EL PAíS › COMO MUSA ENTREGO A SU HIJO PARA LOGRAR SALVARSE

Preso en el nombre del padre

 Por Alejandra Dandan

Durante el mes de junio, cuando explotaban las denuncias de corrupción sobre el poder judicial santiagueño y cuando se debilitaban las pruebas contra los detenidos, los Villalba lanzaron una hipótesis insólita del doble crimen. Antes de oficializarla en los tribunales, la anunciaron en una conferencia de prensa buscando un escudo de protección. La hipótesis se conoció como la línea Guayamba, ubicaba a Leyla en una finca de esa localidad catamarqueña y contenía datos espeluznantes que recién ahora parecen probados. Entre ellos estaba Musa Azar. La denuncia lo situaba como el instigador del crimen de Patricia. Los Villalba mencionaban su finca zoológica como el macabro escenario de la sesión de torturas y del amordazamiento con cables que terminó con su asfixia y con la muerte. Era la primera vez que Musa aparecía en escena, acusado con nombre y apellido y era la primera vez que el viejo genocida, tal como lo mencionan los organismos de derechos humanos, se preparaba para despegarse de su hijo.
Antonio Musa Azar hijo, o “Musita”, para los amigos, era uno de los personajes mencionados en la hipótesis Guayamba. Para los Villalba, el hijo de Musa había estado en la finca de la fiesta con Anauate, entre otros conocidos del mundo político. En esa hipótesis, Leyla no se murió el 16 en Santiago –tal como ahora dice el expediente–, sino tres días más tarde en Catamarca. Esta parte de la hipótesis nunca se comprobó pero fue la parte de la historia aprovechada por Musa, por Anauate y por Gilberto Perduca, el defensor del pueblo de la capital de Santiago, para despegarse de los crímenes. De un modo u otro, todos fueron sosteniendo la existencia de la fiesta en Guayamba, mientras probaban con distintos documentos y testigos que para esa fecha no estaban allí, sino en Santiago. Todos lograron demostrarlo, excepto uno: el hijo de Musa.
Durante esos días de junio, cuando daba vueltas la pista Guayamba, el aparato de Musa operaba dentro y fuera del juzgado de La Banda, donde no estaba la jueza María del Carmen Bravo sino Dardo Herrera, un juez civil sin entrenamiento en el campo penal. Poco y nada se sabía de lo que pasaba: el juez había ordenado un durísimo secreto de sumario. Aun así, una parte de lo que pasaba se filtró con ayuda de uno de los empleados de Musa que entraba y salía del juzgado. El dato era la declaración de una testigo de identidad reservada, una chica que se había presentado de forma espontánea en el juzgado para sostener la pista Guayamba y, de paso, las sospechas contra Musita. La testigo no hablaba de la fiesta, pero ubicaba al hijo de Musa con un grupo de jovencitos de vacaciones en ese lugar. El juzgado convocó a Musita. Pasó la primera sesión de preguntas, confirmó que estuvo en Guayamba y esa vez salió en libertad. Poco días después, lo detuvieron. ¿Por qué?
Para la jueza, lo detuvieron por orden de Musa Azar. “Por orden de este hombre que fue capaz hasta de entregar a su hijo para salvarse”, le explicó a este diario una fuente con conexión directa sobre la causa. Su hijo reforzaba la hipótesis Guayamba, alejaba la investigación de la capital de Santiago, eliminaba as sospechas sobre los verdaderos responsables del crimen, dilataba las pesquisas, pero sobre todo lo salvaba: “Lo dejó detenido –continuó la fuente–, porque además sabía que iba a sacarlo”.
Tal vez ésa sea ahora la situación de Patricio José Lludgar, ese joven misterioso que está preso desde el comienzo de la causa. Hace poco más de veinte días, los tres policías que rompieron el silencio para acusarlo a Musa Azar lo situaron en medio de las negociaciones por la muerte de Patricia Villalba. Según esas declaraciones, su tío Eduardo Llugdar habría pagado por el crimen para salvarlo. Ahora también su tío está detenido. La jueza cree que buena parte de esa trama es cierta. Considera como posible que Llugdar haya tenido vínculos con las dos chicas y con los dos crímenes. Aún no sabe si estuvo en la fiesta y por qué alguien abrió laspuertas del calabozo donde estaba detenido justo el día de la muerte de Patricia Villalba.
El dinero que habría ofrecido el tío de Llugdar eran 60 mil pesos. Supuestamente, una parte iba para Musa, otra para los dos policías imputados por el homicidio y otra para Mario Castillo Solá, el mismo juez que hacia fines de mayo terminó condenándolo con el procesamiento.
Para entonces, Musa tal vez seguía convencido de que lo sacaría de la cárcel, tal como hizo luego con su hijo. Tal vez sabía que la causa no avanzaría, que los escándalos se diluirían y que las marchas se apagarían poco después. Tal vez por eso, y sólo por eso, dejó los cuerpos expuestos en La Dársena y un puñado de huesos humanos entre las jaulas de sus animales de Arraga.

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