras del acto del homenaje a Perón al que acudía el gobernador (y a diez de donde recalaría el helicóptero) estaba armándose una de tantas puebladas contra la policía provincial. Y que esa movida, enderezada a los “jefes de calle” de un barrio de Lanús y por ende al intendente Manuel Quindimil, podía derivar en una movilización contra el gobernador. Este, alertado, decidió acudir al acto, una misa con olor a naftalina, armada en un estilo casi tan paleozoico como el propio Manolo Quindimil (y ya es decir). Al volver, precavido, el gobernador evitó volver al helicóptero.
La “cama” tiene su historia y sus patibularios muebleros. Saín y Solá, que vienen conversando off the record desde hace un tiempo, coinciden en un diagnóstico: una trama de policías retirados, colegas en actividad y agencias de seguridad fogonean la campaña de Luis Patti. Algunos altos funcionarios de seguridad de la provincia están convencidos de que hay manos policiales no inocentes de designios políticos en el estentóreo y preocupante secuestro del padre del futbolista Astrada. Nada se dice en voz alta, por ahora, para no interferir en la tensa investigación.
La inseguridad, para solaz de Patti y Aldo Rico, se ha convertido en la principal noticia vinculada a la provincia. Y no da la sensación de que sea fruto del azar. La Bonaerense, erizada porque se están investigando los patrimonios de sus popes, bien puede haberse sumado capciosamente a la campaña. La revelación –obtenida por el periodista Andrés Klipphan de la revista Veintitrés– de que el jefe de la Bonaerense Alberto Sobrado tenía más de 300.000 dólares en un paraíso fiscal cayó como balde de agua fría en el gobierno provincial. “Antes de nombrarlo le hicimos una ambiental, miramos dónde vivía, qué auto tenía, indagamos su tren de vida, pero no teníamos cómo saber que tenía plata afuera”, rezongaban en La Plata. La decisión de Solá, tras reclamar a Sobrado explicaciones que éste no pudo dar, fue pedirle la renuncia. En el ínterin Juampi Cafiero incurrió en un traspié, que fue el de decir que Sobrado dimitió por motivos personales, siendo que ya era público que mediaban miles de razones verdes para que Sobrado sobrara.
En medio de la crisis, Solá telefoneó a Kirchner para solicitarle colaboración del gobierno nacional en la política de seguridad bonaerense. Solá busca “saturar” de uniformados el conurbano y para eso necesita apoyo del Gobierno y las fuerzas de seguridad nacionales. Kirchner, cuentan sus allegados, ya estaba decidido a comprometerse en ese espinoso frente y al tiempo estaba algo molesto con lo que consideraba cierta inacción de Solá. “Felipe es muy protestón y quejoso, siempre se siente perseguido –describen en un alto despacho de Balcarce 50–, Néstor lo quiere ayudar pero le molestan su estilo y su tono.” Lo cierto que el compromiso oficial llegó, precedido de un reto de Gustavo Beliz a quienes no tomaban el toro por las astas, que hizo crecer ronchas en La Plata. Hay quien piensa en el alto nivel del gobierno de la provincia que Beliz se mandó solo. Parece difícil que un mensaje tan fuerte no haya contado con un guiño presidencial, máxime tomando en cuenta lo mucho que centraliza Kirchner los mensajes del Gobierno (sobre todo este tópico ver asimismo página 4 de esta misma edición).
Más allá del reto, el Presidente le ha puesto el cuerpo al tema y es innegable que “jugará” del lado de Solá en las elecciones, que bien pueden llegar a un escenario polarizado, a poco que Rico y Patti junten sus fuerzas. De cara a ese futuro más que posible, Eduardo Sigal, frepasista–kirchnerista, bajó su candidatura y apoyó a Solá, facilitándole un barniz progre que no ha de venirle mal. El gobernador anhela reforzarlo consiguiendo algún acuerdo con Francisco (Barba) Gutiérrez, quien por ahora se candidatea con lista propia.
La elección provincial es a una sola vuelta, sin ballottage, a simple mayoría de sufragios, y Solá aspira no solo a ganar sino a obtener una mayoría que le permita gobernar. Un eventual frente represor-mano dura en su contra le generaría un desafío mayor, pero puede propiciarle también un voto útil de sectores moderados y hasta progresistas, para añadir a su caudal territorial, algo no tan diferente a lo que le pasó a Kirchner a nivel nacional.
