EL PAíS › EXCLUSIVO. LA DECLARACION DE MUSA AZAR Y SU CONFESION SOBRE LA REPRESION ILEGAL

“Aca que los van a encontrar”

El detenido hombre fuerte del juarismo en Santiago del Estero se defendió en la Justicia con el argumento de que si él hubiese sido el responsable de las muertes no habrían quedado pruebas. Y puso como ejemplo el caso de los desaparecidos. Las maniobras de Musa en el expediente de La Dársena.

 Por Alejandra Dandan

Alguna vez, La Dársena fue distinta. No era el monte del doble crimen de Santiago sino parte de La Guarida, uno de los campos clandestinos de detención de Santiago. Durante nueve meses, la investigación sobre la muerte de Leyla Bshier y Patricia Villalba tapó esas primeras marcas. Y tapó al hombre que estuvo detrás de lo acontecido en esos campos. Pero la semana próxima estarán listos los autos de procesamiento y la acusación pondrá el foco en Musa Azar, imputado como instigador de los crímenes y como cabecilla de la organización que reescribía la historia del caso: según la sospecha del juzgado, compró testigos, pagó jueces, quemó pruebas y hasta entregó a su hijo para reforzar una hipótesis falsa y salvarse. La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación lo denunció por la desaparición de 28 santiagueños durante la dictadura. En las indagatorias, Musa no mencionó los campos clandestinos, ni La Guarida, pero habló de ese tema pendiente. Fue un domingo a la tarde frente a la jueza María del Carmen Bravo. Ella le preguntó por La Dársena, él habló de los desaparecidos: “¿Ustedes creen que si hubiese sido yo habrían quedado pruebas? ¿O qué pasó con los desaparecidos? Bien desapareciditos están –dijo–: ni aca que los van a encontrar”.
En este momento, la historia del doble crimen parece otra. Estos últimos veinte días se han tragado las viejas leyendas, las apariciones de testigos repentinos, de pruebas falsas, de confesiones fraguadas y de detenidos mal detenidos acusados por las muertes de Leyla Bshier o de Patricia Villalba. La prisión de Musa Azar tiene nueve meses de incubación: pasaron cuatro jueces, pasaron más de treinta marchas del silencio, pasaron las denuncias sobre el Poder Judicial y la amenaza aún latente de intervención a la provincia de los Juárez. Recién entonces, cayó uno de los hombres más importantes de la estructura de dominación del poder santiagueño, con más de cuarenta años de siniestra trayectoria.
Ahora, la jueza se prepara para elevar a la Cámara del Crimen más de treinta cuerpos de expediente. Su resolución contará esa otra historia del crimen, aquella que fue tejida antes y después de las muertes: en ella, Musa Azar aparece como jefe de una organización parapolicial integrada por fuerzas policiales, por hombres del Poder Judicial, por punteros políticos y por una red de personas anónimas desparramadas en dependencias del Estado, en casas particulares, en plazas, en esquinas, en taxis, en medio de las conferencias de prensa, en las marchas. Esa organización estructurada en células operativas se encargaba de negociar y extorsionar, fue entrenada en el abigeato, en la piratería, en narcotráfico o adiestrada simplemente para borrar las huellas de los hombres del poder de los cuerpos de las muertas.
Musa conducción
De uno u otro modo, cada uno de los personajes del doble crimen siempre tuvo vinculaciones estrechas con Musa. Antes y después del crimen, cada uno de los que ahora aparecen más comprometidos en la causa se mantuvo cerca del ex comisario.
Entre ellos, Carlos Anauate o Pololo, para los santiagueños. Este diputado era la cabeza del aparato de movilización del juarismo y uno de los hombres denunciados por sus supuestas vinculaciones con el negocio de la droga. Estuvo entre los sospechosos desde el comienzo del caso; sin embargo, fue detenido mucho tiempo después, imputado por encubrimiento agravado y asociación ilícita. La jueza está convencida de que estuvo con Leyla el día de la fiesta, el día de su shock cardíaco y el día de la golpiza final que terminó matándola. Anauate era uno de los hombres de Musa Azar. No formaba parte de su estructura policial pero mantenía una relación directa con el ex comisario. Para la Justicia, ahora Pololo es una de las piezas centrales del crimen, parte del grupo que contrató aMusa Azar para hacer desaparecer los cuerpos y para poner en marcha la máquina del encubrimiento.
