EL PAíS › OPINIóN

Los Rico MacPatos, la grieta y lo malo

 Por Mempo Giardinelli

Cada día está más clara la perversidad del modelo macrista. La lectura cotidiana de los hechos, en los diarios y portales que muestran la realidad de lo que pasa, evidencia el grado de insensibilidad, revanchismo y maldad de este gobierno.

Las notas de los mentimedios al servicio del nuevo régimen votado por una mayoría exigua, pero mayoría al fin (y hay que reconocerlo aunque duela y/o fastidie) hablan de otras cosas, otra realidad, otro país.

Sus diarios y su sistema de estupideces y falsedades televisivas celebran machaconamente el retorno a los brazos del imperio, distorsionan los datos de la crisis social que han creado en menos de seis meses, mienten cifras y pronostican paraísos como arcángeles lelos, celebran boludeces todo el tiempo y se espantan ante corrupciones ajenas nada más que para tapar la corrupción propia, la imperante, la de ellos y de ahora mismo, ésa que coprotagonizan el presidente, su familia, sus amigos y centenares de sus funcionarios, pletóricos de soberbia y de cuentas offshore en cloacas financieras.

Si eso no es la grieta, que digan dónde está. Y si eso no es ensancharla, como siempre hicieron los salvajes unitarios (aunque ahora estos se disfracen de federales, que ésa fue sólo una astuta consigna para ganar las elecciones y ahora para mantener sometidas a las provincias), que lo expliquen si pueden.

Como sea, del otro lado está claro que el kirchnerismo fue una gran oportunidad perdida para este país. No gustará que se diga, y qué lástima, pero sería sano reconocer que como proceso reformista pudo y debió ser más consistente. Y esta opinión de esta columna no es de ahora. El kirchnerismo pudo y debió ser el inicio de una transformación política, económica y social, que se frustró. Produjo algunos hechos fenomenales, claro está, y nadie negará que realizó cambios culturales importantes, pero en el intento de remover estructuras no fue profundo. Y muchos, muchísimos de los que lo apoyamos lo hicimos con la buena leche de ayudarlos a esas remociones.

Se dirá que es fácil decirlo ahora, pero esta columna y muchos/as más lo dijimos durante todos estos años. Y a la postre el hecho triste, solitario y final es que en términos de evolución, despegue y afirmación de otro modelo más justo, más libre y más soberano, hemos fracasado en el intento. Y el plural vale y se sostiene porque no sólo fueron el gobierno, Néstor o Cristina los responsables. También la ciudadanía, que no cambió la más fea y acendrada de las características argentinas: el conservadurismo. Ni el peor de sus rasgos colectivos: el resentimiento.

Y es claro que hubo más. Y que mucho quedará para analizar y para el juicio de la Historia. Pero hoy, casi a mediados de 2016, da la impresión de que no sabemos qué hacer con la desazón que producen la revancha de este régimen ultraconservador, norteamericanamente republicano, de implacables clasismo y racismo, y capaz de un cinismo a conciencia que lo convierte –y acaso para siempre– en el verdadero hecho maldito de la política argentina.

Por eso el balance es todavía negativo. Estos Rico MacPatos del macrismo siguen de fiesta, y la sociedad está dormida. Duro, sí, pero es lo que se ve: un letargo fiero que solamente se explica en el hecho de que una vez más no hay oposición. No, no la hay con líderes sindicales como Moyano, Barrionuevo y Micheli, que tanto trabajaron para Macri a sabiendas o no; con la izquierda iluminada que llamó a votar en blanco para favorecer a Macri, consciente o no; con los nunca combativos Sres. Gioja y Scioli ahora conduciendo al PJ; con el radicalismo desaparecido y el socialismo extraviado; y con el retornado silencio de CFK, no importa si estratégico o no. Con esa oposición al macri-massismo buitrero, se entiende y es obvio que sigamos en el horno.

La tragedia del país riquísimo que se come a sí mismo y al que sus hijos destruyen generación a generación, no ha terminado. Este es sólo otro capítulo, quizá el más horrendo porque para colmo tienen de su lado a la inmensa mayoría de los cerebros del país tinellizados, legrandizados, intratabilizados, animalesueltizados y la lista es larga y ominosa.

Las futuras generaciones, hoy formateadas en disvalores, ruidos e individualismos, quizás ni se den cuenta. Aciago final sería para lo que fue, acaso, la última gran esperanza transformadora de la Argentina.

Y si alguien se enoja ante el escepticismo, y puesto que no es políticamente correcto acusar a los arrepentidos ni a los que todavía no terminan de arrepentirse, simplemente habrá que recordarle que toda mala conducta, como todo lo que es malo, solamente se empieza a corregir a partir de que se reconoce su nocividad.

Esta nota apenas quiere llamar la atención sobre eso, porque aún estamos a tiempo para empezar a crecer. Elemental, Sigmund.

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