Queda el enigma de si Duhalde “abrirá” la lista de diputados nacionales. “Kirchner no le pidió nada”, asegura un ex ministro y eterno confidente de Duhalde, a la sazón integrante de esa lista. “Kirchner no me pidió nada”, relató Solá a los suyos. Si ambos dicen la verdad, si Kirchner nada pide, difícil será que Duhalde toque su armado.
En cualquier caso, la intrincada relación de la Bonaerense y los intendentes provinciales, en la que circula mucha más plata y mucho más poder que el efímero que tuvo Sobrado estará en juego en las elecciones bonaerenses. Y dos patibularias figuras, Patti y Rico, con un discurso brutal y banal, están dispuestas a pescar en ese río revuelto.
El negro albino
“Macri va a ganarle las elecciones a Ibarra, profesor, sencillamente porque un bostero siempre le gana a un gallina.” El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado en la Argentina está enloquecido de fervor boquense y parece haber perdido la cordura y hasta su pertenencia socialdemócrata. El correo electrónico que le ha enviado a su padrino de tesis, en Estocolmo, combina delirios futboleros con tesis conspirativas (“Kirchner banca a Ibarra porque los de Racing son resentidos y Alberto Fernández juega con el frepasista porque los de Argentinos Juniors no nos perdonan que nos hayamos llevado a Maradona”) y afirmaciones asombrosas. El decano de la Facultad ha tenido que contratar a un traductor, un reo argentino que se las rebusca de mecánico en un taller de la capital sueca, para que le explique qué diantres le está diciendo su discípulo. Cuando se lo revelan, no lo puede creer. El estudioso añade que ha de sumarse a la campaña de Macri y proponerle que Carlos Tevez sea su vocero. Y añade una explicación sobre la polémica adhesión de Mercedes Sosa al empresario. “Es que Mercedes es la Negra, y todos los negros somos de Boca”, se jacta. El decano no entiende nada, ya que su (“ex”) protegido es rubión, casi albino. Pero el politólogo está enloquecido y sigue tipeando incoherencias, sin parar de trepar, notebook en mano, por la escalinata del Obelisco.
Sobre frentes
y estrategias
“Vamos a seguir abriendo frentes”, se congratulan todos los integrantes del Ejecutivo en voz alta o baja. Lo de la Corte parece resuelto y la intervención del PAMI es un secreto a voces. “Qué vendrá.” En la Rosada nadie lo cuenta y acaso muy pocos lo saben. Quizá la SIDE –en la que ha recalado un “pingüino” de la primera hora, Acevedo, quien estará ahí poco tiempo– sea un objetivo en la mira. Se trata de un foco no menos séptico que el PAMI, aunque con menos funciones útiles conocidas. Habrá que ver.
Esa acumulación de tácticas es en sí misma una estrategia tendiente a acumular poder para el Presidente y combatir la corrupción. Recuperar el prestigio del Estado es un objetivo cabal e indisputable que tiene el grato aderezo de contar con la aquiescencia (ahora, cuando los activos públicos pasaron a manos privadas) de los organismos internacionales de crédito.
El Gobierno ha conseguido también colonizar la agenda política cotidiana. Repasándola, empero, se advierte que poco y nada se habla de algunos ítem que Kirchner mismo trajinó en su campaña como el “neokeynesianismo” o la desigualdad social. La Argentina terminó como debía, catastróficamente, el sueño perverso que fue la convertibilidad. El final de la paridad fija y su secuela recesiva y favorable al capital financiero derivó, diríase naturalmente, a una silvestre reconversión exportadora. Una módica si que sostenida reactivación, muy favorecida por la brutal trepada de un tipo de cambio cruel para quienes viven de ingresos fijos en pesos, es el tono de los últimos meses. La recuperación de variopintos instrumentos de política económica y la capacidad de Roberto Lavagna para timonear esa etapa obraron un cambio y un alivio. Suponer que esas tendencias implican un modelo de crecimiento equitativo o un principio de solución a la desigualdad, a la miseria salarial, a la desocupación, es un espejismo. Una sociedad cuyos sectores más dinámicos son los que exportan alimentos, a veces con algún valor agregado, energía y commodities no es un prospecto de un neodesarrollismo virtuoso para un país dependiente.
En medio de la primavera política que el Gobierno se ha ganado a pulso, en el entusiasmo que produce la resurrección (desde el Gobierno, por añadidura) de una agenda progresista, la ausencia de ese ítem es una carencia que no se podrá prolongar por mucho tiempo.

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