Cristina Juárez fue otra de las figuras estelares del caso. Apareció y desapareció de escena en distintos momentos. Era la mejor amiga de Leyla, fue quien denunció su desaparición y quien a partir de ese día se sumó a la cadena de encubrimiento. La jueza está convencida de lo que dicen los familiares de La Dársena: Cristina no sabe todo, pero sabe más de lo que dice. En este momento está detenida, imputada por encubrimiento. Musa la conocía. Conocía a ella, a su papá, un policía que prestó servicios de seguridad privada en una de sus empresas y conocía además a su tío: el herrero personal de Musa Azar, el hombre que construyó las jaulas de sus pájaros, uno de los entretenimientos del ex comisario conocido como el señor de los pájaros.
Mario Castillo Solá fue el primer juez de la causa. Fue quien dio las primeras puntadas sobre las hojas de un expediente que apuntaba a un único culpable, que acumulaba mentiras sobre una hipótesis falsa y en las que, tal como lo comprobaron las últimas pericias, aparecen fechas fraguadas. Hace veinte días, las declaraciones de tres policías lo instalaron en medio de la asociación encabezada por el señor de los pájaros. Castillo Solá, según dijeron los policías, habría cobrado 20 mil pesos por el encubrimiento de la muerte de Patricia Villalba.
José Patricio Llugdar, el único procesado; Luis Vergottini, el abogado de Musa; Julio Roldán, el jefe del cuerpo médico forense o el supuesto testigo de identidad reservada que presentó la hipótesis del canibalismo sobre el cuerpo de Leyla, todos fueron parte del mundo de Musa Azar, de ese imperio de miedo en el que hasta su hijo terminó devorado (ver aparte).
La confesión
El domingo 9 de noviembre, la jueza le preguntó por su zoológico. Era la última parte del interrogatorio de 92 preguntas que se prolongó durante tres días seguidos. Musa no estaba en el juzgado. La jueza había decidido indagarlo en una de las oficinas de la Unidad Regional II de La Banda para evitar los bombazos de huevos, las pedradas y los gritos de asesino que se habían repetido las tardes anteriores frente al juzgado. En ese sitio, en la Regional, frente a la jueza y frente a la fiscal Miriam Chávez, Musa dijo lo que tenía que decir. Página/12 revela aquí un fragmento de su respuesta, aquella suerte de confesión lanzada ante la jueza como quien aún está seguro de su impunidad. Las declaraciones fueron pocas, pero bastaron para despertar una expresión de horror entre los presentes:
María del Carmen Bravo mencionó los huesos del zoológico y la relación con las chicas del doble crimen de La Dársena. Musa Azar respondió:
–¿Ustedes creen que si hubiese sido yo habrían quedado pruebas?
Y siguió:
–¿O qué pasó con los desaparecidos? Bien desapareciditos que están. Ni aca que los van a encontrar.
Musa está siendo investigado en este momento por crímenes de terrorismo de estado. La lista provisoria de santiagueños desaparecidos durante la última dictadura militar es de 103 personas; 28 desaparecieron en la provincia. En el ‘75, un año antes del comienzo de la dictadura, Musa ya había secuestrado, según las acusaciones que pesan en su contra, más de 50 personas manejando las tropas policiales del juarismo. El 31 de enero de ese año, Carlos Juárez lo premió con un ascenso: lo nombró jefe de la Superintendencia de Seguridad con cargo de comisario, un puesto que conservó hasta 1978. El 6 de julio de ese año presentó su retiro voluntario y obtuvo una jubilación de privilegio para dedicarse exclusivamente a la cría de animales y pájaros. Su nombre aparece entre los represores del Nunca Más, sin embargo, hasta ahora las asociaciones de derechos humanos locales no habían podido lograr su juzgamiento. “Ha sido siempre dificultoso –explica Luis Horacio Santucho, miembro del movimiento de derechos humanos y abogado de los Villalba en el doble crimen de La Dársena –siempre estuvo acusado por las desapariciones pero como no había cuerpos ni legislación sobre la desaparición forzada de personas, no había forma de imputarlo”.
El doble crimen de La Dársena se convirtió en su trampa. Las marcas de tortura sobre el cuerpo muerto de Patricia Villalba terminaron delatándolo. El cuerpo de Patricia señaló a los tres policías que están imputados como autores materiales de la muerte, señaló a Musa –ahora imputado como el instigador– y también señaló la conexión con Leyla Bshier, con el zoo de Arraga y con los huesos enterrados.
Esos huesos y la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida dispararon la apertura en su contra de una causa federal por crímenes de lesa humanidad. La confesión de Musa durante el interrogatorio con la jueza podría trasformarse en una de las pruebas capaz de condenarlo.

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La virtual confesión de Musa Azar sobre los desaparecidos puede socavar su defensa en la causa iniciada por su pasado represor.
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